Eran las 7 de la tarde. Venía de hacer un trabajo práctico. Estaba en la parada de 318. Estaba molesto. El colectivo no venía más. Hablé demasiado rápido. Justo apareció el colectivo. Me senté junto a un señor de aproximadamente 70 años. Lo raro de esto es que me preguntó cómo sacarle screenshot a la pantalla. Obviamente lo ayudé, pero me pareció re tierno. 2 segundos después, me dijo que era un genio porque en casa no tenía a nadie y no sabía nada de la tecnología. Me sentí re bien de poder ayudarlo. Me dijo que estaba solo y que sus hijos se habían mudado de país y que su esposa había muerto de cáncer hace 8 años. En ese instante, no le di tanta importancia y todavía me sigo preguntando como llegamos a esa conversación, pero me pareció un acto muy valiente de contarle esas cosas a un desconocido. Quizás vio un lugar seguro en mí que yo ni sabía que tenía. Es tan loco. Un acto tan pequeño me dejó pensando todo el viaje. Mientras pasaba por el Maxi Carrefour, me puse a pensar que nunca me sentí tan solo en esta vida. Tenía amigos, tenía un gato, tenía a mis abuelos; pero nada era suficiente. Hablar no servía de nada si no tenía a nadie que me escuchara. Un hombre hablando sobre su ansiedad no le gusta a la sociedad. Una guerra en mi mente no puede ser peleada en público. No entendía porque salían lágrimas de mis ojos mientras el colectivo pasaba por el restaurante Pepes. Me estaba odiando a mí mismo. Odiaba llorar. Faltaban 2 cuadras para llegar a casa.
Era hora de hablar con mi mejor persona e ir al mejor lugar. La casa de mi abuela. Una casa humilde en la cual mi abuelo dejó la escuela para ayudar a su familia, arriesgando su infancia. Una casa llena de fotos de sus nietos y con partes sin revocar. Una casa muy humilde llena de huellas de infancia y con olor a tantos años de vida.
Me bajé del colectivo y lo primero que hice fue cruzarme a la casa de mi abuela. Tenía ganas de tomar unos mates con la loca. Era un porción de pasta frola lo que me provocaba desahogarme. Puse algún canal de esos que pasan la novela y empecé a conversar con ella, preguntando qué andaba haciendo de su vida y qué había almorzado. Estábamos re tranquilos los dos. Mi abuelo trabajaba y no podía hacernos compañía. Para mí, aprovechó que estábamos nosotros solos para tirar la bomba. No sabía lo que me esperaba pero lo supuse. Ella se venía sintiendo mal hace varias semanas. La llevaron al médico y le dijeron que era algo terminal. No entendía nada pero puse mi mejor cara de entender todo. En ese momento me dijo:
-Vení, tengo que hablar con vos, pero no te asustes.
En ese momento, me re asusté. Una enfermedad llamada cáncer fue el dolor que estuvo sintiendo hace 3 meses. Un tumor muy avanzado en su pierna izquierda. Estaba asustado y un poco sorprendido. Era re loco porque el señor del colectivo me dijo que su esposa había muerto de cáncer. ¿Será el destino?En el momento, dijé que iba a estar tranquilo pero no sabía si podía mantener el equilibrio de mis emociones. La miré, sequé sus lágrimas y le dije que todo iba a estar bien. De todas formas, ella puso su mejor onda y me prometió que iba a estar brindando conmigo en año nuevo. Lo único que pedía es que se acuerde de mí todos los días, que nunca se olvide de nuestros mates y de nuestras charlas. Justo llegó mi abuelo, interrumpiendo el momento.
-¿Le contaste la noticia? preguntó. Fui hacia él y lo abracé lo más fuerte que pude. Le dije que se ponga el mismo casco que usó en la guerra de las Malvinas porque es una persona muy fuerte. Tuvo que aguantar tantas cosas desde que nació. La vida no paraba de darle golpes bajos, y así y todo, sigue adelante como un soldado. Mi guerrero.Terminé de merendar, me despedí de mis abuelos y me fui a mi casa. Me di cuenta que días como estos solo quería agarrar mi bici e irme lejos o gritar en lo más alto del puente de la Noria. Estaba muy mal y muy angustiado por todo. Mi abuela me había dicho que la ciudad era muy grande y tenía gente vacía, creo que tenía razón. Literalmente quería poner mi almohada y llorar hasta dormirme. Es una temporada maldita pensé. La noticia me pegó re mal. Sentía que estaba perdiendo a mi mejor amigo. Estoy pensando que voy a vivir solo toda mi vida. Todo es muy confuso. Hace 3 años que nada está siendo divertido, pero aún tengo fe en los días buenos. Ya lo confirmé. Es una temporada maldita.
La noche estaba re linda, pero no podía dormirme. Fui hacia el balcón a ver si alguien me escuchaba. Mis pensamientos estaban rebotando y vi que la gente está envejeciendo. Tenían en común el mismo discurso. Los adultos te dicen que disfrutes de tu adolescencia y que salgas de fiestas, pero después, cazan y matan a las que realmente lo hacen. Al final del día, crecer es horrible y la escuela es re depresiva. ¿En qué momento pasó el tiempo? Todavía recuerdo cuando tenía 10 años y lo único que pensaba era en crecer y ser independiente. Tenía tanto apuro por crecer que ahora tengo 16 años y quiero regresar el tiempo atrás, donde mi papá sentía aprecio y mi mamá no salía de tu vida para no regresar nunca más. ¿Cómo una persona puede saber muchas cosas a los 14 pero nada a los 16? Ya era hora de darme cuenta que están envejeciendo, mis abuelos pronto se van a ir y ya se le van notando las canas a mi mamá. ¿Qué onda con la vida?¿Cómo pasé de crecer a derrumbarme?¿A dónde se ha ido el tiempo? Ya no hay noches de películas en familia, ni mucho menos va a haber una familia unida. Hay mucho desorden en mi pieza y la casa de mi infancia ha sido demolida.
En fin, muy triste todo pero recuerdo que el año que viene soy promo y eso es lo único que me mantiene despierto hasta ahora. Al final del día, la vida es emocionalmente abusiva.
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Un Mundo Solo
Fiksi RemajaJunto con su perspectiva pesimista del mundo, les presentamos a Alex, la historia de un chico Argentino que lucha todos los días para soñar en que habrá un mañana bonito y que su situación familiar mejorara.