|$³| ᴄᴀᴜsᴀ ʏ ᴄᴏɴsᴇᴄᴜᴇɴᴄɪᴀ

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Una pequeña gota de agua no dejaba de caer sobre el sucio y ahora encharcado suelo. En la gélida noche los gritos de agonía de un hombre que aún se mantenía vivo se escuchaban.

No era él único en aquel lejano y aislado lugar. Mientras sufria y agonizaba, cuatro siluetas determinadas e impacientes lo observaban.

El agotado hombre se encontraba atado. Sogas apretaban sus muñecas al igual que sus descalzos pies. El sudor en su frente alertaba una fiebre insensata que atormentaba su sistema. Levanto su cabeza observando a la culpable de su tormento, su vista nublada a causa del dolor le impedían captar con enfoque a la silueta frente a él. Con voz ronca e inestable habló;

—N-no les concierne. Esto no debe ser así....—afirmó más para si mismo.

Dando esa respuesta, el martillo que ya se encontraba rojizo con su propia sangre vuelve a impactar su maltratada rodilla. El grito lleno de dolor es ahogado por su propia lengua. Su atacante se permite suspirar nuevamente y está vez, el cuchillo en su mano izquierda traza una línea profunda que no llega a lastimar sus órganos vitales sobre su pecho sudoroso. Al mismo tiempo, la sangre carmesí pinta este con rapidez pintando su palida piel de rojo intenso. Su abdomen se contrae debido al dolor, mismo dolor que es tanto que esta ves es incapaz de callar el grito lleno de dolor y furia. La sangre acumulada en su boca lo obligan a intentar escupir, cosa que logra con dificultad.

Tomando un respiro, trata de enfocar su vista y ubicarse nuevamente. Sabe que estas personas no están jugando y quieren respuestas, pero el no puede dárselas, no cuando sabe que consecuencias traería.

—¿No hablarás? Esta bien.—murmuró la voz femenina de su agresora mientras da ligeros pasos hacia atrás, alejándose de su víctima.—¿Alguna vez te han metido un ciempiés en el oído? —murmuró con tono divertido; sus movimientos y su notable encanto con el que lo hacía podría titularse como lo más divertido, tanto que su víctima podría jurar que para ella lo es.

El pánico llenó por completo su cuerpo al escuchar aquello. Un sudor frío bajó ligeramentede de su ya sudorosa frente y sus puños lastimados fueron apretados en un intento de calmarse a si mismo. Se repitió que aún así pasara por aquel martirio no se atrevería a hablar. Aunque su ojo derecho se encuentre hinchado gracias a la paliza que una de ellas le dio hace un minutos, y sus pulmones se encuentren llenos de agua gracias al intento que ahogamiento que sufrió hace unas horas. No importa en que tanto daño le fuera provocado, su propio orgullo no obligaba a callarse.

Su respiración es pesada y cansada. De reojo ve como tres de ellas se encuentran viendo fijamente lo que pasa calladas y serenas, como si lo que le estuvieran haciendo fuera la cosa más normal y básica del mundo.

Como observar a un bebé jugando con su juguete. Malditas psicópatas.—pensó.

-?—Te presento a mi amigo. Por favor se amable con él.—habló con picardia y diversión la enmascarada mientras muestra un largo ciempiés que había sacado con chulería y burla de un jarrón ubicado en una mesa llena de objetos raros y dolorosos.

—Ustedes cuarteto de zorras no saben en lo que se están metiendo. Están cometiendo el peor error de su miserable vida.—escupió en tono áspero.—No me importa si muero esta misma noche, comparado con esto, lo que ustedes sufrirán será mil veces peor.

Luego de formular lo dicho, el silencio invadió el lugar que minutos antes se encontraba en total oscuridad y que ahora era iluminado por un par de bombillas pegadas a la pared.

De reojo vio como sus agresoras no movieron un músculo. No duró mucho, tan rápido como sus ojos hinchados le permitieron ver, la persona enmascarada que tenía a unos milímetros al frente, y quien no había parado de magullar su cuerpo, se apresuró a acercarse a él, y con furia alcanzó él cuchillo, lo alzó para seguido impactarlo en él tan rápido como pudo.

𝗖𝗿𝗶𝗺𝗶𝗻𝗮𝗹 𝗖𝗶𝘁𝘆 ;𝐊.𝐓𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora