PRAEFATIO

7 1 0
                                    


La creación ya había finalizado, ya había acabado demasiado rápido.

Dos seres creados desde el barro, haciendo que ellos sean tan ideales el uno al otro.

Los dos estaban solos, debian explorar el lugar que les asigno, y amarse a tal punto de que la mujer de cabello negro obedeciera a su unico hombre en su vida.

Los dos tenían muy entendido cuáles eran sus misiones a la tierra prometida.

Este secreto era entre El Perfecto, Adan y Lilith.

Pero sabiendo que el Perfecto tenía que dejar algún día su cargo, debería de entrenar de una vez a su ángel heredero.

El que algún día iba tomar el lugar, debía conocer que implicaba ser el gran Perfecto, él confió muy bien en contarle lo que hizo y desde lo más lejos podía visualizar lo que realizo.

Era sorprendente ver al Perfecto hablar con ellos, y que ellos lo adoren y hagan caso en lo que dice, pero aquel ángel no prestaba atención en las acciones o palabras que decía su padre.

Sus pensamientos, su mirada era hipnotizada en la mujer que creó.

Esto era insano, esto no debía estar pasando, su mente le repetía una y otra vez que debería estar atento a lo que hacía el Perfecto pero otra parte de él estaba siendo terco.

No podía dejar de admirar a la mujer de cabello oscuro y largo, aquella piel tan blanca y fina.

Una sonrisa divina, hermosa y delicada, adornaba su rostro.

Debía de dejar hacer eso, no debía caer en ella una admiración, es lo que su padre creo, el solo debía adorarlo a él, venerar como el perfecto que es.

Pero era imposible, imposible, confuso y molesto.

Los pensamientos estaban en contra, por el bien de él debía actuar como el hijo del perfecto que es.

Así que con molestia se devolvió a los cielos, confundido, era tan fácil poder esconderlo, pero uno de sus hermanos más cercanos y tambien conocido al ser uno de los ángeles más rebeldes de los cielos, sabía que algo le estaba sucediendo, algo en él no estaba del todo bien.

El se acerco a él queriendo saber el porque lo tenia asi de pensativo y confundido pero no obtuvo respuesta.

Su curiosidad de saber que paso en el paraíso no iba a descansar hasta obtener respuestas.

¿Qué es lo que hará?

Respetar las leyes divinas era muy tarde obedecerlas, él quería calmar su curiosidad e ir al paraíso era el único propósito, eso sí a espaldas de su padre.

El pudo lograr llegar al lugar, buscaba lo que el heredero lo tenía desorientado, lo único que pudo visualizar es aquel hombre mirando al árbol, lo curioso es que la imagen del perfecto y de los demás ángeles eran parecidas, y proyectadas en Adán.

"Adan, mira lo que encontre"

La mirada viajó muy rápido en aquella voz suave y entusiasmada.

Ella al estar muy cerca a Adán, una sonrisa, radiante y exquisita, iluminaba su rostro con divina hermosura.

Ella podía enseñar a Adán lo que consiguió al explorar el bosque.

Era imposible no perderse en la mujer, era tan hermosa de los pies a la cabeza.

Ahora podía entender el porqué su hermano estaba en la situación que se encontraba ahora mismo, cuál era el propósito de su desorientación.

Sin poder controlar sus articulaciones, sus piernas se movieron solas con tal de estar cerca de ella.

Este ángel rebelde sabía lo que estaba a punto de cometer, era peligroso, su destino podrían estar en manos del Perfecto y tomar los castigos por aquel pecado que está apunto de cometer.

Su mente divagaba en el poder sentirla, piel con piel, sus labios en las de ellas, su mirada cruzándose una y otra vez, y sus voces convirtiéndose una sola melodía.

Lilith hasta ahora no se daba cuenta que un ángel rebelde la deseaba tan desesperadamente, ella estaba más concentrada en el sabor de los frutos y en el hombre que se encontraba delante de ella.

Su mente estaba siendo todo un caos, imaginarla en las cosas más perversas que le haría arrodillarse y poder disfrutar del gran pecado.

Faltaban unos cuantos pasos para llegar a ella, pero aquel heredero hizo su aparición, deteniendo a su hermano en no caer en la tentación.

—Dejame ir por ella.

Estaba tan cegado, su desesperación se incrementaba, pero la fuerza se estaba apoderando de la situación, el poder detenerlo al ángel rebelde.

—No hagas algo que te puedas arrepentir Uriel.

—Nunca me voy a arrepentir, no me arrepentire de tomar tal divinidad.

Sus deseos eran tan fuertes, estaba tan cegado, Miguel luchaba también con su mente, daba la espalda aquella mujer que también lo pondría como ahora estaría Uriel, no podía estar tan perdido en también tomar a Lilith, nunca lo tendría que hacer.

Los emergen fuerza, no podían hacer una pelea ahí, o serán vistos por las creaciones y ellos se sorprenderán de estos celestiales.

—Piensa en tu destierro, no habrá un perdón por parte de nuestro padre si cometes un gran pecado.

De alguna manera tenía razón Uriel, maldita sea que lo que tenía, la fuerza disminuye pero la mirada seguía puesta en ella.

Se podía sentir tranquilo, su hermano aun teniendo demasiadas ganas de voltear y al menos ver lo que tanto lo tenía pensativo, pero Miguel ya no podía estar ahí no era capaz de voltear así que decidió volver a los cielos.

Uriel visualizaba por última vez a Lilith, pero este de alguna manera no iba a estar tan tranquilo, las ganas van seguir aumentado, lo unico que tenia pensado era en Lilith, no creo que otra persona invada su mente como lo hace ella, así que en voz baja se dijo así mismo.

—Vendre por ti, vendré cada vez que me apetezca, cada vez que tenga necesidad de tenerte, por que sera lo unico que querre en todo este tiempo, serás el pecado más satisfactorio en toda la eternidad.

El Oscuro Secreto: LilithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora