1.

2K 90 27
                                    

Las lágrimas se comenzaron a acumular en mis ojos mietras terminaba de leer aquel correo electrónico donde por sexta vez en el mes coordialmente me comunicaban que no obtuve el trabajo.

─Mai, ¿qué pasó?─ preguntó mi mejor amigo, que al ver mi cara me envolvió entre sus brazos. ─Ay, chiquita, no llores. Ya vas a ver que se te va a dar.

Besó mi coronilla cuando me aferre a su torso rompiendo en llanto. Iñaki y yo somos amigos desde los seis años cuando mi mamá comenzó a trabajar limpiando su casa, yo amaba su mundo lleno de lujos y juguetes caros, y él el mió sin miedo a ser vos mismo, ni a mancharte con barro o chocolate.

─Me queme el bocho estudiando día y noche, laburando por dos mangos para pagar mis estudios, estudios que no eran los que quería pero sí para los que me alcanzaba, y así y todo no consigo laburo─ hablé con la voz entre cortada por incontrolables sollozos mientras él me acariciaba el pelo como a una niña.

No sé cuanto tiempo lloré entre los brazos de mi mejor amigo, pero en un momento mis ojos estaban secos y la remera de Iñaki empapada. El rubio apoyó la palma de su mano sobre mi mejilla con sumo cuidado como si con la más mínima presión pudiera romperme y sonrió dejando ver sus pequeños hoyuelos que transmiten paz.

─No sé cómo voy a hacer, pero te juro por nuestras amistad que vas a terminar trabajando a mi lado en la casa rosada─ su tono serio lleno de lealtad esparció una sensación de tranquilidad por mi pecho.

Levanté mis cejas y tratando de aligerar el ambiente pregunté con burla. ─¿Pero no era que ustedes no iban a meter amigos en puestos innecesarios y darles un sueldo?

Iñaki carcajeo negando. ─Te voy a buscar algo útil, donde tu presencia sea necesaria─ estiró su dedo meñique frente a mí. ─Yo lo prometo...

Volví a sorber mi nariz que hizo el típico ruidito de mocos. ─...Yo confío─ selle aquél pacto entrelazando mi meñique con el suyo, como cuando éramos chiquitos.

°°°

─Hasta luego─ saludé con una sonrisa forzada al quinto cliente del día, ya no puedo más.

Suspirando apoyé mis codos sobre el mostrador, miré a través de la vidriera la gente caminar tranquila disfrutando del hermoso día soleado, me pegaría un tiro. Una vibración constante producida por mi celular me regresó a la realidad, ni tengo que verlos para saber que el único desquiciado que manda un mensaje detrás del otro para que conteste es mi querido mejor amigo.

 Una vibración constante producida por mi celular me regresó a la realidad, ni tengo que verlos para saber que el único desquiciado que manda un mensaje detrás del otro para que conteste es mi querido mejor amigo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Maia 17:05

Contéstame
puta 17:05

AAAAAAAAAA
AAAAA 17:05

AAAAAAAAAAAAAAA 17:05

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Secretaria | Santiago Caputo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora