Capítulo VII

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–¿Max, estas bien?– a Max le pareció que la voz de Sergio provenía de muy lejos–Ven será mejor que te sientes.

Sergio le acercó una silla y él se sentó suspirando. Seguía muy mareado, momentos más tarde, sintió el alivio de un trapo mojado sobre su frente.

–Gracias, me pondré bien–Llevó la mano hasta el trapo mojado y durante un instante agarró la mano de Sergio.
–¿Qué ha pasado? –preguntó Sergio.
–Me he mareado, eso es todo–le dijo tratando de recuperar la compostura.
–Anoche mencionaste algo de una medicación–dijo Sergio– ¿Tienes que tomarte algo?

–Unas pastillas que se supone alivian los síntomas.
–¿Cada cuánto te las tomas?
–Cuando empieza a dolerme la cabeza–Contestó Max–Pero no ayudan mucho.
–Quizás deberías acostarte un rato–Sugirió Sergio.
Max se quitó el trapo y la miro.

–Lo hare, después de que haya entrado leña suficiente para mantener encendido el fuego toda la noche–Dijo, y empezó a ponerse de pie. Sergio colocó su mano en su hombro para impedirlo.
–Quédate donde estas unos minutos más–Le ordenó– Si sales con el frío que hace y empiezas a cargar leña, podrías desmayarte.

Max lo miro a los ojos y vio la preocupación que sentía, durante un instante el deseo de tomarlo entre sus brazos y decirle que todo saldría bien era muy intenso.
Se miraron durante lo que pareció una eternidad, al final Sergio se volvió hacia el fregadero.

–Venía por un vaso de agua ¿Quieres uno? –le preguntó.
–Sí, gracias–Max se puso en pie y se alivió al ver que ya no tenía náuseas y que el dolor de cabeza había disminuido un poco.
–¿Estás seguro de que te encuentras bien? –le preguntó y le tendió el vaso de agua.

–Estoy bien–Dijo, y esbozo una sonrisa antes de beber un poco de agua.
–Sera mejor que vaya a ver a mi hija–Cuando se disponía a salir se detuvo un momento y se volvió –Tenemos que decidir cómo vamos a dormir, en la habitación hace mucho frío. Creo que deberíamos de dormir todos en el salón–Sergio noto una chispa de sorpresa en su mirada, y sintió que se le sonrojaban la mejillas–Quiero decir... se está mucho mejor cerca del fuego–Le explicó–El sofá se hace cama así que podemos dormir juntos...
Max sonrió.

–¿Lo que intentas decir es que Olivia y tú dormirán en el sofá y que yo dormiré en la butaca?
–Sí–convino Sergio aliviado.
–Traeré las mantas del dormitorio las necesitaras–Dijo Max, y se dirigió hacia allí.

Sergio regreso al salón y se sentó en el sofá, recordó lo pálido que se había puesto Max y se sintió culpable otra vez por haberlo juzgado mal.
Esperaba que la tormenta pasara pronto y que pudieran marcharse de allí por la mañana. Miro a su hija, era perfecta de los pies a la cabeza, Sergio nunca había sentido por nadie lo que sentía por esa criatura y al mismo tiempo era algo maravilloso y aterrador.

Tenía una hija, eran una familia, y aun que sus deseos de ser madre siempre habían ido acompañados de la idea de tener un marido, un hombre al que amara con todo su corazón, después de la experiencia que había tenido con Nico dudaba que fuera capaz de confiar en otro hombre.

–Aquí están las mantas para la cama–Dijo Max cuando apareció minutos más tarde–He encontrado un saco de dormir en el armario del salón, lo utilizare yo, Sergio se puso de pie.
–Sera mejor que abramos la cama ahora.
–Ya lo hago yo.

Max dejo las mantas y el saco en la butaca y comenzó a quitar los almohadones del sofá, cuando lo abrió agarro las mantas, y con ayuda de Sergio hizo la cama.

–Me he olvidado de las almohadas–Dijo Max, y volvió de nuevo del salón para volver al cabo de un momento con tres almohadas en la mano.
–¿Podrías ponerme la cesta del bebe sobre la cama, por favor? –pregunto Sergio.
–Aquí tienes–Dijo Max después de hacerlo.

Al calor de las llamas.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora