2.- El vecino de abajo

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Tras una tarde con Carlota, volví a casa. Mi abuela no estaba, pero mis padres sí.

─¿Dónde está la yaya?─ pregunto.

─Se ha ido a cenar con un vecino─ responde mi madre.

─¿Con cuál?

─Con Enrique, el concejal.

─Madre mía─ río.

Fui a mi cuarto y me acurruqué en mis mantitas con un libro. Pero no estaba centrada, no podía dejar de imaginar cómo reaccionaría la gente de mi instituto al ver que me fui sin avisar a mitad del trimestre.

Cuando quise darme cuenta, ya era por la mañana. Miré la hora en el pequeño reloj de mi mesilla, las 12am, ¡qué raro!, me he quedado dormida hasta tarde. Me levanté y cuando salí de mi cuarto mi familia estaba desayunando.

─¡Pero mamá!, tienes setenta y tres años, ¿cómo vas a salir con el vecino?, ¡eso es inmoral!─ se queja mi padre, qué amargado.

─Que sepas que me dijo que aparento cincuenta y cinco─ presume mi abuela. He de admitir que ella se conserva muy bien para su edad.

─¡Jose!, no seas soso, ¡tu madre puede conocer a nuevos hombres después de casi diez años sola!

De repente sonó el timbre, miré por la mirilla, era uno de los hermanos de Carlota, ¡y yo estaba en pijama y sin arreglar!, me fui al baño a echarme un poco de rímel, por suerte mi pelo estaba bien. 

Cuando me estaba dirigiendo a mi cuarto para cambiarme, mi madre ya le había abierto.

─Hola, ¿está Ainara?─ pregunta Nano.

─Sí, está ahí detrás─ responde.

Qué vergüenza, el chico me vió con un pijama de Hello Kitty, pero ya no quedaba otra, me acerqué a él.

─¿Qué pasa?─ pregunto.

─Era por si te apetecía dar un paseo─responde.

─Claro, un segundo que me visto.

─Vale, te espero.

Me puse una camiseta negra de tirantes finos y unos vaqueros para salir con Nano.

─Ya estoy─ digo.

─Vamos.

─¡Espera!─ exclama mi padre.

─¿Qué pasa papá?

─Nano, ¿escuchas podcast sobre la historia de España?

─Eeh no.

─¿Entonces como piensas ser un hombre culto para mi hija?

─¡Papá por Dios!─ exclamo antes de irme con el chico y cerrar la puerta

─¡Papá por Dios!─ exclamo antes de irme con el chico y cerrar la puerta

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Como ella no había desayunado, fuimos a tomar un café en el Max&Henry. No es muy difícil para mí ligar, así que suelo ser directo y no soy de cuestionarme mucho las cosas antes de decirlas.

─¿Y tienes ex?─ pregunto.

─Sí─ responde.

─¿Y qué pasó?

─Pues... me dejó por otra.

─Perdón, si no quieres hablar de eso...

─No, no pasa nada, ¿y tú?

─Estuve con algunas, pero no surgía nada serio.

─Sí, es que hoy en día eso es difícil.

─¿Y estudias?─ cambio de tema.

─Sí, estudio y escribo, estoy en el bachiller de letras.

─Mi madre también escribe, ¿sobre qué escribes?

─Bueno, normalmente mis historias tienen su toque humorístico, conseguí que una de ellas se vendiera en librerías.

─Eso está muy bien, yo quiero ser actor. Voy a teatro y a clases de interpretación.

─¡Actor!, eso es muy interesante.

─Sí, a tí te pegaría ser actriz o modelo.

─¿Qué dices?, no creo.

─Sí, porque eres guapa.

Noté como sus mejillas se sonrosaban y no me respondia.

─Perdón si te ha incomodado─ digo al ver que no habla.

─No... no, muchas gracias, tu también─ sonríe. 

Al volver a casa, me sentí muy emocionada, ese chico era muy guapo

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Al volver a casa, me sentí muy emocionada, ese chico era muy guapo. Me gustó mucho salir con él, fue amable, extrovertido... pero no pasó nada, ni siquiera nos besamos.

De repente sonó el timbre, resultó ser Menchu, había quedado con mi abuela para ir al bingo. 

Mi yaya siempre ha sido muy sociable, normal que ya haya ligado y tenga nuevas amigas. Sin embargo mi padre es justo al contrario, es introvertido y frío.





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