Colisión

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Salir a caminar siempre resulta relajante para mi, hacia años que no estaba realmente aquí, volver a casa resulta complicado cuando no tienes muchas motivaciones para hacerlo, un canario enjaulado no puede ver las estrellas y tarde o temprano se vuelve taciturno y frío, así que una vez prueba la libertad de volar sin restricciones regresar a la jaula no es precisamente lo que más desea.

Hace algunos años me fui de casa con la promesa de regresar para acompañar a mi madre, mis hermanos habían hecho lo mismo y aunque no los vi cumplir con ello, no quería ser otra mentirosa más, así que las vacaciones de verano me obligaron a volver.

- ¡Lena!

Un escalofrío me recorrió la espalda, solo había una persona que me llamaba así en todo el  mundo y ella sabía cuanto me molestaba que usaran mi segundo nombre para referirse a mí. Así que respiré hondo antes de enfrentarla, pero era demasiado tarde, antes de darme cuenta ya estaba envuelta en sus brazos. -Hola pequeña gruñona, ¿cuando regresaste?

-Tara, volví hace dos días, ¿podrías soltarme? Creo que estoy quedándome sin aire.

Siento como refuerza su agarre, nos agita de lado a lado y luego me deja libre con una enorme sonrisa en el rostro. -Me alegra verte de nuevo.

Me es imposible no sonreír de regreso, después de todo es mi prima y aunque hay días en los que no puedo con su energía, verla siempre termina siendo agradable. -A mi también me alegra verte, creí que estabas fuera también.

-Regrese hace algunas semanas, solo estaré un par de meses y me iré de nuevo, pero eso no es importante, ¿a donde ibas?

Un lugar especifico no tengo y ganas de explicarme tampoco, así que me limito a levantar los hombros, ella me conoce lo suficiente para saber que a veces no necesito motivos para solo salir a caminar. -Ya veo, yo iba de camino a la plaza, hay un evento cultural o algo así, según sé habrá bailes interesantes, ¿me acompañas?

-¿Tengo opción?

-¿Tu mamá te espera de regreso pronto?

-No realmente, solo le dije que saldría un rato.

Una enorme sonrisa se dibuja en su rostro y deja claro que me tomará prisionera por el resto de la tarde. Se engancha a mi brazo y empieza a caminar tirando de mi al frente. Ambas tenemos toda la vida aquí y nuestros padres son amigos desde hace muchos años, así que la conozco desde que nací, al igual que la mitad del pueblo, que nos saludan al vernos pasar. Me es complicado evitar que todo el mundo nos reconozca, pero tanto su padre como los míos son personas un tanto ¿ubicables? creo que esa sería la palabra correcta en esta situación.

¿Alguna vez has sentido que no puedes hacer o decir nada fuera de lugar, porque en dos minutos todo el mundo lo sabría? Bien ese ha sido mi caso por los últimos 23 años.

-Buenas tardes.

-Que les vaya bonito.

-Gracias, que tengan bonita tarde.

La voz de Tara es amable y desearía que avanzáramos más rápido, pero cada pocos metros se detiene a saludar o hablar con alguien.

Cuando por fin llegamos a la plaza, nuestro avance es mucho más lento, pero en este punto las personas sobre el escenario son las que se llevan toda mi atención. La música en un volumen difícil de ignorar y las faltas enormes moviéndose al ritmo de la melodía se llevan todos los aplausos del público al detenerse.

En algún punto del cambio de acto alguien me empuja y giro al instante para ver que es lo que pasa, pero antes de siquiera decir nada escucho el quejido de alguien en el suelo. Mi primer pensamiento es alejarme, pero la educación que he recibido durante toda mi vida me obligan a ayudar a la persona en el suelo a levantarse.

Le ofrezco una mano y veo como duda antes de tomarla poniéndose de pie lentamente. -¿Estás bien?

Suelta mi mano en cuanto recupera el equilibro y mueve la cabeza de arriba a abajo como respuesta. -Perdón, no quería... yo...

-Tranquila, que nos pasa a todos alguna vez, solo ten más cuidado la siguiente, ¿está bien?

Una tímida sonrisa apareció en el rostro de la niña frente a mi, dudo que tenga más de quince años, pero antes de decir nada más se da la vuelta y la veo llegar a un grupo de niñas a unos metros de donde estamos nosotras, seguramente deben ser sus amigas.

Una vez llega con ellas, se gira de nuevo y esta vez su sonrisa es más amplia, hace un movimiento de mano, de lado a lado y desaparecen entre la multitud, así que hago lo propio y regreso mi atención al escenario, poco antes de que Tara tome mi mano y retomemos nuestro camino hacia delante para conseguir una mejor vista.

Las estrellas también hablanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora