Capítulo 1.

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—Myra, escúchame, tienes que calmarte —un ruego escondiendo un suplicio, todas esas palabras inaudibles para mí, susurrándolas en el fondo de mi cabeza como un eco antes de despertar —¡Myra, escúchame!

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—Myra, escúchame, tienes que calmarte —un ruego escondiendo un suplicio, todas esas palabras inaudibles para mí, susurrándolas en el fondo de mi cabeza como un eco antes de despertar —¡Myra, escúchame!

Rugió, apresando mis hombros con una sacudida que me hizo verla.

—¡Escúchame tú a mí, Emely! —exigí en el mismo tono de voz que ella usaba, su rostro reflejando consternación ante mi exaltación—. Tengo miedo...

—Myra, estás preocupándome —susurró, arrastrando las palabras en un murmullo sutil.

—No tienes ni la más mínima idea de lo que él está dispuesto a hacer; debes creer en lo que te digo —con el nerviosismo que se notaba en mis manos temblorosas, logré extraer el teléfono de mi bolsillo. No pude evitar que mis ojos se llenaran de agua mientras lo hacía.

Todo se detuvo en el momento en que encendí aquella pantalla. Una única notificación en el centro, bajo el reloj, marcaba que el mensaje apenas tenía 12 segundos de antigüedad. El corazón empezó a palpitar en mis oídos, zumbando como una señal de alerta. La respiración me faltó, dejándome la mente en blanco. Un escalofrío recorrió mi espalda, y la habitación pareció impregnarse de un misterio denso, como si el tiempo mismo estuviera suspendido en el aire, aguardando con expectación.

"Emely será una buena presa para mí. Son las 10:33 y se ven muy lindas conversando juntas en su habitación con esos pijamas que compraron a juego la primavera pasada, antes del aniversario de bodas de tus padres. Esperaré pacientemente a que la oscuridad revele sus secretos. ¿Qué podrían estar tramando detrás de esa aparente serenidad nocturna?"

Con manos temblorosas, carentes de fuerza, le mostré la pantalla a mi hermana, cuyos ojos se agrandaron expectantes. Sin pronunciar palabra, trago saliva y con un rostro confundido, desvió la mirada entre la pantalla y yo. Su expresión, inicialmente llena de preocupación, dio un giro drástico en segundos, transformándose en un rostro de absoluto terror. Sus ojos, cargados de miedo, se clavaron en mí, reflejando consternación.

—Myra...

—¡Emely, debes escucharme! —le exigí, perdiendo la cordura, lo que la hizo retroceder ante mi reacción—. Él conoce mi paradero, mis compañías, todo sobre mí. Ahora viene por ustedes...

Mi voz se desvaneció en un susurro, mis labios temblando y mis ojos llenándose de lágrimas.

—Myra, nunca nos presentaste a ese chico... —respondió, con la cara arrugada mientras sus ojos se llenaban de lágrimas que rebasaban de sus ojos, mirándome como si hubiese experimentado la peor de las tragedias.

—Lo sé... ¡lo sé! —sentía la desesperación apoderándose de mí, sin saber qué hacer. Hasta que, como una luz de esperanza en medio del caos, una idea cruzó mi mente—. Emely...

Mirando fijamente un punto en la brillante madera color caoba que hacía de suelo, mi mente navegaba lentamente en el mar de mis ideas. Moví mis pupilas hasta tenerla a ella como mi punto de atención, pero permanecía con esa expresión que no me dejaba identificar un sentimiento en su rostro. Había dos emociones luchando en las facciones de su bronceada faz: miedo y consternación. Tomé aire, sorbí la nariz y miré la pantalla nuevamente, donde ese mensaje resaltaba entre todas las demás notificaciones.

𝙱𝚎𝚑𝚒𝚗𝚍 𝚈𝚘𝚞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora