Promesa

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En la vida, las cosas rara vez salen como se planean, y con el tiempo y la experiencia, Conrad había aprendido a aceptar esa idea. Sin embargo, esta vez no estaba preparado para lo que encontró.

A pesar de que el thirium se había evaporado hacía horas, Conrad aún podía percibirlo. Una piscina de sangre azul invisible cubría el suelo de la sala de estar, se había filtrado entre las tablas de madera hasta empapar la alfombra.

Se aproximó lentamente al cuerpo del androide tendido en el suelo, con sus órbitas abiertas, negras y azules, tan diferentes de los ojos humanos.

El largo cabello rubio del androide había capturado el thirium aún húmedo, dándole un tono azulado.

"¿Por qué no me llamaste?"

Conrad observó el cuerpo destripado, con los cables y circuitos expuestos. Había sido asesinada de la misma manera que Django, pero esta vez el asesino no se molestó en esconder el arma homicida. Sobre la alfombra, entre los patrones geométricos, reposaba el mismo cuchillo de cocina que se había utilizado un mes antes contra el animal. No había huellas dactilares, lo que hizo que a Conrad le viniera a la mente un detalle que había pasado por alto en la primera investigación.

Otro androide estaba involucrado, y había una buena probabilidad de que el asesino de Jela fuera el mismo que el de Django. Después de todo, Jela había sido amenazada con la palabra "Traidor" El asesino había regresado para completar su trabajo. 

Recorrió la habitación, buscando pistas o, más específicamente, una pista en particular. Y la encontró en el pasillo donde Django había sido asesinado. En la misma pared, una palabra escrita en thirium, ahora invisible para los humanos.

"Tenemos el control"

Pero, ¿quién tenía el control? La caligrafía era similar, pero no habría pensado ni por un segundo que fuera un androide quien la había escrito. Las letras estaban desordenadas, las líneas temblorosas e irregulares, inclinándose al final.  Era un androide quien lo había escrito, pero había sido forzado a escribir de esa manera ¿Pero por qué?

"Maldición..."

Conrad Giró la cabeza hacia la derecha y vio a Gavin, con los brazos cruzados, en la entrada del pasillo, su mirada alternando entre él y la pared.

"¿Qué tiene este muro de interesante?"

"Es interesante porque hay una frase escrita con thirium aquí" dijo señalando la pared con el dedo. "Pero obviamente tú no puedes verlo, por eso no puedes trabajar sin mí"

"¿Tengo que recordarte que fui detective antes de que llegaras?"

"Y necesitas que me convierta en sargento" respondió Conrad "¿No quieres saber qué dice?"

Obviamente, sí quería saberlo, pero debido a su relación, Gavin odiaba admitir que necesitaba a Conrad, tanto en lo profesional como en lo personal. Aunque en este último aspecto las cosas eran un tanto ambiguas, y Gavin se negaba a tomarse el asunto en serio.

Se acercó a la pared y se paró junto al androide, que permanecía de pie con los brazos cruzados detrás de la espalda. Odiaba verlo tan arrogante, tan rígido, tan similar a una máquina. Pero esa era la única forma en que Conrad había descubierto que evitaba llamar la atención de los demás. Connor y Tina ya sabían demasiado, aunque ni Conrad ni Gavin habían discutido con ellos lo sucedido esa famosa noche.

Con su indiferencia, Tina había asumido que nada había ocurrido, o incluso peor, que había habido una discusión o un malentendido. Y Connor creía que Conrad simplemente había renunciado.

Misterios del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora