Aún tengo impregnando tú aroma en cada poro de mí piel, recuerdo a la perfección el sabor de tú boca; no solo me hiciste tuya de manera física sino también de manera espiritual, tú no lo sabias, pero con cada gesto, cada mirada y palabra que me dirigiste me hacías tuya.
No hay amarre más poderoso que el quedarte desnudo y abrazado a una persona, pero si te soy honesta tú me tuviste a tus pies cuando me recargue en tú pecho y escuche el latir de tu corazón, yo podría pasar mil y unas noches así.
La forma en que me besabas, tocabas y hacías tuya me hicieron darme cuenta de que más que tener sexo, estábamos haciendo el amor, que de cierta manera ambos nos pertenecíamos, en ese momento solo éramos tú, yo y el placer que brotaba por cada poro de nuestra piel.