𝘼𝙡𝙪𝙢𝙣𝙖 𝙏/𝙣

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Capítulo 2

Salí corriendo de mi casa, iba a llegar tarde al colegio. Agarré mi mochila y salí corriendo hacia la escuela.

Llegué 5 minutos atrasada, entré a la escuela y toqué la puerta del salón, pero nadie abría.

—Ok, ¿quién falta? —escuché una voz masculina desde el fondo.

—T/n falta aún —dijo uno de mis compañeros.

Toqué de nuevo la puerta y vi a un hombre hermoso con una barba preciosa, unos ojos verdes que me penetraban cuando me veía.

Me quedé callada algunos segundos admirando su verdadera belleza.

—¿Tú debes ser T/n, verdad? —preguntó mientras yo lo miraba.

No dije nada, seguía mirando su hermosa cara. Era como si su rostro hubiera sido esculpido por los dioses griegos.

Él truena los dedos y yo reacciono.

—Sí, soy T/n. ¿Puedo entrar al salón?

—Mmm... llegaste tarde 5 minutos, ¿debería dejarte entrar?

—Perdón, eh, no volverá a pasar.

—Ok, entra rápido.

Entro rápidamente al salón y me siento al lado de mi mejor amigo.

—Ese guapo, ¿quién es?

—Parece que es nuestro profesor nuevo —dice Dante.

—Es un bombón —digo sin dejar de mirar al hombre con barba.

El hombre empieza a escribir en la pizarra y coloca tres reglas. Comienzo a leerlas en mi mente.

—Ok, niños, aquí hay tres reglas. La primera léala usted, señorita —me señala con el dedo.

Me pongo nerviosa cuando me señala y empiezo a leer.

—No deben faltar al respeto. Si lo hacen, llamado de apoderado.

—Muy bien, señorita —dice él.

—La segunda y la tercera, por favor.

—No gritar en clases y tercera, no rayar las mesas. Si lo hacen, anotación a su hoja de vida.

—Muy bien, gracias. Señorita T/n, ¿no? —me pregunta.

—Sí, soy T/n —respondo en un tono nervioso.

—Esas son mis reglas. Me llamo Ryan, tengo 28 años y seré su profesor. ¿Oyeron?

Todos los alumnos asienten, también hago lo mismo. El profesor Ryan empieza a escribir en la pizarra.

Saco mi cuaderno de mi mochila y empiezo a escribir (estaban en clases de historia). El profesor Ryan llena la pizarra con materia hasta dibujos, y yo no sé dibujar. Rato después, termina de escribir pero no de dibujar.

Me acerco a él para ver qué me dice porque parece muy enojón.

—¿Terminó, señorita? —me pregunta.

—No, aún me faltan los dibujos. No sé dibujar —digo agachando la cabeza.

—¿Te dibujo yo?

—Sí, por favor, profesor.

Ryan agarra mi cuaderno y empieza a dibujar. Presto atención a sus manos; el dibujo me daba igual, su mano parecía tan suave cuando la movía para dibujar. Todo en él era perfecto.

—Y listo —sonríe el profesor.

—Gracias, muchas gracias.

—De nada, hermosa.

𝙈𝙞 𝙥𝙧𝙤𝙛𝙚𝙨𝙤𝙧 ll 𝘼𝙞𝙙𝙖𝙣 𝙜𝙖𝙡𝙡𝙖𝙜𝙝𝙚𝙧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora