Capitulo I: Los niños verdes

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                                                                             La Proeza del Zafiro.


—"Los maestres solo escribirán lo que nosotros le ordenemos que escriban"—Aquellas palabras, cargadas de afirmación y arrogancia, eran dignas y a la vez contradictorias, para alguien de tan corta edad. Su hermano menor, el príncipe Daeron Targaryen...

Una vez el barco de la familia Real, ancló en las bahías de Desembarco del Rey, ambos monarcas descendieron por la escala real, el Rey Viserys consiguió poner pie en tierra con un poco de dificultad, las sombras de su enfermedad y el dolor que magullaba su cuerpo, se hacían cada vez más presentes, en cuanto a su joven esposa, está descendió con gracia y elegancia, la reina Alicent, llevaba un distinguido vestido color esmeralda, los cabellos sueltos le bailaban, bajo el compás de vientos salados, la reina sostenía de la mano de su hijo, el joven príncipe Daeron, era un niño seis días de su nombre. Su Dragóna Tessarion, era igual que el azul del cielo, la bestia bajó con prisa, a su reencuentro, era sabido por todos en los siete reinos, el descomunal apego de la bestia por su futuro jinete, a donde fuera que el niño iba, su dragona lo seguía y lo recelaba, cual madre a su cría.

Muchos caballeros bromeaban por lo bajo, que la dragona había adoptado, la esencia sobreprotectora de la Reina Alicent, para con su hijo, su niño favorito, pues todos en la fortaleza roja sabían de la gran debilidad que tenía la reina por su hijo más joven, y es que el príncipe Daeron era un niño dulce, bien portado, obediente y carismático, el favorito de todas las damas de la corte y del pueblo llano, el infante poseía los rasgos Valyrios, un rostro fino y liso, sus cabellos eran de un rubio plata, su piel pálida como la luna, y sus ojos eran de un color lila, inmenso y destellante. El Príncipe Daeron era de carácter apacible e intelectual, un niño favorecido por los mismos dioses, repetía la reina Alicent en voz alta, en cada oportunidad que tenía.

—Tessarion—el infante divisó la silueta escamosa, de un azul metálico tan brillante como el cobre batido, aquella presencia era imposible de ignorar—Rytsas—saludo en alto valyrio a su dragona—Ha sido un vuelo largo. Te alimentaré con carne de comer cerdo, que tú mismo asaras, bajo tus llamas, y luego debes descansar—la mano libre del príncipe acarició el rostro de su bestia.

—Madre, solicito tu permiso, debo de atender a Tessarion.

La Reina resopló y soltó la mano de su hijo.

—Tienes mi permiso, pero irás acompañado.

La Reina le ordenó a Sir Criston Cole, que siguiera y protegiera de cualquier peligro al príncipe Daeron, y que luego lo lleve hasta sus aposentos.

El Guardia Real y escudo juramentado de la Reina Alicent acató inmediatamente las órdenes de su majestad, y siguió al joven príncipe, a una distancia prudente, pues la dragona azul, aún era muy joven, y parecía que no era consciente de su reciente crecimiento. La Reina Azul había comenzado a llamar a los guardias, a la dragona, incluso el Rey Viserys la llamaba así.

Los siguientes en surcar el cielo fueron los hijos mayores del matrimonio Targaryen-Hightower. Pero los príncipes no pisaron los suelos de las Bahías, estos se dirigieron directo hacia la entrada de la Colina de Rhaenys, el príncipe Aegon fue el primero en descender, sin dificultad alguna, pues el era el más experimentado de los tres jóvenes jinetes, una vez bajó de su montura, y sus pies tocaron el suelo, le obsequió una leve palmada a su dragón, Sunfire era un joven dragón dorado, orgulloso y espléndido. No obedecía más órdenes que las del mismo príncipe Aegon, lo cual solo avivó el fuego interno de la soberbia del Primogénito de la Reina, quien se mofaba de tener a la bestia más indomable de todas, y que únicamente era obediente a él. Pero no todos estaban contentos con la rebeldía del joven Dragón, pues eran sus protectores los que se llevaban la peor cara de Sunfire. Los Guardianes de los dragones habían sido quemados y desfigurados por el fuego dorado de la bestia, e incluso hubo algunos que perdieron la vida, los más inexpertos, fueron los que no tuvieron una sola oportunidad. Una muerte rápida, por el fuego fue lo que encontraron aquellos jóvenes desafortunados, y bajo un grito desgarrador, fue que el desconocido los encontró, para llevarlos lejos consigo, a aquel misterioso mundo de los fríos.

LA PROEZA DEL ZAFIRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora