Prólogo.

906 101 4
                                    

OMNISCIENTE ;;

En el verano de 1915, un joven Edward Masen jugaba fútbol con sus amigos, su cara estaba roja y su respiración era desenfrenada. Tomó una pausa para acercarse a la banca del parque donde había dejado sus cosas de la escuela.

— Te cansaste rápido, Ed.— el comentario del ojiazul lo hace voltear a verlo.

— No soy tan atlético como tú, Nick.— el menor intentaba no desviar su mirada de los ojos de su amigo, pues la camisa blanca de botones tenía los primeros tres sueltos y el sudor del chico había hecho que está se pegará a su marcado abdomen.

— Dime qué te divertiste más que en tu aburrida clase de piano.— Edward suspira, sinceramente prefería tocar aquel instrumento que salir de su casa y terminar todo sudado como el chico a su lado.

— Me divertí pero sigo prefiriendo la música en vez del deporte.— expresa tomando su bolso.

— Pareces un anciano, Edward, tal vez debería presentarte a alguna damisela para que te entretengas un rato.— Dominick lo miro con aquella intensidad que le ponía los pelos de punta.

— No es necesario, la última mujer que me presentaste terminó insultandome por pisarla accidentalmente.— el pelinegro soltó una risotada que también contagio al joven Masen.

— Bien, más mujeres para mí.— dijo con egocentrismo. No era un secreto que Dominick Mitchell poseía una belleza inexplicable como si un ángel estuviera reencarnado en él y no solo eso, aparte de su magnífico físico, otra de las cualidades del pelinegro era su confianzuda personalidad que ponía nervioso a cualquiera y tampoco era secreto que las mujeres le llovian como gatas en celo.

Dominick tornó su rostro en uno serio provocando curiosidad en el cobrizo. Ah Edward siempre se le facilitó leer a las personas y más al ojiazul que siempre fue muy difícil de leer pero con el tiempo supo hacerlo.

— ¿Que sucede, Nick?— preguntó deteniendo su pasó para encararlo. El mayor lo observó con un brillo triste en sus ojos, tenía que decirle antes de que fuera demasiado tarde.

— Yo...— intenta hablar pero las palabras no salían de su boca, se encontraba muy nervioso. Edward al notarlo lo llevo a un callejón desolado y un tanto oscuro.

— Puedes decirme lo que sea, Nick.— espeto comprensivo.

— Mi padre, él me enlistó para unirme al ejército.— conjugó mirando como los orbes grises del menor brillaron por la emoción. Dominick sabía que el deseo de Edward era unirse al ejército.

— ¡Eso es genial, Nick!— pronunció emocionado como un niño pequeño después de que le dieran su dulce favorito.

— Eso no es todo.— lo detuvo— Me iré en cuatro días y no podré verte, mis papás organizaron una reunión familiar y vendrá toda mi familia. Esté es el único día que podré estar contigo por eso te acompañe a tu aburrida clase de piano.

Los ánimos del joven cobrizo decayeron de pronto, su mejor amigo se iría y el se quedaría solo por que Dominick era con el único que compartía una relación más cercana que con cualquier otro de sus amigos.

— No te pongas así, me harás deprimirme más de lo que ya estoy. Dejemos ésto aquí y aprovechemos las horas que nos quedan— empujo la espalda del chico para que salieran de aquel lugar en el cual se podrían malinterpretar muchas cosas.

Durante el día, Dominick y Edward hicieron varias actividades para que tiempo después se volvieran buenos recuerdos de sus juventudes. Cuando el sol estaba apunto de caer, sabían que era hora de volver a casa y por lo tanto separarse por un tiempo indefinido.

— Gracias por regalarme esté día, Ed— comenta a unas cuadras de la casa del menor.

— No fue nada, solo espero que te cuides en el ejército y que vuelvas sano y salvó— deseó mirando con atención el rostro de su amigo.

— Yo también lo esperó.

El joven cobrizo miró los labios de su amigo, desatando un mar de emociones ¿Que se sentirá besarlo? Se terminó sonrojando ante su inmoral pensamiento, Dominick era su amigo, no podía verlo con otros ojos. El ojiazul notó como los orbes grises de Edward lo miraban indeciso.

— Haz lo que quieras conmigo en éste momento, puede que sea tu última oportunidad para saciar tu curiosidad ¿No lo crees, Edward?— su tono profundo y sensual hizo sonrojar al sensible adolescente.

Edward, nervioso, fue acercando lentamente su rostro al del mayor, buscando cualquier signo de incomodidad para separarse e irse corriendo a su casa pero el chico parecía hasta quererlo más que él mismo. Dominick desesperado por la lentitud del menor, lo tomó de la nuca y pegó sus labios con los de él en un beso salvaje que dejó sin aire al inexperto Edward.

— Yo... No me esperaba eso.— su comentario hace sonreír al mayor.

— Yo sí.— no quita su sonrisa victoriosa haciendo que el menor se pusiera nervioso.— Edward.

El chico lo miro de inmediato al percibir la seriedad en su tono de voz.

— Cuando vuelva, te prometo que estaremos juntos, acabaré con cualquier obstáculo que se interponga entre nosotros y te haré mío— prometió con determinación.

— Solo asegúrate de cumplirlo, sabes que odio las promesas vacías— musita grabando en su mente aquellos ojos azules cielo que lo cautivaron desde que entró a la adolescencia.

— Cumpliré, no importa cuánto me cueste, estaremos juntos— sentenció.

Era una lastima que esa fue la última vez que Dominick Mitchell y Edward Masen se vieron.

Por qué el 1 de noviembre de 1918, Dominick Mitchell falleció en el campo de batalla a sus veinte años justo diez días antes de que la primera guerra mundial pasará a la historia.

Y justo tres meses antes, Edward Masen, había fallecido por el contagio de la gripe española.

¿Estás dos almas gemelas serán capaces de amarse en el futuro? ¿Los sentimientos son los mismos? ¿Tendrán un final feliz?

.

.

.

¿Cómo están? Ojalá que bien.

Espero que les guste esté nuevo apartado y le den su apoyo como en mis otros fanfics.

Nos vemos en la segunda semana de Enero para la continuación de esté fanfic. Cuidense.

𝗢𝗡𝗟𝗬 𝗬𝗢𝗨 || 𝐸𝑑𝑤𝑎𝑟𝑑 𝐶𝑢𝑙𝑙𝑒𝑛.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora