—Sergio, ¿estás bien? —le preguntó Lily—. Te has puesto blanco, como la nieve. Sergio forzó una sonrisa.
—Estoy bien —mintió—. Un poco cansadao. Creo que ha llegado la hora de irme a casa con Olivia.
—¿Qué vas a hacer por Navidad?—preguntó Lily.
—No he hecho ningún plan. Suponía que estaría en el hospital dando a luz—contestó.—Alex y yo hemos invitado a mis padres, a mi hermano y a su familia a cenar —dijo Lily—. Estás invitado, si te apetece.
—Gracias, eres muy amable —dijo Sergio—. Pero todavía me estoy acostumbrando a la maternidad y creo que me quedaré pasando un día tranquilo con mi hija.
—Suena de maravilla. Mi hermano tiene cuatro hijos, y cuando se juntan con los dos míos, bueno, es una locura —dijo Lily.Sergio sonrió de nuevo, y pensó en lo maravilloso que debía de ser tener el bullicio de una gran familia durante el día de Navidad. De pequeño, siempre había deseado tener un hermano o una hermana con quien jugar.
—Parece que Papá Noel necesita ayuda —Lily miró hacia donde estaba Max, con Esteban agarrado a su brazo.
—Estoy seguro de que sabe cuidar de sí mismo —dijo Sergio, tratando de ignorar el dolor que sentía en su corazón, porque por lo que parecía, Max no tenía intención de liberarse de Esteban.—Tengo que encontrar a Pascale —dijo Sergio—Ah, allí está —dijo al verla con Olivia en brazos.
—¿Se ha portado bien? —le preguntó Sergio, y recogió a la niña.
—Es un tesoro, igual que Amanda, mi nieta —dijo Pascale dando un suspiro.Veinte minutos más tarde, Sergio salía de allí empujando el carrito. Era de noche y estaba nevando. Cuando llegó al camino, oyó un grito.
—¡Sergio! ¡Espera! Está todo muy resbaladizo. Te daré la mano.
Al oír la voz de Max, su corazón latió con fuerza. Era la última persona a quien quería ver, sobre todo si Esteban todavía estaba agarrado a su brazo. Miró hacia atrás y vio que estaba solo.—Deja que lleve yo el carrito —se ofreció-—Agárrate de mi brazo —le dijo con una sonrisa.
—Gracias —Sergio se agarró a su brazo, y al tocarlo, una ola de calor recorrió su cuerpo. Continuaron por el camino y Sergio comenzó a pensar que cualquiera que los viera pensaría que eran una familia que había salido a dar un paseo.—La fiesta ha salido muy bien. Hiciste un buen trabajo —dijo Sergio para llenar el silencio.
—He disfrutado mucho—dijo él con una sonrisa.
—Los niños también.
—Gracias —dijo Max, y se pararon en el semáforo.
Cuando la luz se puso en verde, Max empujó el carrito para cruzar la calzada.—¿Qué planes tienes para el día de Navidad? —le preguntó a Sergio.
—Quedarme en casa con mi hija. ¿Por qué?
Estaban acercándose a la puerta.
—¿Tienes las llaves a mano? —preguntó Max.
—En el bolsillo —dijo Sergio, y las buscó. Una vez dentro, Sergio se sacudió la nieve del cabello y miró a Max.—Si no tienes ningún plan para Navidad, me gustaría invitarte a cenar conmigo —dijo él, y se quitó el abrigo—. Olivia también está invitada, por supuesto.
—¿Vas a preparar la cena de Navidad? —dijo Sergio con incredulidad.
Max esbozó una sonrisa.—No exactamente. Había pensado en pedirle al cocinero Yuki que nos prepare un pavo con guarnición. ¿Qué te parece?
—Gracias, me gusta la idea —dijo Sergio después de dudar un instante—. ¿Te parece bien si cenamos abajo? Así Olivia podrá estar en la cuna.
—Claro —contestó él.
—Este año no tengo árbol —dijo Sergio—. Había pensado en comprar uno hoy, pero no me dio tiempo. He mirado los que hay al lado del supermercado, pero ya habían vendido todos los buenos.—Qué pena —dijo Max—. ¿A qué hora quieres cenar?
—¿A las seis y media te parece bien? —preguntó Sergio.
—Perfecto. Te veré entonces.