ʟɪʙʀᴏ ɪɴsᴘɪʀᴀᴅᴏ ᴘᴏʀ ᴇʟ ᴀɴɪᴍᴇ "ᴀᴋᴜᴍᴀ-ᴋᴜɴ"
-Te encontré, Aeshma-kun-habló con un tono de orgullo, mirando con cierta sensibilidad al de cabello gris.
-No pedí que lo hicieras-.replicó él con fingida indiferencia, intentando ocultar su nerviosismo al e...
"El amor es la maldición que nos roba la libertad"
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—¿Qué harás con ella? —preguntó de forma preocupada su compañero—. Es una niña después de todo, merece una vida normal.
Tras escuchar esto, el de cabellera marrón observó a la pequeña joven de orbes verdes, quien dormía plácidamente sobre un mueble. Su rostro reflejaba una inocencia que contrastaba a la perfección con el peligro que ella albergaba.
—Es mejor si los humanos la tienen —respondió con voz calmada—. Saben cómo lidiar con niños.
Lentamente se acercó a la menor, tocando su mejilla con suavidad. La niña removió un poco, pero no despertó.
—¿Y si trata de volver hacia él? —. Se refería al chico de cabellera gris, quien también dormía en un rincón de la habitación—. ¿No crees que sería peligroso?
—No me gusta usar magia en niños—confesó pensativo—, pero debo eliminar rastros sobre ellos en sus mentes. No hay otra opción, Mefisto. Si ella recuerda lo que pasó, podría ponerse en peligro a sí misma y Aeshma.
Mefisto II asintió con la cabeza, aunque no estaba del todo convencido. Sabía que su amigo tenía razón, pero también sentía pena por la niña y por el chico. El caos que se armaría si ambos se volvieran a encontrar.
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La noche se cernía sobre Tokio, envolviendo la ciudad en un manto de oscuridad. Un viento fresco y suave que acariciaba el rostro de la joven de cabello cobrizo, que contemplaba la luna desde su balcón, sumida en sus recuerdos.
—Es alguien realmente extraño...—susurró para sí misma.
La joven de mejillas carmín cerró levemente sus ojos, recordando al chico de pelo gris. Su mirada centrada, su actitud perdida y su forma de hablar tan distante como cortante. ¿Enserio era la verdadera personalidad de Ichiro?
Mientras tanto, alguien de orbes rojizos la observaba con atención. Delgado y pálido, con un par de alas que se agitaban sobre su espalda. Miraba a Roos con una sonrisa divertida sobre su rostro.
—Creció más rápido de lo esperaba—pensó un poco sorprendido.—Si ambos se enteran de la verdad, odiaran más a Shingo que yo a él.
No apartaba su vista de la chica de cabello cobrizo, que abrió los ojos lentamente, respirando con calma, mientras el viento jugaba con su pelo colorido. Se quedó en embelesado por unos segundo, admirando el rostro de la mayor; pero al caer en cuenta de lo que hacía, sacudió su cabeza para salir de aquel transe.
