CAPÍTULO 8 P3

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–¡Fil! –la voz de Laura fue lo único que logró que apartara la mirada de mi hijo –¡quisiera ver a nuestro bebé! 

–¡Perdón, amor! –me le acerqué rápidamente y coloqué al pequeño en su pecho –¡es hermoso!... ¡muchas gracias, Laura!

–¿Por qué me agradeces? –abrazó al bebé y extendió su mano para acariciar mi rostro –soy yo la agradecida por la familia que me diste.

–Ninguno ganará, señora Cruz, así que mejor démonos un beso para agradecernos y luego le damos uno muy largo a nuestro hijo.

Los dos nos besamos despacio y con cariño. El bebé lloró más fuerte y sonreímos porque pensamos que fue su forma de exigir nuestra atención.

Laura llenó de besos su cara y aunque aún no abre los ojos, su mueca se me figuró a la de una sonrisa.

La enfermera nos dijo que tenían que llevárselo a su cuna porque está muy pequeño y requiere más observación. No fue fácil entregárselo, pero entendimos que era necesario.

A Laura la pusieron en cuarto privado. Pensé que podría estar un rato con ella, pero mis cuñadas, la mejor amiga de mi esposa, y sus padres, la acapararon y se dedicaron a preguntarle cómo se sentía.

Verla sonreír al estar rodeada de su familia, (que también es la mía), fue muy gratificante. El pasado de Laura no es importante para ninguno de nosotros y todos ellos jamás le han hecho comentarios al respecto y siempre tratan de hacerla sentir bien.

Armando entró con la nueva alegría de la familia y ahora el bebé era el que tenía a su alrededor a sus tíos y sus abuelos.

Yo fui con Laura para sentarme a su lado y desde la cama continuamos observando la felicidad que inunda a nuestra familia.

–Antes creía que ya no podía ser más feliz –dijo Laura mientras recargaba su cabeza en mi hombro –pensé que tener a nuestro bebé en mis brazos era el punto culminante de mi felicidad, pero ahora que veo que todos le sonríen y lo besan, me doy cuenta de que la felicidad no tiene límites y que incluso el gesto más sencillo, es valioso e importante para llenar el corazón y el alma de buenos recuerdos... Con todos a su lado, sé que nuestro hijo estará bien, porque vamos a cuidarlo, al igual que hemos cuidado a nuestros sobrinos... Mi suegra es a quien le debemos este momento.

–¿A mi madre?

–Sí. Ella es el pilar que inició la familia Cruz... Si Mariana Rivas no hubiera arriesgado su cómoda vida, si ella no hubiera visto más allá de la edad y el físico de tu padre, si hubiera permitido que ese problema que lo marcó al igual que a ti, le impidiera descubrir la verdadera pasión de una entrega total, si hubiera huido de los problemas y la pobreza, ¿crees que estaríamos aquí? –alzó la cara y ambos nos miramos –tú y tus hermanos tienen su mismo espíritu valiente y compasivo, tus cuñadas son bondadosas y nuestros sobrinos están creciendo con las ideologías que tu mamá les enseñó a ustedes, por eso me aceptaste a pesar de la suciedad en la que viví... A tu mamá le debo la felicidad que tengo y a tu papá también lo aprecio, porque él tampoco escapó de sus miedos y se enfrentó a las críticas de algunas personas mal intencionadas. 

–Necesité ver a mis padres a través de tus ojos, para entender que fueron valientes y que su amor nos bendijo a todos... Quizás nunca seré ni la sombra de mi padre o de mi madre, pero viviré para hacerte muy feliz.

–Yo también, mi amado Fil.

Con un beso sellamos nuestra promesa.

Después de que nos dejaron solos para disfrutar de nuestro bebé, me cercioré si la maldición de los Cruz se perpetuaría en mi hijo y por fortuna no fue así.

EL HIJO DEL VIEJO CONSERJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora