Capítulo 3

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NOAH

Ya se habían ido casi todos los invitados. Jenna estaba saludando a mi madre y Nick estaba fumando un cigarrillo con Lion en la parte de atrás. Miré a mi alrededor, al desorden que había quedado tras la fiesta, y agradecí por primera vez tener a alguien que limpiase la casa todos los días.

Después de tanto rato socializando, me gustó tener un momento a solas para poder apreciar la suerte que tenía. La fiesta había sido increíble: todos mis amigos habían estado allí y me habían traído regalos espectaculares que ahora reposaban en una pila enorme sobre el sofá del comedor. Iba a llevarlos a mi habitación cuando noté que alguien me rodeaba la cintura con los brazos.

—Te han hecho un montón de regalos —susurró Nick en mi oído.

—Sí, pero ninguno se puede comparar con el tuyo —repuse girándome para mirarlo a los ojos—. Es lo más bonito que me han regalado nunca y significa mucho porque viene de ti.

Él pareció sopesar mis palabras por unos instantes hasta que un atisbo de sonrisa apareció en sus labios.

—¿Lo vas a llevar siempre? —me preguntó entonces. Una parte de mí comprendió que para él aquello era muy importante, en cierto modo había puesto su corazón en ese colgante y sentí un calor intenso en el centro de mi pecho.

—Siempre.

Sonrió y me atrajo hacia él. Sus labios rozaron con infinita dulzura los míos, con demasiada dulzura. Me adelanté para profundizar el beso, pero me sujetó quieta donde estaba.

—¿Quieres más? —me ofreció junto a mis labios entre abiertos. ¿Por qué no me besaba como Dios manda?

Abrí los ojos y me lo encontré mirándome. Sus iris eran espectaculares, de un azul tan claro que me causaba escalofríos.

—Sabes que sí —contesté con la respiración acelerada y los nervios a flor de piel.

—Ven esta noche conmigo.

Suspiré. Quería ir pero no podía. Para empezar, a mi madre no le hacía gracia que me quedase a dormir con Nick y la mayoría de las veces que lo hacía era porque le mentía diciendo que estaba en casa de Jenna. Además, tenía que estudiar, esa semana tenía cuatro exámenes finales y me jugaba todo si suspendía.

—No puedo —respondí cerrando los ojos.

Su mano bajó por mi espalda con cuidado, en una caricia tan delicada que se me pusieron los pelos de punta.

—Sí que puedes, y empezaremos donde lo dejamos en el jardín —re- plicó alcanzando mi oreja con sus labios.

Sentí mariposas en el estómago y el deseo crecer en mi interior. Su len- gua acarició mi lóbulo izquierdo para después dejar paso a sus dientes... quería ir... Pero no podía.

Me aparté, y al abrir los ojos y fijarme en los suyos me estremecí... había echado de menos esa mirada oscura, ese cuerpo que a la vez que me intimida me proporcionaba una seguridad infinita.

—Ya nos veremos, Nick —dije dando un paso hacia atrás. Sus ojos me escrutaron entre divertidos y molestos.

—Sabes que si no vienes no habrá sexo hasta tu graduación, ¿no? Respiré hondo: estaba jugando sucio, pero era la verdad. Yo no iba a

tener apenas tiempo y menos de bajar a la ciudad a verlo y si él no quería venir a casa porque no deseaba encontrarse con su padre...

—Podemos ir al cine —propuse con la voz entrecortada. Nick soltó una carcajada.

Culpa tuya © (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora