Se encontraba frente al espejo, mirándose una vez más, con su mente agotada, recordando aquellos momentos como si fueran flashes en su cabeza. No comprendía qué le estaba sucediendo a Tom, no conseguía imaginárselo. Todo era demasiado extraño. Tom le quería, y al mismo tiempo que estaba disfrutando de los abusos a los que le sometía, sufría por algo que ni siquiera Bill conocía. Le culpaba de haberle hecho daño. ¿Qué daño le había hecho? Él siempre estuvo apoyándole, incluso se esforzó porque todos volvieran a tratarle del mismo modo, después de encontrarse a Tom llorando en el sofá, gritando que ya nadie contaba con él, que no era más que un cero a la izquierda, y luego saliera corriendo del estudio. Por un extraño pensamiento que le recorrió el cuerpo, sintió que aquel fue el principio del fin del Tom que creía conocer. A partir de aquel día la relación con su hermano fue cambiando. Él le rehuía, y muchas eran las veces en las que se lo había encontrado tirado en el suelo, con el rostro brillándole por las lágrimas, y nunca quiso decirle por qué. ¿Qué le ocurría? Debía haber una explicación lógica a todo aquello; algo que realmente excusara la terrorífica actitud que había adoptado…
Recordó la noche en la que por primera vez se decidió a atacarle. Había borrado demasiados detalles debido a su estado de embriaguez, pero aquello no lo borraría nunca de la mente, cuando vio a su hermano amenazando y gritándole a alguien en el sofá. Alguien que no existía, que no estaba ahí. Incluso vio que Tom se daba una palmada en la cara, y después se la cogía con fuerza, obligándose a sí mismo a seguir mirando a su lado. Pensó en ir a hablar con él, pero por desgracia, otros asuntos le reclamaban. Unos asuntos más importantes, unos asuntos jodidamente especiales, como para dejar a su hermano en aquel estado… No se lo perdonaba. Quizá, si hubiera ido, todo aquello no hubiera pasado…
Miró a Tom. Estaba tumbado en la cama, durmiendo tranquilamente, como si lo ocurrido unas horas antes no hubiera sido más que una pesadilla de Bill. ¿Debería tumbarse de nuevo junto a él para que lo viera allí cuando se despertara? Debía, pero no quería. Dio un paso corto hacia la cama, temeroso porque el más mísero ruido pudiera despertarle. De repente, un fuerte estruendo hizo que se sobresaltara. Un trueno, y casi al mismo tiempo, el ruido de miles de gotas golpeando en el cristal de la ventana. Aquello parecía un aguacero. De nuevo dirigió su vista hacia Tom; por suerte seguía sumido en un sueño profundo. Bill sintió envidia por un momento. Estaba agotado física y psíquicamente, y no podía tranquilizarse lo suficiente como para dormirse, por miedo a que volviera a acercársele de aquel modo. Ahora miró la puerta; afortunadamente estaba abierta, ya que las bisagras estaban oxidadas desde hacía tiempo, y hacían un ruido ensordecedor cuando las movían. Con pasos sigilosos, pero rápidos, salió de la habitación, para dirigirse a la suya. No estaba dispuesto a aguantar más humillaciones y abusos, era momento de marcharse, y si todo su futuro se iba al traste por ello, no le importaba; no quería seguir sufriendo más los daños de su hermano, ni quería seguir sufriendo por lo que probablemente le estuviera pasando a él. Aún así no le queda claro el por qué…
Entró en la habitación; estaba destrozada y un fuerte olor, bastante desagradable, le inundó el sentido olfativo. Vio las marcas de sus uñas en el marco de la puerta. Se miró las manos, y hasta el momento no se había dado cuenta de que le faltaban parte de las uñas. Se tocó los dedos, y sintió un escozor. Rápidamente, pues no quería ir desnudo por la casa, cogió unos calzoncillos de su cajonera, y se los puso. Luego fue al baño, donde encontró un paquete de tiritas, y se entretuvo, no demasiado, en ponérselas en los dedos que estaban dañados, para que el contacto con la ropa no le hiciera daño. Una vez hubo acabado, de nuevo corrió hacia la habitación. Estaba buscando entre los cajones algo que ponerse, cuando de repente, oyó como rascaban una puerta. Miró tras de sí. Allí no había nadie. Luego se detuvo en la puerta del cuarto de baño, y de nuevo rascaron. Scotty. Corrió como le fue posible, debido al dolor que le asestaba el trasero cada vez que intentaba dar un paso, y al abrir la puerta, el perro se lanzó contra él, reclamando mimos. Bill se agachó hacia el animal y comenzó a acariciarlo nerviosamente. Lo abrazó con fuerza, susurrándole palabras que intentaran consolar al perro, y éste dejaba escapar leves gruñidos, que parecían más bien lloriqueos. Bill le hizo sentarse, pero Scotty insistió en seguir lamiendo el rostro de su dueño. Lo detuvo un instante; en aquellos momentos era el único apoyo que tenía.
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Pretty toy | Tom and Bill Kaulitz
Fanficuna dura lucha entre los gemelos Kaulitz y consigo mismos... By: LeNa Publicado: 18/11/2010 Terminado: 29/01/2011