Ganar

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Alistair

Perder tu primera oportunidad real a un campeonato, un total desastre, ¿cierto? Mientras tu te esfuerzas y lo das todo, tu maldito equipo lo arruina todo sin piedad. Error tras error tras error.

No importaba cuanto lucharas, no importaba que dieras tu cien porciento, nunca era lo suficientemente bueno.

Por más que lo dieras todo, se escapaba como el agua de entre los dedos casi como si no hubiera estado hecho para ti.

Y desgraciadamente eso era lo único con lo que soñabas... bueno y eso otro.

Escudriñó sus ojos, concentrados en el simulador, fijos en las curvas del circuito; no podía y sobretodo, no debía desconcentrarse. Ese era el objetivo, la meta a conseguir.

Un suspiro escapa de sus labios en cuanto cruza la meta para posteriormente levantarse y estirar su cuerpo un poco, el cansancio reflejado en sus músculos.

Últimamente eso era lo único en su mente: Ganar.

Pero, ¿cuándo se detenía y descansaba? No lo sabía pero tampoco era como si le importara, pero a sus amigos si. Este no era el Alistair usual, sino un androide con su rostro que tomo su lugar y se instaló entre ellos.

Ya no pensaba en salir a divertirse o a estar con sus amigos, estaba demasiado ocupado en sus asuntos; practicando en el simulador, rompiendo sus propios records, entrenando.

Emilio lo vio salir al estacionamiento, sus manos acariciando su cuello y sus ojos lo suficientemente ocupados en sus tenis blancos.

—Hey Al! ¿Harás algo esta noche?— el chico andaluz preguntó alcanzandolo.

De cerca se podía ver el cansancio reflejado en los ojos de Alistair, la falta de luz en ellos.

—No realmente, estoy algo cansado— el chico encogió sus hombros. Todos sabían que aquello no era una mentira, era bastante evidente. —¿Quieres jugar FIFA esta noche?—

—De hecho iba a invitarte a Vixen esta noche—Emilio pasó la mano por su negro cabello.

—No lo creo hermano— Alistair miró sus manos y de vuelta a su compañero de equipo. —No he estado de ánimo ultimamente— susupiró larga y tendidamente.

¡Bingo!

—Precisamente Al, no puedes seguir así— el pelinegro posó una mano en su hombro a señal de apoyo. Alistair profirió un pequeño y apenas perceptible suspiro.—Tienes que salir, desestresarte... ¡vivir!— la voz ronca de Emilio se alzó en un grito alegre.

"Es fácil decirlo cuando no lo has perdido todo" pensó Alistair mirando al morocho.

—Vamos hermano, Theo estará ahí— su amigo lo miró, dandole un pequeño empujón con el hombro y ofreciendole una sonrisa amable.

—Lo pensaré, no prometo nada— dijo Alistair caminando hacía su auto con la cabeza gacha. 

—Y todo para nada—susurró Emilio, esperando que esto resultara de la mejor manera.

Alistar arrastró sus pies al auto y se dejó caer de golpe una vez dentro.

Sentía sus músculos adoloridos, las muñecas tensas y los hombros rígidos.
Quería descansar pero su mente se lo impedía.

Descansar es para débiles. Para perdedores. Se repetía constantemente.

Arrancó el auto, automáticamente yendo a casa.

—Mierda— dijo viendo el nombre de Carlota brillando en la pantalla. —No ahora por favor—

Carlota Levet no conocía límites, no conocía la palabra no... mucho menos el "se acabó" el cual estaba seguro que no había escuchado nunca.

—Vamos Ali, tú y yo somos algo especial— su voz sonaba una y otra vez en su mente. —Que pensarán los patrocinadores y la marca...—

—¡Joder Carlota!— exclamó Alistair interrumpiéndola. —Ese es el maldito problema, tú no te preocupas por mi. Tú no estás enamorada de mi... estás enamorada de la fama que tienes a mi lado—

Y dolía... dolía saberlo; darse cuenta que Carlota no lo amaba por ser el, que había dedicado casi tres años de su vida a una relación en la que el amor era por la fama quemaba, especialmente en un momento tan bajo como en el que estaba.

Dolía pensar que el ante el mundo no era más que un número, una estrella reluciente.

Excepto para ella...

No entendía porqué pero especialmente hoy no había podido dejar de pensar en esos ojos chocolate, en la forma en que su sonrisa llegaba hasta ellos, achinándolos levemente y arrugando su delicada nariz en el proceso.

—Lucille— su nombre le supo como un dulce en los labios y se vio deseoso de repetirlo.

Lucille. Lucille. Lucille.

Anhelaba podérselo decir de frente. Verla una vez más. Encontrar esos ojos chocolate y esa sonrisa traviesa, esconder un mechón suelto detrás de su oreja y mirarle por horas.

Pero ella había desaparecido de su vida, llevándose su mundo con ella, casi como si jamás hubiese existido.

Entró a casa, con un ímpetu y un deseo terrible de buscarla, de saber de ella. De encontrarla.

Tomo el teléfono, abriendo Facebook y escribió su nombre: Lucille Sinclair pero no encontró un perfil que correspondiera a ella.

Lo que sí fue que encontró un nombre que el conocía bastante bien.

Su corazón se aceleró de golpe al ver esa sonrisa que minutos antes había imaginado en el coche. Pasó a la siguiente foto y pudo imaginar el sonido de su risa dejando los labios y deseo poder escucharlo.

Por inercia, sus dedos lo llevaron a la foto de perfil y sin más escribió un mensaje privado.

Alistair Toussaint:
Hola! Cómo has estado?

Alistair Toussaint:
Se que es extraño que te escriba...
Es más, te preguntarás porque lo hago

Una burbuja con puntos suspensivos apareció en el chat y los minutos le parecía eternos aunque tal vez solo se trataran de unos cuantos segundos.

...

Aurelie Dubois :
Tienes razón Alistair.
Que necesitas?

Alistair Toussaint:
He pensado mucho en Lucille
Sabes algo de ella? 

Aurelie Dubois:
No. No he sabido nada de ella
Lo siento.

Aurelie Dubois:
Adiós.

Tal vez su deseo más grande era que Aurelie le dijera que sabía de ella, que le pasara su teléfono o que le dijera algo sobre su paradero. Algo que le dijera que ella estaba ahí pero su burbuja fue pinchada prontamente.

Exhaló sonoramente y miró hacia el atardecer de Lyon con cierta nostalgia, reviviendo los segundos a su lado.

Se levantó y miró la bandera de Cadieux Racing Team, aquella que le había regalado cuando había firmado su primer contrato mientras decía:"Sabía que lo lograrías chico dorado!"

Maldición, ¿algún día dejaría de cuestionarse lo que sería su vida con ella a su lado?

Tal vez eso era lo que más dolía de los quizá, que siempre se cuestionaría que hubiera pasado si...

Una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora