Vuelta a casa

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Lucille 

Apretó la bolsa negra contra su pecho mientras se abría paso entre la gente que abarrotaba las calles que la llevaban a la que alguna vez había sido su cafetería preferida. 

La música inundaba sus oídos seguida por la suave voz de Florence + The Machine. 

So long and lost, are you missing me?

Is it too late to come on home

Are all those bridges now old stone. 

Su piel se erizó al ritmo que la música proseguía... Volver a casa. 

Miró a su alrededor, casi como si esperara que la canción lo apareciera delante de ella, con sus profundos ojos verdes y las pecas en sus mejillas. 

—Basta Lucille— se reprimió mentalmente mientras jalaba de la puerta y la campanilla de la entrada emitia un sonido que anunciaba al resto de la gente su llegada. 

Irónicamente, su primera reacción fue buscar aquellos ojos y si bien, encontró varios ojos verdes, ninguno eran los esmeralda suyos. 

—¡Al fin estas aquí!— una voz profirió en un gritito ahogado mientras un par de largos brazos la enredaban en un cálido abrazo. 

Había pasado tanto desde la última vez que Lucille habia estado en su ciudad, en casa. Todo parecía haber cambiado pero al mismo tiempo, es como si el lugar se hubiera quedado congelado en el tiempo. Esperando por ella. 

—Bueno pues, uno puede salir de Lyon pero Lyon jamás sale de uno—

Y esa era la manera en que ella lo sentía; era como haber sido jalada de vuelta a un lugar que te dio tantas alegrías y al mismo tiempo, te desoló por completo. 

Pero ella era Lyon y Lyon era ella; ahí había nacido y crecido, había jugado y raspado sus rodillas en aquellas calles. Había conocido a sus amigos y al amor ahí, pero tambien había conocido lo que era un corazón roto. 

Y por más que ella hubiera querido correr, la había arrastrado de vuelta como el mar a las olas. 

Pero Lucille no estaba decepcionada, de hecho estaba feliz de volver, a su vida, a sus amigos y sobretodo, el hecho de trabajar en lo que ella siempre habia anhelado trabajar. 

Se había curado de el... O al menos eso era lo que ella creía. 

—Y, ¿cómo te sientes? ¿estas emocionada por tu nuevo trabajo?— preguntó Aurelie, quien la miró sonriendo como si fuera una niña pequeña, sus grandes ojos azules brillando con fuerza. 

Lucille miró a su amiga con una tierna sonrisa; la había extrañado, era su mejor amiga después de todo. Tenerla en otra ciudad no era lo mismo que tenerla ahí frente a ella. 

—Sinceramente, estoy nerviosa— suspiró. —Pero al mismo tiempo, bastante feliz— la chica castaña dijo. Y sus ojos no la traicionaban, la felicidad irradiaba de ella. 

—¿Qué hay de Alistair? Ya sabes... Lyon es pequeño cuando no quieres encontrarte a alguien...—la rubia hizo la pregunta que estaba muriendo por evitar. 

Alistair. Alistair. Alistair. ¿Qué era el dueño de la ciudad o algo similar? 

—Todo esta bien Aurelie. Sucedió hace mucho tiempo— dio un sorbo al café que había pedido. —Yo lo superé, el siguió con su vida hasta donde tengo entendido—si, claro que lo hizo.—Los dos crecimos y si somos sinceros, nada sucedió realmente entre nosotros. Solo fue un tonto enamoramiento de niños torpes— sigue mintiendo. 

Una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora