Prólogo

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-Volveré pronto- Se despidió el sultán Yazdan besando la frente de Aynur antes de subir al caballo y liderar las tropas - Una vez qué nuestro pueblo esté a salvó, volveré a tus brazos para no irme más y juntos vamos a dirigir nuestro imperio.

-Mantente me salvó y vuelve pronto a mi- respondió Aynur mirándolo intensamente a los ojos. -Yo te estaré esperando, cuidaré de nuestro pueblo, de nuestra pequeña sultana y sobre todo, siempre te tendré en mi mente.

- Yo te enviaré cartas a diario para qué no me olvides y para qué a pesar de la distancia estemos juntos. Verás como, cuando nos demos cuenta, el tiempo habrá pasado y ya estaremos juntos de nuevo. No tienes que preocuparte, confía en mí

Ambos se abrazaron entre lágrimas y después se dieron un conmovedor beso. Después de unos minutos, ambos se separaron poco a poco, sus manos aún se resistían a separarse, sin embargo, inevitablemente tuvieron que soltarse.

El sultán Yazdan montó en su caballo y poco a poco se alejó del palacio con su ejercito detrás de él.

Aynur tomó a la pequeña Sultana Zeynep en sus brazos. Safiye rodeó con su brazo derecho los hombros de Aynur y ambas miraron al horizonte mientras Yazdan desaparecía con el ejército.

-Pronto regresará, verás qué estará bien. - Suspiró la pelinegra mientras recargaba su cabeza en el hombro de Aynur.

-Confío en que lo hará.

Durante los primeros meses, Aynur recibía casi a diario una carta de Yazdan, si un día no llegaba alguna carta, al día siguiente llegaba la carta del día y la reposición de la que no llegó el día anterior. Ella con emoción respondía de regreso para platicarle todo lo que ocurría en el día a día del palacio, desde un ocupado dia de trabajo resolviendo asuntos de estado, hasta cosas tan triviales como el día en que comieron aquellas tartaletas de limón que tanto le gustaban, le enviaba poesía y le decía lo mucho qué lo extrañaba. 

Todo parecía ir en orden, hasta qué un día dejaron de llegar las cartas de Yazdan. Pasó una semana, dos, tres... y nadie tenía noticias del sultán.

Aynur, preocupada, mandó a unos guardias a investigar que sucedía con su amado sin éxito y tomó la riendas del imperio. Sin embargo, inevitablemente, los rumores corrieron y la gente en el imperio comenzó a decir que el sultán probablemente había muerto a manos de unos invasores que buscaban adueñarse del imperio. La gente habló, y habló y entonces, los rumores llegaron a oídos de aquellos rebeldes que desde años atrás, intentaron evitar que los Osmanli continuarán en el poder.

Fue entonces cuando tomaron el palacio a la fuerza y hubo una masacre de nobles, sirvientes, etc.

Aynur, en lugar de esconderse, salió a dar la cara e intentar proteger a su pequeña hija, heredera al trono en caso de fallecer el sultán y a la Sultana Safiye, ambas, únicas descendientes legítimas de la familia imperial. Buscó la habitación más segura del palacio y ahí resguardo a su pequeña Zeynep y a su amiga Safiye.

-¡No lo hagas! - Grito Safiye en medio de la deseperación, con Zeynep en brazos - quédate con nosotras, son muy peligrosos.

-Se qué son peligrosos, pero hasta que nuestro querido sultán regrese, yo daré la cara y protegeré a quienes llevan la sangre real, es mi deber como Sultana desde qué decidí casarme con tu hermano. -Suspiro guardando un sollozo- si no regreso, cuando vuelvas a ver a mi sultán, dile que siempre le amé. Cuida también de mi pequeña hija en mi lugar.

-¡No!, ¡Aynur!... ¡Te ordeno que regreses aquí!

Aynur escuchó la voz desesperada de su amiga y los llantos de su pequeña hija, pero no le importó y salió de la habitación ordenando a los guardias que pusieran todos los seguros posibles y toda la fuerza para que las puertas de aquellos aposentos no pudieran ser abiertas con facilidad.

El Vampiro de los mil años: Aynur SultanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora