UN MARIDO PARA NAVIDAD

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Me estaciono en el vecindario en el cual vive mi familia, apago el motor del auto y con el aliento de mi boca trato de calentarme las manos, hace frío y mis nervios no ayudan. Ahora tengo ganas de vomitar. La época navideña siempre tiene el don de ponerme de mal humor y con un montón de pensamientos que me llevan a la depresión, más cuando veo los copos de nieve caer, como ahora lo hace sobre capote de mi auto, suspiro, nostálgica y en serio que las ganas de golpearme fuerte saltan sobre mí. No soy mujer de ponerle sentimentalismo a nada, sin embargo, me siento vacía cuando las épocas de reunirse en familia llegan, todos presumiendo a sus hijos, esposas, esposos y haciendo la pregunta qué tanto odio.

¿Cuándo piensas casarte?

Como si eso fuera lo más importante en la vida cotidiana, al menos no en la mía.

Cierro los ojos por un momento y recuerdo la seca navideña del año pasado, sentada en medio de los gemelos, soportando que lanzarán sus restos de comida a mi cara. Mi hermano burlándose de mi soltería, mi madre llorando porque nunca conocerá a mis hijos, mi padre pidiéndole que deje de hacer drama y mi yo interior ahorcándose por la escena. Y ahí voy con la peor de las tonterías.

"El siguiente año tendré un prometido para la cena navideña"

Todos se quedaron callados e iniciaron a devorar el postre, me ignoraron a nivel Dios por lo menos conseguí que dejaran de usarme como entretenimiento.

***

Bajo del auto, me acomodo el abrigo, la bufanda la aseguro en mi cuello y dejo salir un último suspiro, quisiera desaparecer.

-¡Papá! - exclamo viéndolo colocar las luces de navidad, la casa se ve más ostentosa que otros años.

--¡Hija!, qué alegría verte, aposté que no vendrías- rumia, dejando en mis manos un animal de felpa. Arrugo la cara porque es uno de esos muñecos que no tienen forma, desde niña les he tenido miedo, a duras penas y puedo sostenerlo sin ponerme a gritar como una loca.

-Pues- hago una pausa, me muerdo la cara interna de la mejilla ¡Que ganas de irme a mi refugio! -, aquí estoy, confieso que no es uno de mis mejores momentos- claudico viendo el venado.

-Dame el reno, lo colocaré en la entrada.

-Creí que era un venado- enarco una ceja y se lo entrego.

-Es un reno, Clara, ¿Cómo puedes ser tan despistada? - enarco una ceja y sigo con la insistencia que parece un venado.

-No crees que la casa se ve un poco...

-No, nunca nadie me ha ganado con la decoración navideña y este año los vecinos no lo harán.

Giro para ver a los vecinos, frunzo el entrecejo, recuerdo que el año pasado no pusieron ni un árbol. Dejo a mi padre con su decoración y avanzo, me acomodo la chaqueta que traigo puesta, bufanda, gorro y guantes.

Me detengo frente a la puerta, dejo salir un suspiro antes de tocar el timbre, tras unos minutos pensando en irme de vuelta a mi apartamento, por fin me decido y pincho el botón, mientras alguien me atiende me quedo viendo las ramas de muérdago colgado de la corona navideña.

Estamos a uno de diciembre y mis padres me obligan a venir los sábados a ensayar la cena, hago una mueca con los labios, cuando la puerta se abre sola, entro y dejo mi abrigo en su lugar y demás prendas.

Me acerco al comedor, quiero llorar al ver a los gemelos, hijos de mi hermano mayor sentándose en el mismo lugar, una silla vacía y muchos desperdicios de galleta sobre mi plato.

-¡Clara! Llegaste- Grita mi madre, viniendo en mi dirección.

-Hola, mamá- recibo su saludo.

-Creí que...

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