12. Reunión del consejo (y Thea)

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Erik

Creí que Dorothea protestaría por la fecha que yo había escogido para recuperar su campana robada, pero no lo hizo. Aceptó sin vacilación, como si de todos modos no pensara hacer nada durante San Valentín.

Eso, indudablemente, me puso de mejor humor. ¿Qué significaba allanar una casa cuando iba a tener el placer de pasar ese día con ella? Nada.

—De repente te ves tan feliz —comentó ella cuando retomamos nuestro camino a casa—. Dime que no es porque me hiciste llorar.

Dejé de tararear la canción que sonaba en la estéreo del auto y bajé el volumen. "Rasputín" estaba llegando al final.

Mi primer instinto habría sido responderle que, como un vampiro, me gustaba alimentarme del dolor ajeno. Pero era Dorothea con quien estaba hablando. No Sophie, o Drake. No quería herir sus sentimientos.

Cuando giré el rostro hacia ella, la vi limpiarse las lágrimas con un pañuelo descartable y no tuve corazón.

—Ah, uhm... Es la canción. —Le subí un poco el volumen—. Me encanta la letra.

Los dos nos quedamos unos segundos en silencio mientras en la canción se narraba el asesinato de Rasputín al mejor ritmo del pop de los setentas. Amaba tanto esta canción que incluso me había aprendido los pasos del Just Dance, con sentadilla rusa incluída.

Ella movió un poco la cabeza mientras escuchaba, como si le gustara el ritmo, pero la confusión en su rostro dejaba en claro que no compartía mi punto de vista con respecto a la letra.

—¿Sabes? Hace poco leí una novela rusa —soltó de repente.

Hice memoria para intentar recordar a qué novela podría estar refiriéndose. Había revisado su lista de lectura en goodreads, pero no la conocía de memoria.

—¿Y qué tal?

Dorothea comenzó a explicarme la trama principal y luego la conversación se desvío a cada aspecto y escena que ella recordaba, como si me estuviera haciendo una reseña. La novela era un romance entre un duque y una princesa que se odiaban a muerte, pero que se debían casar para investigar el asesinato del antiguo zar. Mientras más se adentraba en el relato, más bizarro se volvía cada giro de trama y los hechos históricos eran menos exactos. Yo me limitaba a responder con un "¡¿Quééé?!" Ocasional y un "Eso no puede ser" cada vez que me ofendía por las cosas que sucedían en la novela.

Cuando bajamos del auto y llegamos a casa, ella seguía contándome los sucesos de cada capítulo, hasta que el calor de la chimenea en la sala de estar le pegó de golpe y tuvo que respirar hondo y quitarse la chaqueta. Entonces, procedió a resumir la última mitad del libro en dos oraciones.

—Y al final se murieron todos.

Le restó importancia al tema con un gesto de la mano y me entregó mi abrigo.

—¡¿Qué?! ¿Después de todo lo que hicieron?

Extendí los dos brazos. Uno para alcanzar mi abrigo y otro para tomar el de ella. Luego, los colgué en el perchero que estaba junto a la puerta. Oí los pasos de Oliver desde las escaleras, fuertes y rápidos, y dos segundos después lo vi corriendo hacia mí. Mamá estaba trabajando en la cocina. Llevaba puestos sus lentes de lectura mientras leía papeles y anotaba cosas, por lo que debía de estar sacando cuentas, o lo que sea que hacían los adultos con comercios.

Me habría quedado más tiempo con Dorothea, pero mi hermano menor necesitaba contarme la historia detrás de Peppa Pig que, según él, había descubierto gracias a un video de youtube y era importante que yo supiera, así que lo seguí hasta su habitación, donde me hizo ver videos con él hasta que se cansó. Luego de eso armamos autos con sus bloques de juguete y finalmente se quedó dormido.

Enredos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora