IX

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Durante la conversación que tuvimos Samanta y yo un día antes de vernos en persona por primera vez, ella me contó la mayoría de las cosas anteriormente narradas. Después de haber leído atentamente las vivencias de la chica de la cual estaba enamorado me encontraba tan impresionado por todo que le pedí que nos viéramos por cámara web, para preguntarle otras cosas y poder ver la expresión de su rostro. Pre- ocupada, triste, inquieta o feliz, siempre se veía hermosa.

Cuando la cámara web se encendió, vi a Samanta tan radiante como siempre. Mas como ya era algo tarde, tenía puesta su pijama. La saludé con afecto y comencé a preguntar.

–Si Diego y tú se alejaron desde ese momento en el que dejaron de hablarse, ¿cómo volvieron a estar juntos?

Samanta respondió serenamente:

–El día que me hiciste esa triste llamada para decirme que ibas a darte una oportunidad con otra persona, me destrozaste el corazón aunque no lo creas.

–No fue mi intención...

–Déjame terminar. Ese día luego de que colgaras, me sentí tan mal, tan golpeada y tan triste porque una vez más, como tantas veces, otro hombre me decepcionó. Ese hombre, por desgracia fuiste tú.

–Fue la peor equivocación que pude cometer. Si yo hubiera sabido que habías sufrido tantas decepciones como yo... lo habría pen- sado dos veces.

–Pero no pensaste. Ese día me rehusé a volver a sufrir por un hombre. Tenía tantas ganas de lanzarme por el barranco que estaba tan próximo a la finca donde estaba visitando de nuevo a mi papá, que de no haber sido por mis primos Aarón y Catalina, lo habría hecho. De camino a la finca vi mi reflejo pálido a través de un sucio charco, y comprendí que no podía continuar así por una pena de amor.

–Lo siento. Sé que esa frase no es suficiente para justificar el dolor que te causé.

–Estaba tan cansada de volver a sufrir que simplemente no lo toleré. Yo... te arranqué de mi corazón esa misma noche.

–¿Me arrancaste? ¿Cómo?

–Tú sabes que conseguí desarrollar capacidades que otros no tienen. Y... simplemente lo hice. Alcancé la forma de olvidarte con mucho esfuerzo, de hacer que mi corazón no sintiera nada por ti. Hallé la fórmula para no sufrir por ti, para no amarte, para no llorar como lloré por los demás. Si no hubieras hecho aquella llamada todo habría sido muy diferente.

–¿Quieres decir que tu corazón, aunque tú lo desearas, ya no puede sentir nada por mí?

–No lo sé. No sé si lo que hice en ese momento de tanta rabia y dolor pueda tener remedio.

Un idilio tan hermoso como el que pudo haber nacido entre ella y yo, ahora se truncaba por uno de esos conjuros, fórmulas secretas, hechizos... no sé cómo llamar a lo que hizo Samanta para evitar el dolor que yo le causé, para no ser víctima del sufrimiento al que yo

la orillé y del cual me he sentido culpable todos los días desde ese día. Tantas noches pensando en volver a buscarla, en decirle que me arrepentía de haber hecho esa llamada porque mi felicidad siempre había estado a su lado y no con otra, en pedirle de rodillas que me perdonara. Todo en vano, pues ella no podría volver a quererme de esa forma jamás, y en cambio yo la amaría así para siempre.

Tarde me di cuenta de que en mi corazón afloraba tanto amor, tarde descubrí mis sentimientos, y ahora debía cargar toda una vida con el peso de aquellas equivocaciones. Sin embargo no me daría por vencido por llegar nuevamente a tocar la puerta de su corazón, por ir en contra de aquellos conjuros y hechizos que yo jamás llegué a comprender. Todo porque creía tener la fórmula para hacerla feliz, para que nunca volviera a sufrir y porque estaba seguro de que a su lado todos los momentos serían de alegría eterna.

VIVO POR ELLA: Cuando el amor traspasa las pantallas de un ordenadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora