Capítulo 1- Mea Culpa

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No pasaron siquiera dos días para que Aynur se encontrara casi de manera sobrenatural en perfecta salud. Sin embargo, su angustia y sed de sangre la comenzaban a sobrepasar. Su consciencia se encontraba en una constante lucha entre la Aynur que siempre había sido y el monstruo en que la habían convertido apenas días atrás. También, la joven sultana se encontraba muy angustiada por aquello que el rebelde Castiel le dijo sobre acabar con su familia y la dinastía, por su sed, por lastimar a su hija o a Yazdan. Por ello, generalmente se aislaba totalmente y rechazaba a cualquiera que quisiera entrar a visitarla. Aceptaba solo visitas cortas de al menos en sus aposentos para resolver asuntos políticos, pero estás no debían sobrepasar los 10 minutos.

Todos en el palacio se encontraban muy preocupados por el aislamiento de Aynur, especialmente Yazdan, quien a diario hacía invitaciones a su sultana para salir, aunque sea a tomar el aire. Ella siempre rechazaba cualquiera de sus invitaciones, y si él tenía suerte, dejaba que la viera solo por 5 minutos, o menos. En ocasiones, por las noches, él se quedaba al pie de la puerta de los aposentos de Aynur con la esperanza de verla, hablar con ella o al menos saber si de verdad estaba bien. Se sentía muy culpable ya que, debido a los estragos de la guerra, él y su ejército habían quedado aislados y no había podido enviar noticias de su situación al palacio, ni había podido responder las cartas de Aynur. Todo esto desencadenó que los rumores de su posible muerte en batalla llegarán a los oídos de las personas, incluidos aquellos que lo querían fuera del trono, dando pasó al ataque de los rebeldes esa fatídica noche. Sí, llegó a tiempo para salvar a su familia y encontrar con vida a su amada sultana, sin embargo, ella ya había sido herida por los rebeldes, y cuando algo se rompe, nunca vuelve a quedar como antes fue.

Como sea, pasara lo quo pasara, Aynur no estaba dispuesta a aceptar salir de sus aposentos o dejar que alguien la visitara al menos que hubiera una emergencia de rápida resolución. No importaba si quien la buscaba era alguna de sus criadas, su amiga la Sultana Safiye, su pequeña hija Zeynep, o su querido sultán Yazdan.

Mientras tanto, Leyla, su declarada rival, se encontraba feliz por esta situación, pues, de seguir con este tipo de conductas de aislamiento, tenía la esperanza de que un día la Sultana Aynur perdiera el favor del Sultán y entonces ella pudiera recuperar su lugar en el juego y entrar a la familia imperial al menos como una concubina. De este modo es que una mañana, Leyla se preparó, salió de su palacio que se encontraba ubicado a una distancia muy corta del palacio de Topkapi y pidió una audiencia con la sultana.

Después de insistir, insistir e insistir, la audiencia fue concedida con la condición de que la charla no fuese muy larga.

-Buen día señorita Leyla, ¿En qué puedo ayudarte?

Aynur se levantó de su asiento para recibir a la joven egipcia.

-Mi sultana...- hizo una reverencia al entrar a la habitación mientras sonreía maliciosamente. -Me he enterado de que su salud no era buena, así que vine a visitarla y a asegurarme de que se encontraba bien.

Sí, la verdad Leyla le guardaba un profundo rencor a Aynur, y se encontraba un tanto furiosa con Yazdan por haberla reemplazado. Sin embargo, por su bien y el bien de su familia, intentaba guardar las apariencias actuando diplomáticamente. Eso no significaba que nunca hubiera habido una discusión acalorada entre las dos jóvenes en medio de los pasillos del palacio, provocada por la envidia enfermiza de Leyla, sin embargo, por su propia reputación, dejó de provocar escándalos, al menos de manera tan frecuente.

-Gracias por tu visita Leyla Hatun. Ahora me encuentro en perfecta de salud, sin embargo los médicos me recomendaron reposar. De todos modos, ya me encuentro trabajando desde aquí para tener algo en que ocuparme.

-Si, se nota... -pensó la pelinegra antes de continuar - en palacio incluso corre el rumor de qué usted ya está bien y que simplemente no gusta de la compañía de las personas, por algún motivo. Claramente me preocupé bastante por usted, ya qu, como usted sabe, todos los seres humanos necesitamos a veces algo de compañía para estar bien, sobretodo cuando se pasa por algo como lo que pasó usted, así qué vine a... -sonrío maliciosamente- hacerle compañía y darle ánimo.

El Vampiro de los mil años: Aynur SultanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora