chapter III

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Por primera vez desde que Aegon el Conquistador asentó la casa Targaryen en Poniente, los dragones abundaban. Era algo glorioso de ver, dragones de cuna y dragones que fueron reclamados, todos perfectamente conviviendo.

Viserys hubiera deseado que Balerion durara más tiempo en vida para poder acompañar a sus hijos, pero lamentablemente, el ejemplar había dejado de surcar los cielos hace unos años. En busca de consuelo, se sentaba en uno de los balcones del grandioso castillo para ver el espectáculo que sus hijos le otorgaban.

Rhaenyra y Syrax, tan unidas desde la cuna, daban vueltas, y cada cierto tiempo, la dragona soltaba pequeñas llamas que hacían carcajear a la princesa. En cambio, Maegor y Mushu eran completamente diferentes, subiendo a grandes alturas y luego bajando en picada. Cada hermano tenía su forma de disfrutar a los dragones. Mushu era, en gran parte, similar a su jinete. Su aspecto grande y sus ojos, oh, iguales de críticos que los del príncipe.

"Mushu probablemente crezca a un tamaño similar al de Vhagar", dice de la nada alguien, haciendo que Viserys deje de observar a sus hijos. Se encuentra a Daemon, que toma asiento a su lado.

"¿Cómo estás tan seguro?"

"Maegor no lo trata como un juguete, me ha pedido esta mañana que lo ayude a conquistar una isla para que Mushu crezca en libertad..."

Libertad. Viserys graba esa palabra en su mente, los dragones necesitaban libertad. Mira a su hijo junto al dragón de este; ciertamente, Mushu estaba alcanzando un tamaño similar al de Caraxes, algo extraño sabiendo que en años dragón, Mushu seguía siendo un dragón joven que seguía en aumento de tamaño.

"Puedes montar a Caraxes, para que disfrutes con ellos", le ofrece Daemon, mirando como su hermano estaba tan atento a sus hijos.

"No lo creo, mis días de jinete han pasado y Caraxes parece odiarme, pero gracias". Viserys agradece con sinceridad, apreciando que su hermano hubiera querido que se uniera a sus hijos.

Daemon guarda silencio durante unos minutos, observando cómo la voz de Maegor no temblaba al gritar el dichoso dracarys y que Mushu incinere la nada, pues todo el fuego fue dirigido hacia el cielo.

"Sabes..." Comienza dudoso el hermano del rey, ambos atentos a los rugidos de los dragones. "Maegor y Rhaenyra son...unidos".

"Cómo cualquier hermano", Viserys sonríe, mirando como aún en pleno vuelo, Maegor regañaba a Rhaenyra por un movimiento peligroso de la niña.

"No, no como cualquier hermano". Daemon duda de sus palabras. "Tú entrarías en guerra si me insultan, quizá, yo entraría en guerra si te insultan, quizá. Pero Maegor, Maegor cortaría el cuello de todo Poniente solo para que Rhaenyra esté cómoda. Maegor mataría y viviría por Rhaenyra..."

Viserys guarda silencio, mirando al par de niños. Diez y doce años, eran prematuros, no debería dejarse llevar por comportamientos infantiles ni más sugerencias de su hermano.

"¿Qué sugieres?" Pregunta de forma tosca, acomodando su corona en un acto de reflejo.

"Maegor, Rhaenyra y Laena..."

Los nombres son pronunciados, sí, más las intenciones no. Ambos hombres lo saben, pero lo que no saben es si funcionará. Viserys sabe lo que Daemon propone, hacer que Maegor despose a Laena y luego a Rhaenyra, no al revés o podría complicar las cosas con los Velaryon. Juega con la copa de vino entre sus manos, analizando las cartas bajo su poder.

"¿Funcionará?" Pregunta en un susurro, sintiéndose aturdido por sus pensamientos y por la sugerencia de Daemon.

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"Me usan como moneda de cambio", se queja Maegor con su madre, quitando la parte superior de su ropa de montar con bastante furia. Aemma suspira mientras las criadas siguen preparando la bañera para Maegor. "Y a ti como una yegua de cría", bufa.

Maegor is back Donde viven las historias. Descúbrelo ahora