Capítulo I. El caer de la hoja

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Valaquia, Rumanía.

Desde las primeras luces del alba, la habitación se lleno de un resplandor dorado que entro por las ventanas entre abiertas, acariciando cada rincón de la habitación. Una figura   esbelta de una mujer, descansaba entre sus sábanas de seda y encaje hasta que sus habitaciones fueron interrumpidas por la servidumbre.

Las cortinas se abrieron totalmente dejando entrar más los rayos del sol y el agradable silencio que había se convirtió en un bucillo causado por las sirvientas que traían bandejas de agua y cubetas calientes.  La mujer de cabellos negros aún adormilada se levantó de la cama mientras se masajeaba un poco el cuello. Sus largos  y ondulados cabellos caían como una cascada de ébano.

—¿La señorita desea que preparemos su baño matutino? —preguntó una de las criadas manteniendo la mirada abajo.

La mirada de aquella mujer, llena de un silencioso anhelo, se posó en la ventana por un momento antes de asentir con un gesto suave.  Después de unos segundos se levantó de la cama, dejando caer una de las mantas. Las criadas, expertas en su rutina  la asistieron para preparar el baño.

Con una serenidad casi gélida, la mujer se permitió ser desvestida por las criadas, revelando una figura esbelta envuelta en la tela suave de su bata. Con movimientos elegantes pero distantes, se sumergió en la bañera, permitiendo que el agua caliente acariciara su piel, desprendiendo cualquier rastro de sueño.

Mientras el agua fluía con suavidad, ella permanecía inmersa en sus pensamientos. Apenas un roce de emoción cruzaba su rostro mientras se sumergía en las aguas templadas, como si en ese instante se desvaneciera toda expresión.

—Señorita —llamo la voz de la misma criada de hace unos momentos —¿qué atuendo desearía usar hoy?

La mujer se acomodaba en la bañera mientras recargaba su cabeza y manos en la tina y miró de reojo a la criada para desviar su vista hacia la mujer que le sostenía el cabello.

—Con cuidado. No quiero que se moje demasiado, lo lave ayer en la noche. —mencionó Romina con una voz llena de autoridad y hostil.

—Si señorita, como ordene.

—Mi padre me trajo un vestido color vino que adquirió en su reciente viaje a España —comentó Romina cerrando sus ojos dejando que su criada tallar a su cuerpo —. Quiero usar ese vestido, así que traelo.

La sirvienta asintió y salió de la habitación dejando que el resto se encargará de cada detalle del ritual matutino de la mujer.

–¿Necesita algo más, señorita?— preguntó una de las sirvientas.

The Sultan's Fahişe (𝗦𝘂𝗹𝘁𝗮𝗻 𝗦𝗲𝗹𝗶𝗺)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora