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Aizawa suspiró, decidió que lo mejor era llevar él mismo a su alumno de regreso a la escuela, ya que era el profesor menos indispensable para el entrenamiento, él no había planeado nada al final de cuenta.

Siguiendo las instrucciones del médico puso un trapo húmedo en la frente del rubio e ignorando los gemidos que soltaba en estado inconsciente el chico pudo llegar a la escuela, cargándolo en sus brazos para llevarlo a su habitación.

Y cuando iba a salir para dejarlo descansar, escuchó los gemidos de su alumno intensificarse. Cuando menos lo esperó el chico había recobrado la conciencia.

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¿Qué se supone que debía hacer? Katsuki estaba de rodillas, sudado y jadeando. Con un olor que si no fuera Aizawa cualquier alfa lo habría estampado en la cama sin detenerse a pensarlo dos veces.

Era su alumno, obviamente no quería meterse en ninguna mierda ética, sin embargo el rubio estaba a punto de perder consciencia, y en vez de pedirle a su profesor que se marchace, posiblemente le pediría que lo folle lo que restaba de la noche y puede ser que del día siguiente.

-Mierda, solo váyase. Voy a quedarme aquí y luego le pediré a Deku supresores en cuanto regrese, solo, váyase.- Rogó el chico con el miedo de que el profesor no le hiciera caso, y si era sincero, una parte de él no quería que lo hiciera. Pero era su lado omega, por lo que no podría estar de acuerdo.

Aizawa estaba a punto de ceder ante su lafo alfa a pesar de las súplicas de su estudiante, su voz sonaba tan inocente que solo conseguía prenderse más. Sin embargo se reincorporó e hizo el acto más estúpido que jamás había tenido que hacer: salir corriendo.

Se dirigió a los baños de la institución y se lavó la cara, observando en el espejo el desastre que se había hecho de un segundo a otro en él.

Empezó a regular su respiración y no pudo estar más agradecido con su autocontrol. Ese chiquillo tenía el olor más embriagante y fuerte que había sentido en un omega, ni siquiera parecía algo normal o real.

Ahora debía pensar en que hacer. Debía conversar con su estudiante debido a la mentira que había estado contando desde que entró a la institución. No se vería muy bien que un maestro guarde ese tipo de secretos. Debía pensar muy bien lo que iba a hacer y para eso debía hablar con el chico.

Mientras tanto Katsuki estaba en el piso tratando de regular su respiración, deseo, calor y un sin fin de síntomas horribles que aparecieron sin previo aviso en él.

Le habían contado del celo omega pero nunca pensó que fuera tan insoportablemente fuerte. De inmediato asumió que era porque le llegó muy tarde, y tal vez por el retraso de su celo le llegó peor que a los demás omegas. Su piel literalmente ardía y sentía un dolor muy extraño, que claramente nunca había experimentado pero si le preguntaran no lo sabría explicar.

Cuando perdió todos sus sentidos estuvo a punto de abrir la puerta para ir a buscar la ayuda de su maestro cuando el mencionado irrumpió abriéndole antes.

Él estaba dispuesto a llevarle unos supresores a su alumno pero cuando estuvo a punto de llegar a la puerta el aroma de su alumno se intensificó demasiado, sacándolo fuera de sí, tirando la caja de pastillas mientras se dirigía con impaciencia para abrir la puerta.

En cuanto entró Katsuki gimió por el aroma que llegó a sus fosas nasales, calmandolo a penas un poco. El aroma de su maestro era tan malditamente varonil y demandante que lo hizo debilitarse volviendo a caer de rodillas frente a él mientras Aizawa cerraba la puerta, soltando un gruñido y levantando a su alumno de la cadera para estamparlo en la cama boca abajo.

-Maldito mocoso, lo tenías guardado ¿verdad? Haré que no se te olvide que eres omega, aunque digas lo contrario.- Gruñó jalando el cabello de Katsuki haciéndolo gemir al sentir el comportamiento de su maestro tan demandante.

-C-Cállese maldición- ¡AH!- Gimió fuertemente cuando sintió a su maestro tomar su trasero con ambas manos, volteándolo haciendo que el chico quedara sentado sobre sus piernas, metiendo a su vez dos dedos de cada mano en su agujero, maltratandolo y jugando con él.

-No me des órdenes, Katsuki.- Una nalgada bastante fuerte para que se escuchara por toda la habitación fue proporcionada haciendo al rubio gemir. Estaría peleando ahora mismo si pudiera decir algo.

Aizawa invirtió al rubio poniéndolo el cuatro, y sin dirigirse la palabra sumergió todo su miembro en la virgen entrada de su alumno, haciendo que éste pusiera sus ojos en blanco, mordiendo su labio conteniéndose lo más posible por gemir, pero cuando el pelinegro empezó a embestir con rudeza y a apretar sus pezones no pudo hacer mucho más.

-¡A-Ah! ¡Aizawaaa~!-Gemía sin control al sentir tal sensación jamás experimentada, mientras sus brazos y piernas temblaban por la rudeza.

-¿Dónde quedó tu lado rudo Katsuki? ¿Te gusta que tu maestro te folle? Grita mi nombre entonces, tal vez así me hagas saber que te gusta que te humille.- Sonrió con arrogancia mientras quitaba su mano del pecho de su alumno para guiarlo a su rostro y obligarlo a mirarlo, suspirando al ver el rostro de éste, totalmente sonrojado, con la boca semi abierta y lágrimas amenzando con salir.

-Mhp- ¡Ah! ¡Aizawa! ¡Va-as muy -p-profundoO~! ¡menos! ¡ahh~!

-¿Te atreves a decirme que es mucho para ti? Lo estás disfrutando, perra masoquista.- Susurró jadeando al oído del rubio, nalgueandolo y jalando su cabello, aumentando si era posible la velocidad. Hasta que vió las piernas del rubio flaquear y sabía lo que significaba. Su alumno se vino y luego de unas estocadas él también.

Lamentablemente como el celo de Katsuki llegó tan tarde no iba a satisfacerse tan fácilmente, y para su suerte Aizawa tenía mucho aguante, y más si era con él.

El tiempo pasó muy rápido para ambos y el rubio al tener tantas sensaciones se terminó desmayando en una de las tantas rondas que tuvieron.

Aizawa no podía creer lo que hizo, caminó en círculos en su oficina una y otra vez preguntándose que es lo que debería de hacer y finalmente dejó una nota en el escritorio de su alumno pidiéndole ir a su oficina, si no lo hacía él mismo lo iría a buscar.

En cuanto Katsuki se levantó leyó la nota y golpeó todo lo que se encontró al haber cometido un error tan estúpido ¿por qué el celo llega de la nada? Tomó unos supresores y se sentó a pensar. ¿Aizawa quería hablar con él? Pues que lo encontrara primero, porque él no iba a pasar tal humillación.

Se arregló y a explosiones salió por la ventana a matar el tiempo en el centro de la ciudad, tratando de recordar lo más posible del día y la noche anterior haciendo que le doliera un poco la cabeza. Estaba jodido.

En el parque sentado lo recordó, se burló de él mismo. Claro que lo iba a recordar, claro que no olvidaría la cara de satisfacción de Aizawa al tenerlo sometido de aquella forma, todas las cosas que le dijo que solo hicieron que se corriera más rápido, los jalones de cabello, las marcas, ahora recordaba todo, y estaba seguro de que no se le olvidaría.

La vergüenza se apoderó de él y se aseguró de regresar tarde para que su maestro no estuviera esperando que hablaran, estaba exahusto pero esa conversación no podía suceder.

Lamentablemente no todo pasa como queremos y justo cuando se dio la vuelta después de cerrar su ventana al regresar a media noche, su luz se encendió.

-Que horas...¿No, Katsuki?

Ahora sí podría morir y le daba exactamente lo mismo, no iba a ver a la cara a ese hombre, sabía la verdad, sabía que mintió siempre y peor aún, la noche anterior gimió su nombre incontables veces.

Finalmente pudo pensar que nada podría empeorar.

¡Cierra la boca o te la cerraré yo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora