AMOR Y VIDA EN NAVIDAD

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Desde hace siete años que estamos juntos, siempre festejamos la Navidad en algún lugar del mundo

El primer año, Math, como todo caballero que es, me dejó elegir el destino, el cual fue Venecia. Ya para el año siguiente, le tocó a Math la selección de la ciudad navideña y esa vez fue Roma, siendo este otro de los puntos repartidos en el planeta que más amaba, donde más cómodo se sentía durante sus viajes de trabajo, a los cuales siempre lo acompañaba.

Al año siguiente no pudimos viajar debido a que me encontraba embarazada y pues el embarazo era de alto riesgo, razón por la cual pasaríamos las festividades navideñas en el calor de nuestro hogar.

Pero nuestros pequeños Andrés y Luisana decidieron nacer justo a las 10 de la noche del día de noche buena y entonces recibimos la navidad en una habitación de hospital, pero con el regalo más hermoso: nuestros bebés.

Para el cuarto año, me tocó escoger el lugar al cual iríamos, queriendo conocer lugares nuevos me aventuré a proponerle a mi flamante esposo que fuéramos a Canadá, él aceptó gustoso y ese año tuvimos una navidad diferente, ya no éramos los dos, si no que estaba presente el fruto de nuestro amor: nuestros hijos, quienes ese día cumplirían un añito.

Para el quinto año de estar juntos, mi esposo escogió como destino de las fiestas decembrinas Colombia, lo que él no sabía era que yo le tenía preparada una sorpresa que agrandaría dentro de 8 meses nuestra familia, si como lo piensan había descubierto que estaba embarazada de nuevo. El sexto año, el sitio en, cuestión fue en el hemisferio sur, al sur del ecuador, en una ciudad emplazada en el trópico.

En este séptimo año, el destino lo escogí yo, ya que quería sorprender a Math llevándolo a mi país al cual anhelaba volver, y ahora lo hacía realizada como profesional y como mujer con un esposo excepcional y 3 niños de 7 y 2 años respectivamente.

Si bien yo no era americana, en estos años a su lado, me había adaptado bastante a las tradiciones de Math; acostarme a dormir temprano en la Nochebuena y, a la mañana siguiente, despertar para abrir los obsequios dejados por Santa en el árbol. Un hábito que había comenzado a disfrutar mucho; tenía mucha magia y me recordaba a ese viaje al que fuimos juntos, cuando aún no éramos nada, solo jefe y asistente, pero ahí estábamos desenvolviendo cada regalo y riendo al ver lo que escondían eso metalizados papeles con enormes lazos multicolores.

Esta vez, sería distinto, me había propuesto hacerle sentir la Navidad como yo la había disfrutado desde muy pequeña y en un lugar donde el clima fuera entre cálido y templado tanto a él mi gran amor y a nuestros hijos.

De alguna manera les haría conocer esa sensación de estar a pocos minutos -interminables por cierto- de la medianoche y estallar en sonrisas, algunas veces en llanto por las remembranzas danzando en nuestros interiores, para después ir -de inmediato- a buscar debajo del árbol navideño, lo que el Niño Jesús nos había dejado en premiación a todo el año.

A él, le fascinó la idea, estaba muy entusiasmado, quería conocer mi estilo en esa fecha tan particular de diciembre y que nuestros pequeños también los conocieran, donde todos los sentimientos son depurados y manifestados en forma espontánea.

El clima elegido, esta vez sin nieve, lo había pensado por la calidez y el calor que emanaba Math, no sólo en su persona o por su apasionada manera de amar, sino que le quería hacer vivir, lo que viví aquella vez, perdida en el tiempo, cuando yo tenía apenas 18 años y lo vi por primera vez en la discoteca " Smooth Vip".

¡¡Qué hermosa sensación, el sólo recordarla, me estremece el alma!! Por eso, siempre había tenido ese sentimiento, de que Math era una fuente de calor, una fogata convocante de seres en derredor suyo, buscando esa candidez que lo hace único, un prodigio de la creación.

ANTOLOGIA NAVIDEÑADonde viven las historias. Descúbrelo ahora