CAPÍTULO 6 P4

326 12 2
                                    

A las nueve en punto, mi amada esposa entró con su overol completamente manchado de pintura y al ver lo que le preparé, fue tanta la impresión que hasta se quedó estática.

–¡Felicidades! –me le acerqué y levanté su mentón para que pudiera cerrar su boca que había bajado bastante ante la sorpresa –¿te gusta cómo decoré el cuarto?

–¡No me digas que ya es nuestro aniversario y lo olvidé! –me miró preocupada y para calmarla besé sus labios –te voy a manchar.

–No importa, pero antes debo aclarar que no es nuestro aniversario, aunque espero de corazón que sea una noche igual de especial para los dos.

–Todas las noches son especiales para mí porque estás a mi lado –me abrazó y me dio uno de esos besos largos y apasionados que nos sumen en el deseo de hacernos sexo oral, pero que ahora necesito lo dejemos para después y tuve que usar una gran fuerza de voluntad para no llevarla a la cama –¿qué pasa? –me miró dolida y me apresuré a darle un pequeño beso para tranquilizarla.

–No me malentiendas, te deseo demasiado, pero quisiera que disfrutáramos primero de la comida que preparé –sujeté su mano y la conduje a la mesa.

Laura me miraba con curiosidad, pero accedió a sentarse y al notar las rosas, tomó una y aspiró su aroma. 

–Todo está muy hermoso –dijo mirando a su alrededor –te esforzaste para prepararme esta sorpresa e independientemente del motivo por el que la hiciste, te digo desde ya, que no te imaginas lo maravilloso que es para mí saber que te importo hasta el punto de hacer cosas que la mayoría de los hombres consideran cursis... Yo... yo en realidad no merezco estos detalles porque fui una...

–¡Nunca has sido eso! –puse en dedo en sus labios para que no se autonombrara "prostituta" –no debes retroceder, mi amor. Recuerda que todo lo que hiciste en el pasado fue porque te obligaron. Tu eres maravillosa y tienes un alma pura que me tiene enamorado.

Laura sonrió y quiso darme otro beso, pero volví a detenerla porque si seguimos besándonos, presentía que ni siquiera llegaríamos a comer nada y necesitaba darle mi regalo antes de cualquier otra cosa.

Comimos entre pláticas de nuestro día, algunas risas por los errores que cometió al trazar las líneas de uno de los cuadros y finalizamos con un brindis de agua de frutas.

–Cuando nos casamos, puse una sortija sin valor en tu dedo –alcé su mano para señalar el anillo que a pesar de la mentira que representa, ella usa todos los días –ahora quiero que empecemos a desmoronar esa mentira con cosas que reflejen el verdadero amor que nos tenemos –saqué la caja de mi pantalón y la abrí con mis manos temblorosas. Dentro de esa pequeña caja había un anillo de oro –esta es la sortija de matrimonio de mi madre y semanas antes de morir, me pidió que se la entregara a la mujer de mi vida.

–Pero Fil, no merezco que me des algo tan valioso –sus lágrimas no se hicieron esperar y quiso esconder su mano, pero volví a sujetarla –¡no lo entiendes!, tu madre fue una mujer intachable. Sabes bien que únicamente se le entregó a tu padre y yo... yo fui una cualquiera que se manchó en el lodo y no quiero manchar ese hermoso recuerdo de tu mamá.

–Ella dijo que eres una mujer linda y buena. Una vez le prometí que si encontraba a alguien así, la respetaría y la amaría de la misma manera en la que mi padre la amó, así que no puedes seguir considerándote de ese modo.

–¿Cómo es que tu madre te dijo eso? –lo malo de ser sincero es que cuando dices cosas sin sentido, te miran como si te hubieras vuelto loco.

–¡Olvida eso!, lo importante es que dejes de apretar el puño para que pueda ponerte este anillo que hará real nuestro matrimonio.

EL HIJO DEL VIEJO CONSERJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora