Capitulo II. Destino

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Cuando las esclavas eran arrancadas de sus hogares y vendidas, a menudo llegaban a las tierras turcas. Se creía que los dioses en el cielo lanzaban una moneda para decidir su destino, determinando a dónde serían enviadas y qué tipo de vida llevarían. Una cara de la moneda, la más brillante, representaba la vida en el palacio de Topkapi. Como criadas, podían llevar una vida tranquila y cómoda, y si eran ambiciosas e inteligentes, podían ascender a favoritas del sultán, pasando de ser simples sirvientas a poderosas sultanas. Pero la otra cara, de la que nadie hablaba, significaba la vida de una prostituta, donde no había comodidades ni tranquilidad, y la libertad era solo un sueño para las mujeres del barrio de Karın Gecesi, en el corazón de Beyoglu, donde llegaban como esclavas y morían como prostitutas.

—Seremos vendidas a esos otomanos, se acabó —replicó una rubia que estaba arrinconada en la orilla del barco, sollozando—. Nos harán esclavas, nos quitarán nuestras vidas.

—Extraño a mi madre, mi madre y mi padre —susurraba con pesar una castaña que estaba acostada en el suelo, aún en estado de shock.

Romina las escuchaba a todas, las observaba y las compadecía. La mitad de las presentes eran niñas, jóvenes de entre 12 y 15 años que no habían vivido lo suficiente y ya les habían arrebatado su libertad. La otra mitad eran mujeres adultas, entre ellas Cecilia y Romina, claro está. Ambas pelinegras estaban en los extremos del barco, intercambiaban miradas de vez en cuando, se analizaban y después desviaban la vista. Cecilia se había mostrado curiosa por saber más acerca de Romina después de su corta conversación; Romina solo le había dado una respuesta breve:

—Soy una noble igual que tú, reconozco tu apellido. Eso es todo —le había dicho.

Pero Cecilia quería saber más: ¿de qué familia era? ¿De dónde venía? ¿Sus familias se habrían conocido alguna vez? Sin embargo, la mujer de ojos azules se alejó y no quiso decir nada más.

Romina siempre supo que el destino obraba de manera extraña, era raro e impredecible, pero nunca creyó que el destino volvería a unir su vida con una Baffo. Años atrás, cuando ejecutó la muerte de Violanta Baffo, creyó que su vínculo con los Baffo había terminado, pero ahora el mismo destino ponía a la hija de la amante de su padre delante de ella. Ambas habían sufrido la misma pérdida y ahora también terminaban de la misma manera. Si Romina estuviera en su antigua posición, sin duda alguna se habría alegrado y habría organizado una fiesta para celebrar. Por desgracia, ella había terminado igual, y celebrar era lo último que quería hacer. Su vida se había desmoronado junto con su familia.


Al pensar en sus hermanos y su padre, el corazón de Romina se apretaba en su pecho y las lágrimas brotaban de sus ojos. Los extrañaba profundamente y lamentaba su muerte, especialmente porque no pudo despedirse de ellos. A veces deseaba que todo fuera un sueño, que nada de esto hubiera pasado y que pronto regresaría a casa. Pero era absurdo; ya no era una niña para pensar en esas cosas y lamentarse. Tenía que ser fuerte y comenzar a pensar en cómo iba a sobrevivir. Ella nunca había tenido que luchar por sobrevivir, siempre había vivido cómodamente, pero eso se acabó, todo se acabó por culpa de Dimitri. Después de despertar, preguntó por él: ¿dónde estaba Dimitri? ¿Por qué la había dejado en ese barco? Pero nadie le respondió.

The Sultan's Fahişe (𝗦𝘂𝗹𝘁𝗮𝗻 𝗦𝗲𝗹𝗶𝗺)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora