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𝙤𝙫𝙞𝙙𝙞𝙤 𝙜𝙪𝙯𝙢𝙖́𝙣
estaría mintiendo si decía que no tenía miedo, porque estaba completamente aterrado. se sentía como un niño pequeño, con la esperanza de que todo eso fuera un mal sueño y al despertar estuviera en su rancho, libre. cuando su gente le avisó que estaban siendo atacados y que debían desalojar el rancho lo antes posible, no imaginó terminar en esa situación. fuera de culiacán y trás las rejas.
de hecho, en lo único que ovidio guzmán podía pensar en esos momentos era en que sus niñas salieran ilesas de ese ataque. por segunda ocasión les tocó vivir el infierno de ser encontradas por el gobierno mexicano. y se arrepentía de todo, de haber bajado la guardia y de sentirse protegido únicamente por estar en sus tierras.
recordaba todo a detalle, cuando tuvo que levantarse rápidamente de la cama y correr junto al nini, quien lo ayudaba a caminar; pues su reciente operación no le permitía hacerlo por si mismo. ver a su gente correr y a unos cuantos caer al suelo, heridos o como bajas. sufría en silencio. el llanto de sus gemelas, queriendo regresar por ellas y sacarlas él mismo de ahí, aunque sabía muy bien que no podía hacerlo y que eso solo aumentaba el peligro para ellas, y para adriana.
tuvo que armarse de coraje para correr en dirección contraria a la que salía su familia. el objetivo era él, mientras más lejos se mantuviera de ellas, estarían a salvo. sudaba, entre los nervios y el esfuerzo, su estómago se contraía cada vez que veía caer a esos que cuidaban su espalda, dando su vida por la suya. estaría eternamente agradecido.
y por último, cuando se vió acorralado entre la espada y la pared. tenía que tomar una decisión, y él no quería que siguiera cayendo su gente. así que ya no corrió más, aún tenía muy presente los gritos que néstor le hacía, animándolo a seguir con su camino y en ocasiones soltando maldiciones, al notar que ovidio no quería seguir.
