La sociedad

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Yo no sabía si creer o no en ese mensaje, pero no tenía otra opción más que confiar. Lo más raro era que cómo alguien podía saber que yo estaba buscando a una persona si esto no se lo había dicho a nadie. El fin de semana me encaminé a la ciudad donde supuestamente quedaba la dirección. Al llegar a la dirección que se me dio, era una casa que trataba notoriamente de no llamar la atención, estaba al final de un pasaje sin salida, con colores opacos y cortinas oscuras, según el tamaño no podía vivir ahí más que una persona, el inmueble se encontraba en una calle muy remota de la ciudad, donde no circulaban muchas personas, pensé en irme pero ya me encontraba ahí.

Antes de entrar (la puerta estaba entreabierta), decidí hacer una llamada, para saber que al menos una persona estaría disponible si necesitara ayuda de cualquier tipo. Llamé al amigo más cercano y de confianza que tengo, mi amigo Carlos.

Tardó en contestar, y cuando finalmente lo hizo, le dije muy nerviosa y apresurada que si no me contactaba con él en una hora, viniera a buscarme a esta dirección. Luego corté, no sé qué habrá entendido con eso y tal vez se quedó con ganas de preguntarme pero yo estaba muy inquieta para responderle.

Al momento en que entré a la casa sentí ganas de retroceder, no sabía qué me esperaba aquí. Todo estaba muy oscuro, apenas alcanzaba a ver por donde caminaba. En ese instante, escuché una voz muy familiar:

— Sabía que algún día vendrías— dijo.

Era Álvaro, no era nadie más sino el mismo Álvaro que yo recordaba, y que con tantas ansias quería encontrar.

— ¿Cómo es que podrías saber que algún día vendría a buscarte? — le dije, con un poco de sorpresa en mi tono. Si no fuera por la muerte de sus padres, yo nunca hubiera venido. Fue como si él hubiera sabido que sus padres morirían asesinados.

— Vienes aquí buscando respuestas, ¿no? — me dijo.

— ¿Cómo es posible que tú sepas eso? — ¿Me has estado siguiendo?

— Yo no he tenido necesidad de hacerlo, pero alguien más sí... Y durante un largo tiempo—.

— ¿Qué?, es una tontería— ¿Por qué alguien me estaría siguiendo?

Se acercó a mí, me tomó de los hombros, y me dijo con un tono muy brusco — ¿Qué no lo entiendes?, estás en peligro —.

De repente empiezan a sentirse pasos muy sigilosos, caminando por el piso de la propiedad; ambos nos quedamos en silencio.

— Son ellos— me dijo, rompiendo el silencio por sólo algunos decibeles. — Me encontraron—.

— ¿Qué? ¿Quiénes? — dije, me estaba matando la curiosidad.

— ¿Hiciste alguna llamada antes de entrar aquí? —

— Sí, ¿Por qué? —

— Al parecer, por culpa de esa llamada me lograron localizar—

— ¿Quiénes? — dije, con evidente impaciencia.

— Todo lo que debes saber está en esta carpeta— me entregó una carpeta de esa clase de carpetas que se guardan en portafolios, estaba cerrada pero parecía que tenía mucha información en su interior. — Márchate por esta puerta— me señaló y abrió una puerta trasera que estaba justo al lado de donde nos encontrábamos. — Y por nada del mundo pienses en detenerte, sea lo que sea que veas, no pares. Tu vida está en riesgo; si paras, te matan— dijo esto con tal urgencia que era imposible no hacerle caso.

— ¿Qué? — apenas terminé de decir esto y él ya me estaba expulsando. No dudaba si esa advertencia era verdad o mentira, sabía que era verdad, entonces empecé a correr sin mirar atrás ni abajo, sólo adelante. Corría lo más rápido que podía, con la cartera en el hombro y la carpeta en una mano, me encontré con perros, árboles, calles confusas, rejas, piedras, pero nada me impedía seguir. Mi respiración se hizo más agitada, no podía continuar. Me fui por un camino con muchos árboles a su alrededor. Luego de un rato encontré un gran muro que dividía 2 pedazos de terreno. Me apoyé en el muro y comencé a ver el contenido de la carpeta. Al principio no entendía de qué se trataba todo eso, pero luego fui entendiendo todo. Eran muchas hojas sueltas, cada una decía cosas distintas pero que tenían mucho sentido entre sí.

Leyes y disparosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora