ᐷ Porque no quiero perderte, no quiero ser yo el perdido

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La fuerte lluvia le había impedido seguir buscando a Book por las calles de la ciudad de la niebla. Después de llamar a todos los hoteles de la zona y recibir respuestas negativas, ya no sabía qué más hacer para encontrarlo. Antes de llegar a Mae Hong Son, había visitado la isla a la que una vez viajaron juntos, y en Bangkok había intentado rastrearlo hasta debajo de las piedras.

Fuera el viento azotaba la vegetación y las gotas de lluvia castigaban los ventanales del edificio en el que se hospedaba. Había recibido una llamada de su padre aquella turbulenta mañana, al parecer se había enterado de su separación con Gun cuando la familia del omega decidió deshacer la sociedad que formaron tras su compromiso.

Hablar con él le dejó desgastado, tuvo que soportar los insultos y que le amenazara con sacarlo de todos los negocios de los que estaba al mando, aunque no le pudo preocupar menos. En ese momento no le interesaba el trabajo, ni que su padre le diera la espalda. En realidad, conocía demasiado bien ese mundo que fácil podría empezar de nuevo por su cuenta. Lo único que le dejó mal sabor de boca fueron sus palabras finales.

Le había dicho que abandonar a Atthaphan en ese estado era cobardía, por ello entendía que la familia del omega estuviera tan molesta y decepcionada. No culpaba a Gun, casi se lo podía imaginar intercediendo por él, pero siendo honestos, nunca fueron los que estaban detrás del tablero, siempre fueron figuras de ajedrez, quizá el rey y la dama, mas no dejaban de ser simples piezas; no planeaban el juego, sus pasos eran decisión de un tercero.

Con todo le aliviaba romper por fin los hilos que le controlaban, así podía ser libre, sin embargo, el reclamo de su progenitor no dejaba de pesarle. Porque tenía razón. Había perdido a un hijo y al otro lo estaba abandonando. Le dolía porque su padre no fue precisamente el mejor, y ahora sentía que en lugar de cambiar, en lugar de demostrar lo que un día tanto anheló ser, había resultado peor que él.

Una vez Book le dijo que sería un buen padre y ese día fue tan absurdamente feliz, quería con todas sus fuerzas serlo, pero no dejaba de cometer error tras error.

-¿Dónde estás, Book? -soltó al aire apretando su cabeza, sentado a un lado de la ventana mientras esperaba que el clima mejorara a pesar de que se había pronosticado una tormenta eléctrica.

Al rastrear su tarjeta encontró que la había utilizado el día anterior en aquel sitio demasiado apartado del bullicio, apenas enterarse movió cielo y tierra para llegar lo antes posible, aunque su rastro se había desvanecido en el aire; esperaba que la lluvia no borrara también sus huellas.

Estaba desesperado, necesitaba verlo. Un mes entero sin saber nada de él le estaba pasando factura a su cordura. Si algo le llegaba a pasar -y él no estaba allí para protegerlo- no se lo perdonaría nunca.

Se levantó de la silla impaciente, no podía permanecer quieto durante tanto tiempo, necesitaba comenzar a moverse en dirección al omega. Sin embargo, no pudo hacer más que sacar del maletín que llevaba consigo ropa limpia para darse un baño. Todo su escaso equipaje era nuevo, había salido sin más que lo que llevaba puesto.

Tomó un bóxer y un pantalón deportivo, al sacarlos tiró una carpeta. Varias hojas se dispersaron por el suelo. Eran los papeles del divorcio. Gun se los había hecho llegar la semana pasada. Ya los había firmado, mas no había tenido tiempo de mandarlos de regreso con los abogados del omega.

Todo había sido tan rápido, tan fácil, que le resultó irreal. Cinco años de matrimonio concluyeron en un documento que los convertía en dos extraños. Le había pedido a Atthaphan que se quedara con la propiedad, y no le sorprendió ni un poco que se negara, ni siquiera le asombró cuando le avisó que había dejado la casa.

«Quizá olvidé un par de cosas, siéntete con la libertad de tirarlas».

Le había dicho la última vez que habló con él por teléfono, y no pudo evitar pensar que era como una pequeña venganza. Ya que si él había sido quien rompió la relación, merecía ser quien se deshiciera de cosas triviales, como su cepillo de dientes y los calcetines de invierno que le regaló en navidad, objetos insignificantes, pero cargados de recuerdos. Por ello no protestó y aceptó en silencio aquel deber.

Una vez bajo la regadera, logró calmarse un poco. El agua tibia que bajaba por su cuerpo le recordó aquella vez que estuvo con Book en la playa. Era realmente curioso. No había logrado hacer mucho con Kasidet, sin embargo, hasta lo más pequeño, lo tenía bien grabado en la memoria, tatuado en la piel cuando se trataba de rememorar una sensación, o en sus retinas al revivir una escena.

Todo era nuevo para él. Las emociones y lo que sentía cuando se trataba de Book.

Si lo tuviera una vez más enfrente, no lo dejaría ir jamás. Aunque su padre amenazara con hundirlo si lo hacía, aunque la familia del menor de pronto apareciera y se pusiera en su contra. Podría cambiar de nombre, abandonar su país, junto con las costumbres con las que se sentía tan cómodo, pero no le importaba nada de eso. Con tal de estar al lado de Kasidet, haría cualquier cosa y aquello iba en contra de todo lo que una vez creyó, pero estaba bien.

Al salir del baño, se vistió y encima se colocó una chamarra gruesa que le protegería del frío. Iría a cada hotel de Mae Hong Son, se pararía en la recepción y preguntaría directamente por Book Kasidet, y si no estaba en sus registros, se los describiría físicamente hasta conseguir encontrarlo.

Había rentado un auto así que no tendría que esperar por un taxi. Manejó con el estéreo apagado y con la vista al frente. Sin más opción, gracias a la lluvia no podía ir buscándolo porque apenas lograba vislumbrar lo que había cinco metros delante del automóvil.

En un semáforo en rojo se detuvo, las calles estaban desiertas, bien podía volárselo sin que nadie se percatara y sin meterse en problemas. Decidió aprovechar para bajar la ventanilla y encender un cigarrillo.

Gotas cayeron en el interior del vehículo, las ignoró lo mejor que pudo y cuando el humo estuvo en sus pulmones, lo retuvo lo suficiente para disfrutar de expulsarlo entre pausas. Sabía que no era saludable, que no debía hacerlo, pero siempre había sido su medio de escape. No conocía otra forma. Cuando se ponía ansioso o cuando algo le inquietaba recurría a la nicotina, un hábito que su madre y Atthaphan detestaban, y del que él no podía prescindir.

Dio unos toquecitos al cigarrillo fuera de la ventana para que las cenizas cayeran al suelo. Al alzar la vista vio una figura que -desde hace medio año atrás que lo encontró por primera vez- jamás pudo olvidar.

Claxon sonaron a su espalda, avisándole que el semáforo había cambiado a verde, y le regresaron a la realidad, le llevaron de vuelta al automóvil que manejaba. Pisó el acelerador y sin importarle dar una vuelta en "U" que no estaba permitida, terminó aparcando en la entrada del modesto hotel donde había visto a Book.

Un hombre intentó detenerlo cuando en lugar de dirigirse a recepción, caminó en dirección a las jardineras que llevaban a la alberca (en el centro había una especie de cueva como adorno, encima de esta manaba una fuente, dentro un hueco donde cinco personas podrían permanecer a la perfección con comodidad).

Para llegar hasta allí debía meterse al agua, solo se deshizo de su calzado y de un salto lo hizo sin pensar. Igual su ropa ya estaba húmeda desde antes, y si enfermaba, era lo último que le podría preocupar. El agua helada le caló en los huesos y mientras nadaba no pudo controlar el castañeo de sus dientes. Un relámpago iluminó el cielo y a los pocos segundos el ensordecedor trueno provocó que su cuerpo diera un brinco involuntario, sin embargo, no fue suficiente para lograr persuadirlo de llegar hasta la persona que por más que lo intentara, no podría dejar de sentir.

Al llegar al borde, donde se encontraba aquella cueva, antes de impulsarse para salir, su mirada se topó con la de Book.

Al llegar al borde, donde se encontraba aquella cueva, antes de impulsarse para salir, su mirada se topó con la de Book

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