Chapter Three

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Habían pasado dos días desde la primera vez que Tom había decidido atacar a su hermano de la forma más cruel posible. Bill se pasó todo el día siguiente tumbado en la cama, sintiendo como el líquido en su pecho se iba secando, y el dolor de su trasero, siempre alejado de cualquier tacto, iba aminorando. No sólo la fraternal relación con su hermano se perdió aquella noche; su orgullo se fue con ella... Se sentía hundido, muerto por dentro... No tenía fuerzas para moverse, no tenía fuerzas para resistir, porque todas las gastaba pensando en qué le estaba ocurriendo a su gemelo. No comió, no bebió nada, ni siquiera se movió de la posición en la que lo había visto Tom antes de salir de la habitación. Scotty había estado protegiéndole, tumbado a los pies de la cama, vigilando la puerta, que estaba entornada... Había oído los pasos de Tom merodear por el pasillo, dejando en el aire alguna frase como que debía comer algo... "Creo que ya he comido suficiente para el resto de mi vida...", pensaba cada vez que lo oía decirle aquello. Tom no le había ido a visitar aquel día, ni al día siguiente hasta ya entrada la noche... La imagen del rubio, irrumpiendo escandalosamente en la habitación le estremecía. Se sobresaltó en la cama en cuanto oyó el ruido de la puerta, como si se hubiera resquebrajado. Como un loco, Tom se acercó peligrosamente a la cama. Scotty ladraba mostrando sus dientes, intentando proteger a Bill, pero el rubio apenas le hizo caso al perro, hasta que saltó hacia él para morderle. Sólo pudo arañarlo con las uñas, porque Tom fue rápido, y le propinó tal patada al animal, que lo dejó tirado en el suelo. Lo cogió de las patas traseras, y estiró de él hacia el cuarto de baño de la habitación; allí lo encerró. Bill gritaba, pidiéndole que no le hiciera daño al perro, cuyos aullidos eran lo más parecido a un lloriqueo.

- ¡Cabrón! -gritó Bill, saltando sobre la espalda de Tom, mientras éste cerraba la puerta del lavabo.- ¡No le hagas daño, puto maníaco!

Bill comenzó a golpearle como podía. El mayor recibía los golpes con una sonrisa, aunque le dolieran en realidad. Se acercó a la cama, y se tiró de espaldas, dejando a Bill tumbado de nuevo. Le dio un codazo en el estómago, haciendo que le soltara el cuello, y se levantó de golpe, viendo como su hermano se retorcía sobre el colchón, sujetándose la zona agredida con los brazos.

- Eres realmente patético... -susurró, burlándose de él.

En ese momento despareció de la habitación, y en cuestión de segundos, volvió a entrar, con un cubo en la mano. Lo alzó lo suficiente, y con fuerza, derramó todo su contenido sobre Bill. Era agua, y estaba realmente fría. El pequeño volvió a sobresaltarse, escupiendo el agua que le había entrado en la boca, al tenerla abierta, intentando recuperar la respiración. Aún sentía el dolor de su estómago, pero ahora lo que más sentía era rabia, furia... Aquello no iba a perdonárselo nunca, y quería hacer lo posible para que no se lo pasara tan bien... Se levantó de la cama como pudo, aún con una mano puesta contra su cuerpo. Se acercó a Tom, y cuando lo tuvo lo suficientemente cerca, lo empujó... Pero no tenía fuerzas; estaba demasiado débil después de pasarse dos días tumbado, y con el estómago vacío. Pero le sobraban energías para gritar... A Tom no le hizo ninguna gracia que su hermano hubiera decidido plantarle cara.

- ¡Déjame en paz! ¿¡Me oyes!? -le gritó, sin poder hacer nada más, cuando el puño cerrado del chico fue a parar a su ojo.

Apenas fue consciente de lo ocurrido cuando cayó al suelo por el duro golpe. El agresor se agachó, tumbándose sobre el agredido, apoyado en sus manos. El chico gemía de dolor en el suelo. La cabeza le daba vueltas, y no era consciente de lo cercano que tenía aquel rostro del suyo.

- No te atrevas a rechazarme... -susurró amenazante a su oído. Con una mano le acarició el pelo, apartando esos mechones que le caían sobre el rostro y colocándolos tras su oreja.- No sé qué haría sin ti... -dijo ahora en un tono dulce, acariciando con la punta de su nariz, los labios entreabiertos de su hermano...

Pretty toy | Tom and Bill Kaulitz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora