Semana uno

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—¿Su ropa de abrigo?

—Tercer y cuarto cajón.

—¿Y si ensucia su ropa?

—La cambias y luego lavas la ropa.

—Ajá... ¿Cómo lavo su ropa?

—En la lavadora, las indicaciones están ahí.

—¿Cuanto jabón se usa?

—Lo dice en las indicaciones.

—¿Dónde están las indicaciones?

—Anotadas en la lavadora.

—Ahh... ¿y su ropa de abrigo?

—Presta atención, Jennie, ¡eso ya me lo preguntaste! —habló en una risa.

—Lo siento, estoy algo nerviosa... ¿Y si la pierdo? ¡¿Has visto su tamaño?! Es muy pequeña y el departamento muy grande y...

—Nini, amor, respira tranquila —la interrumpió cuando la respiración de Jennie se aceleró—. Va a estar todo bien, sabrás qué hacer y cuando no puedas resolver algo me llamarás y te ayudaré. Y no vas a perderla, amor, Hae aún no es lo suficientemente rápida para huir sin que la veas —dijo Lisa mientras se acercaba a abrazarla—. Son solo unas semanas —agregó luego de darle un beso—. ¿Crees que puedes llevarme al aeropuerto o pido un taxi?

—Te llevo, hay muchas preguntas más que puedo hacerte en el camino.

—¿Sabes? Creo que ya había llamado a un taxi...

—Liliiiiiiiii —interrumpió Kim, haciendo un dramático puchero.

—Esta bien, vamos.

Cualquiera diría que después de horas de preguntas, la castaña ya tendría todo muy claro, pero Lisa confirmó que esto no era así cuando las preguntas continuaron aún más intensamente durante el camino al aeropuerto

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Cualquiera diría que después de horas de preguntas, la castaña ya tendría todo muy claro, pero Lisa confirmó que esto no era así cuando las preguntas continuaron aún más intensamente durante el camino al aeropuerto.

La tailandesa sabía que Jennie estaba siendo un tanto dramática, confiaba totalmente en que iban a sobrevivir cuatro semanas sin ella y en el fondo Jennie también lo sabía... pero eso no quitaba el hecho de que tenía miedo.

Lisa se había asegurado de enseñarle absolutamente todo lo que tenía que saber para el cuidado de la castañita, además había repartido notas por toda la casa y su teléfono estaría a su lado todo el tiempo por si necesitaba algo.

Al llegar al aeropuerto, la pelinegra no podía decidir cuál de las dos gatitas estaba más apegadas a ella. Haerin no la había soltado desde que se bajaron del auto y Jennie no estaba en mejores condiciones.

—Amo sus abrazos, amores, pero voy a perder mi vuelo —dijo en tono triste llamando la atención de ambas—. Vamos mis gatitas, no quieren hacerme llorar, ¿o si?

—¿Si lloras entonces te quedarás? —preguntó Jennie liberando su agarre de la cintura de la extranjera.

—Me temo que no, Nini —imitó el puchero de su esposa—. Hae, ve con papá, ¿si? —intentó soltar el agarre de la bebé, quien sólo se soltó cuando escuchó a Jennie llamarla a sus brazos—. Cuídala, aún es pequeña y hay muchas cosas que no sabe y debe aprender.

Sweet sweet home | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora