Alex
Blas sonríe desde el otro lado del mostrador mientras prepara nuestra comida. Me encantaría borrar esa sonrisa de una piña, pone nervioso a Dante y eso no me gusta para nada y menos viniendo de el. Aunque solo lo ví dos veces, me resulta tan irritante su presencia que no puedo evitar estar en total silencio viendo a Dante jugando con las manos, el hace eso cuando está nervioso.
El me dice algo pero no logro concentrarme en otra cosa que no sea ese tipo que ahora me mira serio, demasiado bipolar, típico de estos idiotas. Levanto una ceja para que note que me desagrada y el mira para otro lado aunque sigue mirando de reojo, imbécil.
—Alex, deja de mirarlo. Me dice Dante y pongo toda mi atención en el.
—Lo siento, ni lo conozco y me cae fatal, ¿Por qué te sigue hablando?.
Dante levanta los hombros y yo gruño, necesito hablar de otra cosa antes de que me levante de la mesa y estampe la maldita cara de Blas en su puto mostrador. No entiendo porqué estoy tan enojado, pero saber que incómoda de mala manera a Dante me pone los pelos de punta.
—Vayamos a otro lado. Dice Dante y niego rápidamente a su sugerencia.
—No, no le daremos el gusto de que te afecte ese inútil. Respondo y el sonríe.
—Estas más enojado que yo. Dice el y niego.
—No me gusta que hagan sentir incomoda a la gente, es por eso. Además me contaste que fue una basura contigo y tampoco me gusta eso.
Veo que Dante suelta una sonrisa y no puedo evitar imitar su acción. Es involuntaria mi sonrisa pero no me desagrada mostrarla, a él no. Rato después el inútil... Digo, Blas, trajo nuestra comida pero hay algo de más, el le dejó un postre de frutilla de regalo a Dante ya que el no había pedido eso. Le sonríe y se retira.
Dante se rasca la cabeza y levanta los hombros, el tampoco se esperaba eso por lo que veo y lo coloca a un costado de la mesa. Miro hacia el mostrador y veo su sonrisa estúpida estampada en su cara, agarro el postre y me dirijo hacia donde el tonto está. Siento la mirada de Dante seguirme y escucho que dice algo pero no logro saber que.
—No le gusta la frutilla. Le digo y dejo el postre sobre el mostrador con una fuerza más de la debida.
—El puede venir y decirlo el, no?.
—No, sabes que no, no tiene ganas de hablar con vos. Le respondo y me doy la vuelta para irme pero el dice algo.
—¿Por qué lo protejes tanto?. Pregunta el tonto.
Yo respiro intentando mantener la calma porque este no me va a sacar la poca paciencia que estoy teniendo en estos momentos por su culpa.
—¿Te molesta?. Le pregunto.
—Para nada, pero no necesita de su novio para defenderse. Suelta y levanto una ceja.
—¿Y si fuera así, que pasa?,¿ Te molestaria que fuera su novio?. Le digo desafiante.
El suelta una risa pero se nota su falsedad a millones de kilómetros.
—No son compatibles en nada. Dice y ahí calló la verdad.
—¿Y tú con el si?, no me hagas reír, no es mi novio, es mi amigo pero gracias por la sinceridad, te revelaste solito, adiós.
Le digo y noto su cara sería pero me voy a nuestra mesa y le sonrio a Dante que tiene alta cara de preocupación. No escuchó nada de lo que hablé con ese idiota, solo pagamos la cuenta y nos vamos del lugar. Aunque quedó con la duda y no se tardó en preguntar.
ESTÁS LEYENDO
El invierno que conocí a Alex
RomanceUna tarde de invierno logra cruzar en el mismo camino a Alex y Dante, adolescentes de la misma edad, misma escuela pero ninguno sabía de la existencia del otro hasta que por culpa de una tormenta de nieve, ambos quedan encerrados en el salón de clas...