aznarepse

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juan intentó forcejear cuando sus manos fueron amarradas, sus ojos vendados y su boca terminó amordazada por un trozo de tela, pero la persona que lo tenia atrapado era más fuerte, e indiscutiblemente más grande que él. así que al final solo se dejó llevar por el desconocido que ahora lo cargaba en su hombro.

la capital era tan extraña...

cuando sintió que era bajado al suelo, terminó tambaleándose hasta que quedó sentado en lo que supuso, era una silla de madera. al final confirmó aquello cuando el desconocido le quitó la tela que cubría sus ojos, y la mordaza que seguía en su boca impidió que soltara un chillido de asombro por lo que veía.

estaba sentado en medio de una gigantesca habitación sin ventanas, pero el color blanco de las paredes y los muebles lograba que el sitio se viera tan claro como la luz del día. encontró una pared entera dedicada a sostener armamentos como espadas y escudos, y justo enfrente de esta habían siluetas humanas hechas de madera.

habían muchas más cosas peculiares en aquella extraña habitación, pero juan no pudo seguir observándolas cuando notó la presencia de cuatro figuras frente a él.

juan no los conocía de ninguna parte. estaba seguro de que recordaría a la perfección ese cabello castaño con mechones blancos, al muchacho de piel canela o a la formidable estatura del hombre que lo miraba con detalle.

el único con aspecto común era un sujeto peliazul que estaba sentado en el suelo, pero el hecho de que tuviera una navaja entre las manos solo hizo que la piel de juan palideciera por los nervios.

-te quitaré la venda si prometes no gritar- dijo el más alto de todos.

juan rodó los ojos por aquella línea tan clásica. en primera, la mordaza no le permitiría aceptar el trato con palabras, y en segunda, tenía más que claro que si gritaba, nadie lograría escucharlo.

asintió después, y el mismo hombre se encargó de liberar su boca de la tela.

-te vimos en la plaza- dijo el chico con mechas quien abrazaba una de las siluetas de madera -casi le ganas al señor reborn.

juan quiso responderle, pero el hombre que parecía estar al mando volvió a captar su atención

-esta habitación se encuentra justo debajo del castillo real, cerca de las catatumbas de la capital- informó como si nada -ahora somos de los pocos que conocen de su existencia.

-eso suena extraordinario, pero no me dice la razón por la que me secuestraste.

-no te secuestré- dijo el mayor con una delicada mueca burlona.

entonces juan lo miró incrédulo, sintiendo el ardor de sus muñecas por las cuerdas que aún lo retenían.

-me trajiste hasta aquí a ciegas, con las manos atadas y la boca bloqueada. ¿cómo le llaman a eso en esta ciudad?

-te traje hasta aquí porque ví tus habilidades en combate- contestó el mayor, en un obvio intento de desviar la pregunta de juan -tú, al igual que ellos, han sido negados por los mosqueteros por algo en especial.

-¿dices que me vetaron por ser un granjero?

juan juró que el sonido de las burlas se hizo presente en ese instante. el no se avergonzaba de sus orígenes, pero cuando los habitantes y mosqueteros se burlaron de sus raíces, fue inevitable perder algo de calma. cuando reborn lo humilló, deseó que por arte de magia la tierra lo tragara y luego lo escupiera al otro lado del mundo.

-a nosotros nos negaron el ingreso a la guardia real por no ser de familia noble- admitió el peliazul que seguía tirado en el suelo.

-a mi me rechazaron por culpa de mi vitiligo- dijo el muchacho de mechas, y juan se sintió indignado tras escucharlo.

sin duda algo andaba mal en los procesos de reclutamiento. puede que fueran distintos a los jóvenes nobles de la ciudad, pero si iban a ser negados por mosqueteros como reborn, debía ser por una razón más válida que sus diferencias raciales o de estatus.

juan era un granjero humilde, pero vaya que estuvo cerca de vencer a ese arrogante castaño.

-puedes llamarme tanizen- ofreció finalmente- estoy a cargo de formar la escolta secreta para la llegada del príncipe.

-¿el príncipe?- inquirió juan sin comprender.

la ciudad contaba con una reina y rey, y era bien sabido por todos que estos gobernantes tenían un pequeño hijo que no pasaba de los siete años.

escuchar acerca de la llegada del príncipe, no tenía sentido en la cabeza de juan.

-la reina ha decidido dejar el trono a un heredero ilegítimo. nadie conoce su rostro, pero toda la ciudad espera con ansias para darle la bienvenida.

escuchó atento la breve explicación de tanizen, pero aún así, juan seguía un poco confundido sobre todo lo que rodeaba la existencia de este extraño príncipe.

-¿entonces quieres convertirnos en mosqueteros?

tanizen negó a su pregunta.

-los convertiré en un equipo.

juan miró a los tres muchachos que seguían su conversación con tanizen. estaban expectantes por escuchar una respuesta concreta de su parte, pero él aún no lo tenía claro.

no podía ver el cielo, pero estaba seguro de que el sol iba a esconderse demasiado pronto y con eso, el día empezaría a terminarse. tampoco tenía un lugar para pasar la noche, y sabía que buscar una pensión a esas horas sería una pérdida de tiempo o como mínimo, de dinero.

juan se vió sin muchas opciones, pero tenía la certeza de que aceptar la propuesta de tanizen era algo que en el fondo, deseaba con anhelo.

-no puedo entrenar con las manos atadas- aclaró con una sonrisa conciliadora.

y entonces dejo de sentirse un extraño.

juan y los tres mosqueteros ★ spruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora