9. SONRISAS

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Some things are meant to be

Take my hand

Take my whole life too

For I can't help

Falling in love with you

Can't help falling in love Elvis Presley

Maldigo en italiano al escuchar el tono de llamada proveniente de mi teléfono y Batman gruñe cuando le rozo y, sin querer, le despierto cuando me levanto para responder.

—¿Vas a llamarme cada maldito día a las no sé cuántas de la mañana para salir a correr? — pregunto con exasperación asumiendo que es Harry quien se encuentra al otro lado de la línea.

—¿Kaira? — pregunta una voz femenina que se me hace muy familiar — ¿de que estás hablando? — habla en italiano y creo que el color se esfuma de mi piel.

Compruebo el nombre del contacto en la pantalla y vuelvo a llevarme el teléfono a la oreja con nerviosismo.

—¿Mamá?- no puedo evitar la sorpresa en la voz —. Yo... No sabía que eras tú, pensaba que...

—Sí, lo que sea — dice interrumpiéndome, como siempre hace —. ¿Ya no sales con Drake? — pregunta y sé de sobra que en realidad no le interesa lo más mínimo.

— No...

— Vaya, ¡cómo no! — habla con desdén y me irrita de una manera impresionante.

— ¿Qué quieres decir con eso? — intento ocultar la molestia en mi voz.

— Que no me sorprende que no seas capaz ni de mantener una relación — dice con asco.

— No tienes ni idea de lo que estás hablando.

— Cariño, he tenido tu edad. Pero a diferencia de ti, yo si supe comportarme con tu padre y mira qué felices somos ahora.

—Sí, se nota lo felices que sois el uno con el otro. Precisamente por eso me fui, por lo celosa que estaba por vuestra relación — es mi momento para devolverle la pulla.

Se queda callada y escucho el ruidito de que la llamada ha finalizado.

Esbozo una sonrisa triste, odio que nuestra relación sea así, pero no voy a permitir que defienda a Drake sin ni siquiera saber lo mal que lo he pasado por su culpa.

Salgo de la habitación y me encuentro a Harry con el puño a cinco centímetros de mi cara, listo para tocar a la puerta.

— Uy... ¡Pero qué madrugadora estás hecha! — bromea y me desordena el pelo.

— He aprendido del mejor — respondo forzando una sonrisa.

Si nota que no estoy de humor para bromas, no insiste en saber el motivo.

— Voy a comprar el desayuno — anuncia.

—¿Hoy no vas a obligarme a ir a correr? — pregunto, extrañada.

No responde, se queda mirándome a los ojos, esboza una sonrisa pequeña y niega con la cabeza.

— Gracias — murmuro con sinceridad y él me dice "no hay de qué" con la mirada.

— Me cambio y voy.

— ¿Puedo ir contigo? — digo en voz queda.

— Por supuesto — accede — ¿te apetece conducir?

Sobre el mismo andénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora