Capítulo 1: Maestros del Cosmos
Eones atrás océanos y llanos se extendían sin fin en la superficie de nuestro planeta, se extendían como promesas infinitas. Con un lento y constante caminar del tiempo, millones de años, la tela de la superficie de la tierra se va elevando formando picos, mesetas, valles y sin fin de figuras accidentadas y el océano va retrocediendo. En los llanos atrapados bajo los valles, Bochica se manifestó como un susurro del viento. Su figura etérea, con barba y cabello hasta la cintura, irradiaba la típica imagen de la sabiduría, solo para hacerse familiar a los ojos de los pequeños y frágiles humanos. Maestro sabio, enseñó a los primitivos curiosos los secretos de las plantas que los cubrían, ahora serían cultivadores aprendieron a sembrar maíz, las recolectoras a tomar copos de algodón y a hilarlos, a las tejedoras a crear mantas que simbolizaban la conexión entre todos los seres. Las comunidades debían a las montañas la maravilla del agua para su subsistencia y de sus rocas daban sabor a su vida con la sal que extraían poco a poco.
Bochica, el tejedor de la realidad, guió a los habitantes del altiplano en la construcción de los primeros asentamientos. Transmitió el arte de cultivar la tierra, tejer el algodón y construir refugios respetuosos con la naturaleza. Desde Cota hasta Guane, las comunidades florecieron al compás del conocimiento compartido, formando una red de vida que se extendía por las tierras altas.
Nencatacoa, en los páramos andinos, adoptó la forma de un Oso Andino de Anteojos. Como guardián fuerte y amigo alegre, inspiró a todas las personas a pensar bonito, a colaborar, a respetar el medio ambiente y sus criaturas. La dualidad de Nencatacoa, expresada en su forma de Oso Andino, recordaba la armonía entre fuerzas opuestas, un equilibrio esencial para la existencia.
Mientras enseñaban a las comunidades a tejer, cultivar y construir, Bochica y Nencatacoa también compartieron relatos antiguos que abordaban la importancia de la conexión con la tierra y la dualidad cósmica. Estas historias, entretejidas con la realidad, se convirtieron en guías para la vida en armonía.
El altiplano, con sus vastos campos y montañas majestuosas, fueron el lienzo donde los muiscas, como hilos individuales, contribuían al tejido colectivo de la civilización. La tierra era cuidada con respeto y gratitud, reflejando la enseñanza de Bochica sobre el entrelazado de todas las cosas.
Cada tejedora, cada cultivador, contribuía a la danza de la vida. Las celebraciones estacionales, impulsadas por el cultivo de maíz y la cosecha de algodón, eran eventos comunitarios que honraban la interconexión de los seres humanos y la naturaleza. En esos tiempos de paz y armonía, la dualidad de Nencatacoa se reflejaba en la colaboración de las fuerzas opuestas, donde la comunidad se volvía más curiosa, valiente y atrevida, a su vez cuidadora, abierta y compasiva.
Los relatos compartidos no solo eran cuentos, sino mapas estelares que guiaban a los seres en la comprensión de su lugar en el cosmos. Bochica y Nencatacoa observaban desde sus observatorios celestiales, donde el espacio-tiempo se entrelazan como hilos, reflejando la red tejida por Chiminigagua, el tejedor del cosmos.
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Historias Que Traen Las Nubes: Cosmos del Altiplano
Science FictionNuestra cultura ancestral casi se borra en el tiempo, los muiscas fueron los antepasados que vivieron en este territorio que hoy es el centro de Colombia y nos llegaron algunos de sus relatos, en los cuales nos basamos para traerte nuevas narrativas...