— Es muy espaciosa...
La sala de Luciel tenía ligeros toques minimalistas.
— Pienso llenarla de millones de niños—. Atravesaron la sala, hasta llegar al comedor.
— ¿Es enserio?
— Soy de una familia de dos esposos que se odian a muerte, soy el sétimo hijo de 24. Aunque mis límites son 3, para mi ya es multitud.
— ¿Estás?...
—Estoy bien, soy el hijo de papi, tanto que mínimo error me mandó a Alaska.Se sentó con su hija en la cocina, su pequeña tomaba biberón, mientras que él tomaba una copa de vino que le había ofrecido Luciel.
— Tienes suerte, hice puré de manzana y un poco de pavo al horno.
— ¿Tenías invitados?
Se apenó al verle a los ojos directamente. Esos ojos verdes le hacía erizarse.Se parece mucho a Reina...
— Oh no. Me gusta cocinar, y quise probar este nuevo platillo.
Observó su platillo, lomo de pavo recién horneado con vegetales, una salsa que adornaba ligeramente el plato, con el puré de manzana.
Comió un bocado, y pudo sentir las texturas del lomo, suave y los vegetales también.Observó cómo Luciel le observaba aquel detalle le hizo tragar y casi devolver su comida.
Una tobillera electrónica.
Brillaba ligeramente una luz verde.
Su corazón palpitaba fuerte, su bebé ya había terminado de comer su papilla de manzana. No supo cuánto tiempo estuvo observando a Luciel pero cuando esté volteo, se sorprendió.
— No todos somos malos en esta vida Sword...
Escucho decir a Luciel mientras tomaba su asiento. Este suspiro. — Mi padre.... Odio decirlo, pero me acusó de robar medicamentos, un mal entendido por supuesto, 5 meses de arresto domiciliario...
Sostuvo fuerte a su bebé, quien se estaba quedando dormida.
— Descuida, soy inocente, soy doctor, no he matado pacientes, solo excepto si rigen eutanasia, o paros o cáncer...
Una risa amarga le hizo morderse el labio.
— ¿Eres doctor?... Más que una pregunta, fue un susurro mal artículado.
— Lo era—.
— ¿Hum?
— No lo quiero ser más, ¿cirujano por 15 años? No quiero seguir los pasos de mis padres, dejé de ejercer hace 3 años. Aunque la licencia sigue activa, hace un año robé los medicamentos.
— ¿Qué robaste?
Luciel le estuvo observando por un largo tiempo, y suspiró. La lengua afilada humedeció sus labios antes de hablar.
— Te lo diré... 4 bolsas de Abraxane 250 ml, 30 bolsas Nelarabina 150 ml, jeringas, ibuprofeno, mucho suero...
— Disculpa, pero no soy doctor, soy solo un detective policial y...
— Son medicamentos para el Cáncer. El Abraxane para Cáncer de pulmón y Nelarabina... para leucemia...
— ¿Tienes...?
— Sí. Etapa dos de Cáncer de pulmón, aún puede operarse...
Acurrucó a su bebé en sus brazos. — Por el amor a Dios... ¿así tu papá te metió a la cárcel?
— Casi, cuando supo que los medicamentos eran para su hijo más rebelde optó por casa por cárcel... Fue mi juez. Nada ético.
— Dios mío Luciel y yo pensaba que mi padre era un tonto por no pagar una multa de tránsito-pensó un momento — ¿y la Nelarabina?
Una sonrisa triste le hizo sentirse culpable. Sintió algo en su pecho. — Reina tiene tercera fase de Leucemia. Es mi ángel viviente—.
Una bella mujer de ojos verdes y melena lacia color almendra le inundó en sus recuerdos más recientes que tenía. "Oh dios".
— ¿Nunca más tuviste comunicación con él...?
— De momento, no. Pero basta de hablar de mi y tenerme lástima. ¿Qué te trajo a este pequeño pueblo, poli?
Se sonrojó. — Soy un detective... Criminalista... Yo... Realmente quería un cambio para la bebé y para mí. Alejarnos de su madre, todo lo que nos puede recordar a ella, ella... es drogadicta, nunca mejoró su condición, y yo... Yo lo era, yo solo, quise un cambio grande. Comprar casa largo, muy, muy largo, dónde fuera más bosques que edificios y salió una vacante aquí.
— Comprendo... ¿No volviste a tener pareja después de ella?
Rió. — No lo creo, no es mi interés volver a dañarme el corazón. Fueron 8 años de mucha dependencia emocional.
— Siempre es bueno darse un tiempo—. Se levantó Luciel acercándose lentamente a Sword. Pudo sentir su olor a roble cerca, haciéndole tragar grueso. El ligero toque en su mano le provocó un cosquilleo.
— Pero también hay que dar segundas oportunidades, no es bueno cerrar el corazón—. Luciel tomó el plato ya limpio de Sword, llevándole al lavaplatos.— ¿Qué hay de ti?
— Fue complicado... La última vez que vi a la que creí que me amaba fue hace un año, antes de mi detención. Tomó el rumbo de lujos interminables, joyas extravagantes y placer sin compromiso... No juzgo, era prostituta, una sexy prostituta, pero su corazón no me pertenecía a mi—. Luciel tomó un trago de vino.
— ¿Por qué no brindamos por nuestros corazones rotos? Por aquello que nos dañó pero hizo que cambiáramos y nos convertimos en piedras.
Sword alzó su copa.
El alcohol ya empezaba a hacer un ligero efecto en el.
— Salud-.
Dijo Sword, Luciel remedó el gesto.Observó la hora 10:30 PM. Suspiró, su noche se hacía pequeña y acogedora, pero tenía que darle fin.
— Debo levantarme temprano... puedes darme tú número y así... pagarte la cena.— Por supuesto.
Una sonrisa brillante observó de vuelta, tomó a su bebé en abrazos, con la pequeña frazada cubriéndole, se cruzó hasta ver un vehículo de policía. Arqueó su ceja, Luciel no era peligroso para que una patrulla estuviera acechando en su jardín.Observó cómo un oficial alto delgado de cabellos cenizos se acercó, visualizó al hombre, ojos ámbar, piel ligeramente bronceada.
— ¿Eres Sword? El oficial se posicionó delante de él, cargaba unos papeles en su mano derecha.
— Si.... ¿Usted es?
— Un placer mi nombre es Gabriel Canaan, seré su compañero a partir de mañana, el teniente le envía esto, es del nuevo caso. Tomó con cuidado los papeles intentando no soltar a Lana. — "Sombra" es lo que dicen todos los tabloides de este pequeño lugar...— De acuerdo, mañana a primera hora estaré en la oficina, muchas gracias Gabriel.
— Buenas noches detective Sword.
Aquellos ojos ámbar le guiñaron lo cual hizo fruncir su ceño.Dio media vuelta y antes de poder dar una pisada en su pórtico escuchó nuevamente su nombre.
— Debe de tener cuidado con sus vecinos. No todos son lo que parece.
— Nadie es quien parece señor Canaan, tenga buenas noches.
Y cerró su puerta.