Las lágrimas se comenzaron a acumular en mis ojos mietras terminaba de leer aquel correo electrónico donde por sexta vez en el mes coordialmente me comunicaban que no obtuve el trabajo.
─Mai, ¿qué pasó?─ preguntó mi mejor amigo, que al ver mi cara me envolvió entre sus brazos. ─Ay, chiquita, no llores. Ya vas a ver que se te va a dar.
Besó mi coronilla cuando me aferre a su torso rompiendo en llanto. Iñaki y yo somos amigos desde los seis años cuando mi mamá comenzó a trabajar limpiando su casa, yo amaba su mundo lleno de lujos y juguetes caros, y él el mió sin miedo a ser vos mismo, ni a mancharte con barro o chocolate.
─Me queme el bocho estudiando día y noche, laburando por dos mangos para pagar mis estudios, estudios que no eran los que quería pero sí para los que me alcanzaba, y así y todo no consigo laburo─ hablé con la voz entre cortada por incontrolables sollozos mientras él me acariciaba el pelo como a una niña.
No sé cuanto tiempo lloré entre los brazos de mi mejor amigo, pero en un momento mis ojos estaban secos y la remera de Iñaki empapada. El rubio apoyó la palma de su mano sobre mi mejilla con sumo cuidado como si con la más mínima presión pudiera romperme y sonrió dejando ver sus pequeños hoyuelos que transmiten paz.
─No sé cómo voy a hacer, pero te juro por nuestras amistad que vas a terminar trabajando a mi lado en la casa rosada─ su tono serio lleno de lealtad esparció una sensación de tranquilidad por mi pecho.
Levanté mis cejas y tratando de aligerar el ambiente pregunté con burla. ─¿Pero no era que ustedes no iban a meter amigos en puestos innecesarios y darles un sueldo?
Iñaki carcajeo negando. ─Te voy a buscar algo útil, donde tu presencia sea necesaria─ estiró su dedo meñique frente a mí. ─Yo lo prometo...
Volví a sorber mi nariz que hizo el típico ruidito de mocos. ─...Yo confío─ selle aquél pacto entrelazando mi meñique con el suyo, como cuando éramos chiquitos.
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─Hasta luego─ saludé con una sonrisa forzada al quinto cliente del día, ya no puedo más.
Suspirando apoyé mis codos sobre el mostrador, miré a través de la vidriera la gente caminar tranquila disfrutando del hermoso día soleado, me pegaría un tiro. Una vibración constante producida por mi celular me regresó a la realidad, ni tengo que verlos para saber que el único desquiciado que manda un mensaje detrás del otro para que conteste es mi querido mejor amigo.
Maia 17:05
Contéstame
puta 17:05AAAAAAAAAA
AAAAA 17:05