Hice lo que tú no te atreves

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Capítulo 3: Hice lo que tú no te atreves.

Quiso quedarse hasta ver cuando Dean se lanzara a despedazarlos a ambos. Castiel ya no era un peligro y la niña no haría nada. Esto era novedoso y su curiosidad lo tenía en ascuas, pero estaba segurísimo que Dean no haría nada. Cuando vio a Castiel entrar al vehículo, decidió que había visto demasiado y salió de ahí sigiloso antes de que Dean diera cuenta de él.

Dean ese día estuvo muy cachondo. Se cogió a un chico muy parecido a Castiel, incluso Clowley pudo tocarlo con mucha intención, en vez de aquellos roces delicados y estratégicos. Eso fue tan increíble que lo hizo recordar la mirada del ex cazador sobre el ex ángel, porque fue evidente ver que ese Castiel era completamente humano, solo la vestimenta lo delataba con esos jeans y suéter. No entendía los gustos de Dean, pensaba que siendo demonio cambiaría, no que se obsesionaría con el humano soso. El ángel al menos era interesante, siendo humano perdía toda la gracia, literalmente, hablando.

El Rey Demonio le tocó el trasero a Dean y por fin pudo acariciarlo como siempre quiso. Eso lo hizo feliz, pero no pudo disfrutarlo mucho, ya que quitaron su mano con brusquedad. Su cara cayó a la tristeza de inmediato. Si lo vieran se hubiera reído en su cara. Los otros dos estaban muy metidos en su onda.

—Dame atención a mí —decía la chica de turno de Dean, quien estaba olvidada en un rincón.

Crowley solo tomó la mujer para no quedar mirando a esos dos. Tenía una cosa que se gestaba en su mente y que estaba cobrando una forma muy maliciosa, digna del Rey Demonio. Terminado todo, solo fue una cogida más, pero algo había cambiado en la percepción de una mente perversa perfeccionada en el tiempo.

Espero que Dean estuviera bajo su radar para ir con tres demonios a ese colegio y agarrar a la profesora, sin que ella se diera cuenta. Solo tuvo que entrar uno de los demonios dentro de la mujer en forma de humo y supo todo lo que quería saber.

—¿Tienes la dirección?

Su súbdito asintió con la cabeza. Fue muy fácil llegar a esa casita de los suburbios, nada especial, sino muy normalito, incluso tenía una cerca de madera blanca. Detuvieron el vehículo y Crowley lo vio jugando con la niña en el jardín. Se veía muy feliz, pero no era el padre, la niña era pequeña, pero no lo suficiente para el tiempo pasado. Dos años parecía mucho, pero en realidad era un suspiro para los inmortales.

—Esperaremos a la noche —ordenó Crowley—. Después de la cena, siempre viene el postre —agregó con malicia.

Si había alguno de ese grupo que pudiera hacer una vida normal cuando fueran solo humanos, ese sería Castiel. Siempre podía encontrar a alguien que lo quisiera y no era tan exigente como lo eran los Winchester. Esos eran duros de roer como siempre. Se le pasó por la cabeza a Sam, pero Sam no era del interés del demonio Dean por el momento, y tampoco creía que fuera de ese interés principal como el que quería.

Volvió el demonio que mandó a fisgonear por la ventana y le informó que la familia estaba cenando. Esta se componía por una mujer, la niña y él. Crowley estaba de traje y se hacían pasar por agentes del gobierno, pues tenía su plan. Salió del vehículo y fue el mismo a mirar la escena, la cual encontró bastante mundana. Se fijó muy bien en la mujer a ver si tenía cierto parecido al Caballero Demonio y vio feliz que sí. Tenía unos ojos verdes muy igualitos con algunas pecas adornando su nariz, solo eso, nada más. La chica era bonita, no una belleza, la niñita era mejor y muy apetecible con esos ricitos.

Estaban terminando de cenar y Castiel tomó la mano de la niña para llevarla a dormir. La hizo lavarse los dientes, después le contó un cuento infantil de uno de los libros que le gustaba a ella.

Derrotado por un demonio (Destiel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora