|$⁶| ɪɴᴏᴄᴇɴᴄɪᴀ

155 18 6
                                    


Zona Gris de Khlong Toei; Orfanato Hope World.

7:17 am

El leve frío mañanero empezaba a quedarse atrás conforme el deslumbrante sol saludaba al día. El clima empezaba a hacerse fresco y sutil, motivando a las plantas florecer. Muchos negocios empezaban a abrirse, el delicioso olor a  pan de la panadería cercana se dejaba deleitar.

La mujer que caminaba  de un lado a otro en las puertas del limpio y ordenado orfanato mantenía su semblante nervioso. Sus zapatillas cerradas abrigaban sus blanquecinos pies que se movían al ritmo que ella mantenía. Se detuvo de golpe y llevo sus delgadas manos a su cuello en busca de su cruz de plata. La encerró en su mano y la apretó levemente.

—¿Por qué tardan tanto? Prometieron estar aquí a las siete y punto.—murmuró. Sus labios se apretaron levemente.

Aquella madura mujer llevaba varios minutos nerviosa. Y no era para más, en cuánto había recibido una llamada de uno de los pocos albergues ubicados en la capital comunicando que enviarían apoyo monetario, le habían dejado algo ansiosa.

Eran muy pocas las posibilidades y las veces en la que ayuda económica y social llegaba a aquel orfanato olvidado y ubicado en Toei. Por un lado estaba más que contenta y feliz, le llegaría pronto ayuda a sus niños y ese era un motivo lo suficientemente importante para que se sintiera de esa manera.

Hace aproximadamente treinta y dos minutos de la llamada y en cuento colgó, se apresuró a acomodar un poco más el ya ordenado y limpio orfanato junto a las otras dos monjas que la ayudaban en lugar. Desde que el padre P'Tor había sido encontrado muerto en la Iglesia, las pobres tres mujeres no lo había tenido nada fácil, pues el pilar principal del orfanato e Iglesia se había ido para siempre.

En ciertas ocasiones la mujer de ya cuarenta y ocho años de edad no lograba entender el por qué de aquel cruel destino que tuvo su amigo y padre de Iglesia. Tenía que sobreponerse y salir adelante. Gracias a la ayuda de los vecinos más cercanos y confiables, y como no, la ayuda de sus muy queridas cuatro chicas había logrando mantener a los niños a la raya y sin exaltaciones. Ayudaban a alimentarlos, jugar con ellos para que liberarán sus inocentes e imaginarias mentes y por sobre todo, los cuidaban con espada y escudo.

La monja se llevó una mano a la frente y arrugó su entrecejo mostrando nerviosismo. Sus ojos azul cielo no dejaban de observar por todo el lugar y sus pies volvieron a moverse de un lado a otro en busca de apaciguar su ansiedad. Su velo color negro ocultaban su cabello a la perfección y su largo vestido del mismo color hacían conjunto con este. Era el típico traje de monja, oscuro, planchado y ocultaba su cuerpo.

Con afán se movió hacia donde sus pequeños infantes se encontraban. El jardín que quedaba tras el comedor y el cuál estaba lleno de flores eran acompañados por columpios y un pequeño trampolín. El jardín lleno de flores tenía el aspecto idéntico a un pequeño parque de niños, y ciertamente lo era.  El orfanato era muy cómodo, con su comedor, las habitaciones, el pequeño parque, los baños y la sala en donde se les enseñaba a los niños a leer y escribir.

Observó a los infantes jugar y divertirse e inconscientemente una sonrisa se dejó ver en su rostro. La mujer llevó su mano derecha a su corazón e intento calmarse una vez más. Cerró sus ojos y suspiró.

Bien, ellos están bien.—murmuró suavemente.

Se dio la vuelta y hecho a andar hacia la salida, su moral y educación le decían que tenía que esperar a las visitas fuera.

En cuento se encontró en la entrada al orfanato, esperó pacientemente a que la tan anhelado ayuda llegará. Sus manos permanecían juntas y sus labios se apretaban y murmuraban una que otra cosa y un par de rezos.

𝗖𝗿𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮𝗹 𝗖𝗶𝘁𝘆 ;𝐊.𝐓𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora