Ella murió a los 12 años
cuando su mente era pura
y sus ojos brillaban prístinos,
cuando no había en su pensamiento
deseo trunco ni flor fallida.
Cada paso era una aventura,
cada sensación se tornaba en sabor,
cada olor precedía un arcoíris.
Ahora arde el silencio en su cuarto.
La alegría está de luto.
La inocencia llora a su lado.
Pero al mundo no le importa;
sigue impávido su loco trajinar.
No se detiene ni se da vuelta
a mirar su cuerpito inerte.
Las gentes pasan por la ventana,
fantasmas ajenos a la enorme tragedia
de una niña que ya se fue.
¡Por favor, detengan el rumbo de la tierra!
Qué este dolor no quede impune.
Qué griten las catedrales su nombre
hasta que las campanas queden desechas.
Qué su perdida no sea en vano.
¡Por favor, qué ella no se haya ido!
Qué su esencia habite en alguna estrella
ardiendo su pequeño resto de vida.
Qué sus piecitos hollen el suelo
de un mundo aún no conocido.
¡Y que nunca más se vuelva a decir
que un corazón lozano y bello
esté forzado al adiós repentino!
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POEMAS QUE NO SE CALLAN
PoetryAmo tus ojos, esmeraldas de algodón. Amo tu mirada perdida en un horizonte que solo tú puedes ver. Yo me conformo con observar tus ojos enormes, brillantes y húmedos clavados en ese punto impreciso. Tu estado meditativo es mi éxtasis. Veo tu pecho o...