El crimen

5 1 0
                                    

Vaya, hace tiempo que no pensaba en mi pasado, no es que haya sido malo pero, tampoco era normal. Mis padres estaban vivos y felizmente casados, yo sabía que no querían hijos pero me tuvieron igual, siempre tuve la esperanza de que por ser hija única me prestarían más atención, pero no fue así, estaban tan ensimismados con sus vidas que apenas notaban su entorno. Con esto, no quiero decir que no se preocupaban de mí, la verdad es que nunca me faltó nada de comida, ni de útiles ni de ropa; su único defecto fue no apreciar todo lo que yo iba aprendiendo día tras día, nunca prestaron atención a lo que decía o hacía, no iban a mis shows en el colegio, jamás pude sentir su amor. Ahora me doy cuenta de que pasé más de la mitad de mi infancia y adolescencia en la casa de mis vecinos. Eran un matrimonio encantador, unos años mayor que mis padres, esa pareja de adultos siempre me dieron apoyo, cariño, simpatía, amor, estuvieron en la casa de al lado toda mi vida y, creo que aún siguen ahí. Con ellos yo sentía comodidad y protección, podía hablar de cualquier tontería y ellos me sonreirían, las tardes que pasaba en su casa son los recuerdos más bonitos que tengo de mi juventud. Tenían 2 hijos varones, que nunca demostraron algún afecto por esos padres para mí tan maravillosos, salían constantemente hacia el jardín a jugar sólo para evadirlos. Cuando ya tenían unos 16, 17 años seguían saliendo a ese jardín que yo no le veía nada en especial (nunca les dije lo que pensaba), sólo entraban a la casa por meriendas, ni siquiera para el baño, estaban tan agitados a veces que fueron desarrollando una vejiga muy fuerte o si el esfínter les fallaba corrían a los arbustos y lo hacían como los salvajes; creo que nunca, en todo el tiempo que estuve allá, les escuché decir a ese par de inmaduros "los queremos mamá y papá".

Ahora tengo 26 años, soy miembro de una prestigiosa firma de abogados y vivo mi vida alejada de todo mi pasado. Mi mamá murió hace 3 años; mi papá aún no se recupera de su muerte, se mudó de la casa donde crecí y, ahora vive con el menor de mis tíos.

Nada de todo mi inusual pasado me dejó un trauma, siempre fui una chica valiente, todos me decían ¿Cómo puedes ser tan valiente, Abril? Abril, ese es mi nombre, mis papás decían que me pusieron así porque ambos nacieron en ese mes, aunque no en el mismo año; siempre alardeaban de que los dos eran Tauro, los tortolitos. No sé si a mí me gustaría que mi pareja fuera de mi mismo signo, seríamos tan iguales que se volvería aburrido, sin embargo no veo eso como un futuro tan cercano, nunca nadie me ha gustado demasiado.

Como ya había dicho, soy una abogada muy reciente, salí hace poco de la Universidad de Pringstone en Estados Unidos, ¿Por qué allá? Porque tenía la oportunidad, los recursos, el idioma aprendido y dije ¿Por qué no? Cuando la firma de abogados se enteró de mi proveniencia académica no dudaron ni un segundo en contactarme, acepté y aquí me encuentro: en mi propia oficina, sintiendo el sabor del éxito, sé que no puedo confiarme en mis cero casos fallidos pero tengo tanta seguridad en este momento que nadie podría derrumbar mi mundo.

Por alguna razón me sentí de repente necesitada de un café; en el pasillo que da a la escalera central me pareció extraño ver tan poca circulación, no parecía un martes por la mañana. Provista de mi café me dirigía a mi oficina, cuando escuché al Presidente de la firma discutir con un socio:

—No podemos enfrentarnos a tal demanda, necesitaríamos a alguien que se manejara muy bien en estos temas para tener alguna chance— dijo el Presidente con un tono entre rabia y aquietamiento.

— Lo sé, lo sé, pero no hay otra opción, yo intentaré encontrar al más capacitado para este caso, nuestro deber es tomar todo lo que se nos proponga— indicó el socio.

En ese momento escuché algo terrible, algo que me heló la sangre: mis vecinos, Los Valenzuela, el matrimonio que me dio cariño por tanto tiempo, fueron asesinados. El Ayuntamiento reclamaba la casa pero, el vecindario no quería entregarla porque tenía miedo de que alguien estropeara el orden en la villa; con la casa de mi papá no pasó lo mismo porque él tenía las escrituras que le dejaron mis abuelos. La única oportunidad que tenían los abogados era tener las escrituras de la casa o encontrar un testamento o un heredero que se hiciera responsable. Por desgracia, de los 2 hijos que tuvieron, uno murió en circunstancias muy sospechosas, nadie halló nunca su cuerpo; y Álvaro, el que se encontraba vivo se había esfumado hace muchos años, o supongo que está vivo, nadie lo ha podido localizar en mucho tiempo.

Ese mismo martes por la tarde, tuvimos reunión, no pude concentrarme, no dejaba de pensar en los asesinados: pobrecitos, no tenían por qué morir así, eran tan buenas personas, ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme, me siento tan culpable de no haber ido más seguido desde que volví de EE.UU., pero ¿Quién se habrá atrevido a matarlos? Luego de la reunión, tomé un taxi y fui directo a mi antigua villa. Cuando llegué a las 17:00 hrs. estaban todos los vecinos atentos a los movimientos de policías, miembros de la morgue e inspectores que se estaban encargando de mantener el orden, retirar los cuerpos y analizar la casa. Lo que vi en aquellas camillas fue crueldad pura, las víctimas murieron a balazos, pero no era cualquier balazo, eran de aquellos tiros tan certeros que sólo se logran con un arma que no fabrican hace unos 26 años, escuché decir a un oficial; nunca me suceden coincidencias pero aquella arma se dejó de hacer el mismo año en que yo nací. Aún no entiendo por qué los mataron, traté de hablar con muchas personas para saber si alguien había visto alguna cosa, pero nadie me respondió.

Al parecer, esto habría sucedido anoche pero nadie se había dado cuenta del suceso; esos cadáveres ya llevaban horas de pudrición. No podía soportar más la impaciencia, quería gritar, volverme loca, entrar a la casa a ver si había algún indicio de quién pudo haber sido. Por lo visto nada se podía hacer, aún estaban los inspectores adentro de la casa, y seguramente tardarían horas, sólo me quedaba irme.

Eran las 2 de la mañana, no podía dormir, no dejaba de pensar en lo que pasó, así que me puse a investigar. Tres horas más tarde llegué a la conclusión de que el único que podría darme una respuesta clara sería Álvaro. Para poder quitarme las inquietudes que tengo, debía hacer esto lo más pronto posible. El miércoles llamé a la agencia y dije que me sentía mal y me iba a tomar un par de días. Mi única esperanza de poder resolver esto había desaparecido hace años sin dejar ni un rastro, entonces me puse a pensar en otra estrategia mientras averiguaba su paradero. Soy abogada, pero no tengo complejo de detective sin escrúpulos, quiero saber el por qué sólo para quedarme tranquila y por la memoria de aquellas personas que, desde el principio, fueron más que los vecinos a quién sólo les pides azúcar. Suponiendo que la casa donde había ocurrido el asesinato estaría sola y despejada, me dirigí hacia allá; por suerte aún tenía la llave que había heredado de esa familia. Estaba diferente a como la recordaba por fuera: tenía un aire de tristeza y remordimiento. Al entrar en la casa, me vinieron a la mente recuerdos que ni siquiera me acordaba que habían sucedido, pero lo más extraño es que sentí ver de nuevo a esos adultos. El interior de la casa no se veía como si ahí hubiera sucedido un crimen. Recorriendo la casa, me encontré con varias señales que me podían servir, encontré cartas extrañas escritas por la misma señora Magdalena que nunca fueron enviadas, encontré piezas que parecían ser parte de alguna especie de robot: cosas que no había visto antes en esa vivienda.

Cuando salí de la casa, por la puerta de atrás, sentí que alguien me miraba a lo lejos, observé hacia todas las direcciones antes de dar otro paso, pero no vi nada. En mi casa, me puse a analizar las diferentes opciones para dar con Álvaro. Recuerdo que hace unos 5 años, mientras estaba estudiando, vine para el cumpleaños de mi madre; yo había llegado un día antes y pasé a verlos, el señor Alfonso me contó cómo fue que Claudio murió al caer en su auto por un acantilado y, cómo al tiempo después su hijo también desapareció sin siquiera despedirse. Estaba pensando en lo extraño de lo sucedido cuando me llega un mensaje de un número desconocido que dice <<Yo sé dónde puedes encontrar a quien buscas>> no decía nada más, sólo eso. Intenté llamar varias veces a ese número, pero no me contestaba; me tuve que quedar con la duda por dos días. Después de una larga espera recibo otro mensaje del mismo número con una dirección; decía también que estaba en otra ciudad y que no sería fácil llegar ahí.

Leyes y disparosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora