Rosas y Muerte

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Chan tomaba a Seungmin de la cintura mientras veían el jardín. Seungmin sabía que a partir de ahora tenia un solo dueño, un solo alfa, no mas visitas a lugares extraños, no mas dolor, no mas sufrimiento, no mas hambre, no mas sed.

"Este lugar es muy grande así que siempre quiero que estes acompañado, tal vez mi primo y los otros dos omegas que viste te acompañen, hay un pueblo de nuestra manada vecina muy cerca de aquí, podrías ir cuando gustes solo avísame, ¿de acuerdo?" Hablo el alfa mientras veía aquel pinchazo que se había dado Seungmin. El omega asintió.

"Podre salir y entrar sin problemas, no tengo que quedarme encerrado." Hablo el omega con una voz aguda y baja. Chan asintió mientras sonreía.

"Así es, si lo deseas solo házmelo saber. Te daré lo que quieras, solo pídemelo." Seungmin sonrió ante aquello y se sonrojo. El aroma de Chan era tan embriagador que le gustaría estar atrapado en sus brazos y pecho todo el día, la única que vez que sucedió eso fue cuando el doctor lo reviso.

"Mi señor no quiero incomodarlo, pero la temperatura ha bajado y quisiera regresar a nuestra... a su habitación" Se corrigió de inmediato el omega cundo noto que había soltado algo que no era del todo correcto.

"Minnie, puedes llamarla así, porque es verdad." Dijo el alfa con una sonrisa alargada, el omega se sonrojo aun mas cuando escucho el apodo, ese apodo era bonito y era con su nombre, no era despectivo ni grosero, era dulce, tierno y era suyo.

Cuando regresaron al cuarto el alfa dejo acomodado al omega en la cama, miro por la ventana como la noche regresaba a cubrir la finca. Debía ser mas listo que cualquier otro alfa, no podría dejar que volvieran a lastimar a Seungmin.

Tenia poco de conocerlo, casi nada, pero la luna que se veía en aquel cielo oscuro era tan testigo como todos que ese omega era el destinado de Chan. El alfa jamás se intereso en omega, ni betas, ni nada en general, su padre y madre llegaron a creer que no tendrían herencia por parte de su primogénito, seguramente estaban muy felices en el mas allá mirando como su hijo había encontrado su destinado, el hijo del hombre que termino con su vida.

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El tiempo es relativo, cuando menos se dieron cuenta ya había pasado una semana. Seungmin caminaba solo por los pasillos, aun con miedo y mirada gacha. Se dirigía al jardín de los rosales, desde que Chan lo había llevado Seungmin se encargaba de que las platas estuvieran bien, le gustaban las rosas.

Chan adoraba cuando el chico regresaba de su paseo en el jardín, su olor era mas dulce las rosas se impregnaban en su ser haciendo que su olor natural fuera mes intenso. Chan estuvo acomodando todo, fechas, días y horas para que Seungmin fuera presentado como el omega de Chan, como el nuevo líder.

Seungmin cruzo la puerta y se coloco sobre sus rodillas para acomodar un rosal que parecía no estar firme, hasta que una mano con demasiada fuerza lo empujo.

"¿Qué haces? ¿Quién te dio derecho de tocar los rosales de mi madre?" grito una voz femenina. Seungmin no se asusto, pero vio a la chica, un parecido a Chan, dedujo que era su hermana. Aun no se la presentaban formalmente, la había visto a distancia, ni él ni mucho menos ellas se habían acercado.

"Yo, mi señor Chan me ha dejado cuidar de esto." Hablo el omega mientras mostraba sus guantes.

"¿Tu señor Chan? ¿Entonces mi hermano ya te volvió su puta personal?" hablo la chica con sus labios apretados. "Si sabes lo que eres, un omega que fue vendido como un saldo pendiente, gracias a tu padre, los míos ya no están y no te compro el drama de ser vendido a tantos alfas." Seungmin sentía sus ojos picar ante las palabras pero se mantuvo firme y no dejo caer ninguna lagrima. "Seguramente planeaste esto con tu padre, ser el omega que hace que mi hermano se meta entre sus piernas para controlar esta manada, pero no mientras yo este aquí. Quiero que te largues y busque un lugar al cual pertenecer, al prostíbulo del pueblo, ese seria un lugar mejor"

Wolfgang Donde viven las historias. Descúbrelo ahora