Foreword

4.2K 283 276
                                    


"Tú nunca entenderás cómo me provoca ver el dolor de la gente..."

Se levantó de la cama en cuanto tuvo la oportunidad. Sus brazos no habían dejado de rodearle, impidiéndole el más mínimo movimiento. Pero ahora que le había soltado, acomodándose en otra postura, no dudó en levantarse rápidamente.

"Oír sus gritos y saber que Yo tengo el poder de un Dios..."

Todo él temblaba, mientras, parado frente al lecho, completamente desnudo, observaba aquella figura tumbada sobre el colchón, mostrando los músculos de su pecho, mientras la sábana cubría a partir de su cintura. Su cabello estaba esparcido por la almohada, su cuerpo aún estaba perlado en gotitas de sudor, y esos pelos cortos de su frente, se adherían a su piel. Era una imagen sensual, como contemplar una bella estatua griega, pero al mismo tiempo, aquella imagen le resultaba aterradora. No sabía cuándo se despertaría, y si en realidad estaba dormido, y temía su reacción al no verlo tumbado, para someterse otra vez a sus ardientes deseos. Le temía. Ese miedo era más fuerte que él. El miedo le calaba hasta los huesos, y al mismo tiempo, lo cual no comprendía, sentía el ansia de poder contentarle. No quería verlo enfadado; nada podía ser peor que eso. Pero no aguantaba más...

"Un juguete bonito para jugar..."

Se miró las manos temblorosas y se las llevó a la cabeza, quejándose cuando, sin recordarlo, se rozó el golpe que tenía en el ojo. Fue hacia el espejo que había en la habitación. Contempló su reflejo, casi sin poder aguantar las ganas de llorar al ver esos moratones en su torso. No quería ni imaginarse cómo debía tener la espalda, la cual, le escocía en algunas zonas donde él había arañado sin miramiento alguno. Por suerte, la oscuridad alrededor de su ojo podría disimularse con algo de maquillaje.

"Una pistola en el suelo... Un agujero en tu cabeza..."

Dio media vuelta, estirando el cuello para poder verse por detrás. Le horrorizó lo que vio. Apenas tenía uñas, pero se las había clavado de tal manera, que le habían llegado a hacer largas líneas de sangre. Descendió la mirada. Tenía el trasero enrojecido, y entre los muslos, pudo ver más sangre. Aquello le dolía a horrores; había sido como la primera vez. A cada paso que daba, sentía un pinchazo en el recto, y caminar se le hacía una tarea difícil de llevar a cabo. No quería imaginar cómo sería al sentarse. Volvió a darse media vuelta, contemplándose de frente... Cerró los ojos.

------------------

- Por favor para...
- Lo estás deseando... -Cogió ambos brazos del chico que estaba a gatas sobre la cama, dándole la espalda, y estiró hacia atrás, al mismo tiempo que comenzaba a indagar en su interior, en aquella zona tan sensible e íntima.
- ¡No, por favor...! -lloraba, suplicando que no siguiera.

------------------

Abrió los ojos. No podía imaginar cómo había llegado a esa situación. Era de locos, era ilógico. Era algo demente. No podía ser llevado a cabo por alguien que presumiera de tener la cabeza en su sitio. No comprendía por qué hacía todo lo que le estaba haciendo. Siempre le había apoyado, siempre le había ayudado, incluso hasta que aquella situación comenzó a moldearse con los días, no supo si en realidad le gustaban los hombres. Además, y lo peor de todo, es que era su hermano...

------------------

- ¡Déjame en paz! ¿¡Me oyes!? -le gritó, sin poder hacer nada más, cuando el puño cerrado del chico fue a parar a su ojo.

Apenas fue consciente de lo ocurrido cuando cayó al suelo por el duro golpe. El agresor se agachó, tumbándose sobre el agredido, apoyado en sus manos. El chico gemía de dolor en el suelo. La cabeza le daba vueltas, y no era consciente de lo cercano que tenía aquel rostro del suyo.

- No te atrevas a rechazarme... -susurró amenazante a su oído. Con una mano le acarició el pelo, apartando esos mechones que le caían sobre el rostro y colocándolos tras su oreja.- No sé qué haría sin ti... -dijo ahora en un tono dulce, acariciando con la punta de su nariz, los labios entreabiertos de su hermano...

------------------

Volvió a ver su cuerpo dormido en la cama, a través del espejo. Sobre la sábana blanca, en su lado del colchón, había una mancha roja.

"Y como una puta... Desearías estar muerto..."

Parecía tan tranquilo, ajeno a todo lo que estaba pasando; ignorando lo que pudiera estar pensando. Incluso parecía una persona pacífica y tranquila; en realidad lo era, pero no con él, no desde aquella noche, en la que se convirtió en su juguete...

"Un bonito juguete para jugar..."

------------------

Cayó sobre el colchón cuando le hubo soltado los brazos. Los tenía doloridos. Le escocía la garganta de haber gritado con todas sus fueras para intentar que alguien le ayudara, pero sus gritos habían sido acallados por la almohada contra la que lo retenía. Tenía los ojos hinchados y rojos de llorar. Las lágrimas surcaban libremente sus mejillas, y el dolor de su cuerpo era tal, que ni siquiera sentía poder tener fuerzas para moverse. Cayó como un peso muerto, y eso es lo que deseaba; estar muerto. Sintió cómo su zona rectal se humedecía del placer que había experimentado el chico. No salió hasta no haberse desahogado totalmente, manteniendo alzadas las caderas de su víctima. Luego le dio una palmada, apretando con fuerza la nalga derecha, y agotado a la vez que extasiado, se tumbó sobre su espalda, rodeándole con los brazos, como un cariñoso amante. Sus labios besaron su hombro, mientras con los movimientos de su cabeza, apartaba los cabellos que le provocaban un cosquilleo en la nariz.

- Eres mío, Bill... De nadie más...

Pretty toy | Tom and Bill Kaulitz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora