Silencio

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El silencio inunda todos los rincones de la casa, amenazando con propagarse a cada lugar en donde mis pies toquen tierra. Mis oídos se han acostumbrado tanto a la presencia de la ausencia del ruido, que son capaces de percibir el tic tac de los latidos de mi vida. Me persigue, recordándome incansable, que su fluir se me escurre entre los dedos de manera imparable. Tengo la boca seca. Me percato que empiezo a no recordar a que suena mi propia voz. Me dispongo a sacarla de las profundidades de mi garganta, pero una idea me paraliza. ¿Y si no saliera sonido alguno por mi boca? Quizá mi melodía haya hecho las maletas y me haya abandonado. ¿Se habrá mudado a otras cuerdas donde poder reír, gritar y cantar? No podría culparla. Aquí el silencio la ahoga hasta privarla del más minúsculo aire donde vibrar. Pero entonces, ¿qué queda de mí misma sin mi sonido? Siento que las palabras intentan escapar de la cárcel que es mi mente, al no poder ser usadas, pronunciadas. ¿Qué soy si las palabras llegaran a desaparecer? La desesperación lleva las manos hacia mi garganta. Si de mis labios solo se produce ausencia, el silencio terminará por engullirme. La posibilidad de sonido es un salvavidas que el miedo no me deja soltar. Mi voz se ha convertido en mi particular gato de Schrödinger esperando a que alguien venga a determinar si sigo viva o muerta. 

Ideas de un individuo inexpertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora