Capítulo 15

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El foco de la atención se centró en el mutante que estaba junto a Hiems. Leonardo se sintió aún más avergonzado y buscó consuelo en los ojos de Rafael. El joven dragón, en cambio, estaba completamente tranquilo y decidió aprovechar la oportunidad para presentarle a sus padres. Si tenía que contarles cómo había sido la vida en la Tierra, empezaría por el aspecto más feliz. Al principio la idea de que alguien pudiera descubrir sus sentimientos le había aterrorizado, pero ese problema ya pertenecía al pasado. Ya no quería esconderse más, sólo quería estar con él, como siempre había soñado. Incluso iría en contra de su propia especie si fuera necesario, después de todo, romper las reglas siempre había sido su especialidad. Cuando sus miradas se encontraron, acercó el hocico al suelo, desplazó su peso hacia adelante y agitó lentamente la cola. Rascó el suelo preparándose para lanzarse y sonrió divertido.

El líder se dio cuenta enseguida de sus intenciones: "No, no hagas eso" Pero, por desgracia, sabía que no le haría caso, así que le dio la espalda y echó a correr. Pero su carrera duró muy poco, porque el precipicio que tenía delante le obligó a frenar bruscamente. Sólo en ese momento se recordó que estaba en la cima de una montaña.

Aquel torpe intento de huida hizo reír al rojo, que lo alcanzó en cuestión de segundos. Abrió la boca de par en par y lo agarró por el caparazón con los dientes, para luego lanzarlo por los aires y hacerlo caer sobre su espalda. Leonardo se cubrió la frente con la mano mientras intentaba quitarse el mareo que le había provocado aquel vuelo: "Ay, deja de reírte. Ya te he dicho que no vuelvas a hacer eso, lo odio"

"Lo sé, pero eso lo hace aún más divertido"

Cuando se dio cuenta de que se movía, se levantó con dificultad y, en cuanto volvió a abrir los ojos, se encontró frente a los dos dragones carmesí que lo miraban con curiosidad.

Favil bajó la cabeza para verlo más de cerca: "Qué criatura tan extraña, ¿cómo ha hecho para llegar a nuestro mundo?"

Rafael le hizo un gesto con la cabeza para que bajara y luego asumió la forma de una tortuga, para estarle más cerca y darle su apoyo: "Él es Leonardo, viene de la Tierra. Llegó conmigo cuando Brisè me hizo entrar en el portal"

"Encantada de conocerte. Yo soy Favil y este es Arduin. Somos los padres de Ignis, pero creo que ya te lo habías imaginado. ¿Cómo os conocisteis?"

"El placer es mío. Bueno, eso, mi padre lo encontró cuando llegó a mi planeta y, dado que estaba solo, decidió encargarse de él. Crecimos juntos"

El otro dragón rojo le sonrió y se tumbó para quedar a su altura: "Bueno, enhorabuena jovencito. Debes de tener mucha paciencia si has conseguido soportar a este cabezón durante diecisiete años"

La tortuga de bandas rojas se cruzó de brazos y se apoyó en el hombro de su pareja, mirándole de reojo: "Yo diría lo contrario, siempre intenta enderezarme. Es demasiado prudente y cumplidor de las normas, pero he tenido que acostumbrarme, ya que seguiremos pasando mucho tiempo juntos"

La madre entrecerró los ojos, intrigada por su comportamiento: "¿Hay algo más que deberíamos saber?"

Leonardo empezó a sudar frío, ¿no sería que ya se había dado cuenta? Cuando miró al rojo, se dio cuenta de que tenía una sonrisa maliciosa en la cara y se preocupó aún más. Lo cogió del brazo y lo giró hacia sí, de espaldas a los dos dragones. Se acercó a su oído y le habló en un susurro: "¿Qué intentas hacer?"

"No te hagas el tonto, has entendido bien. No hace falta que te pongas así" Le puso la mano bajo la barbilla, quería que la mirara a los ojos: "Sé que todo lo que está pasando es absurdo para ti, pero te aseguro que no tienes nada que temer, puedes confiar en ellos. En la Tierra guardamos el secreto porque teníamos miedo de cómo reaccionarían los demás y ya sabes cómo acabó. ¿Por qué volver a cometer el mismo error?"

"Es verdad, sin embargo... Para ti es fácil hablar, eres como ellos, pero yo soy sólo un mutante"

"Basta con esto. ¿A quién le importa si son diez veces más altos que tú o pueden volar? Es fácil hacerse el héroe cuando tienes todos esos poderes, pero lo que de verdad importa es lo que tienes aquí dentro" Le puso la mano en el pecho, exactamente dónde está el corazón: "Te aseguro que no tienes nada que envidiarles. Puede que seas diferente, pero es eso lo que te hace especial"

Al líder se le pusieron los ojos vidriosos: "Raphie..." Dejó de prestar atención a las presencias que les rodeaban y lo abrazó con fuerza, le rodeó el cuello con los brazos y apoyó la cabeza en la suya: "Sin ti nunca habría llegado a ser quien soy hoy. Gracias"

"El mérito no es mío, es sólo que a veces necesitas un empujoncito para darte cuenta. Después de todo lo que has hecho por mí, recordártelo es lo menos que puedo hacer"

Se separó lentamente de él, riendo bajo el bigote: "Y luego dices que el cursi soy yo"

Rafael se ruborizó de golpe. Cruzó los brazos sobre el pecho y apartó la mirada: "¡Es culpa tuya si hablo así!"

"Entonces me alegro de declararme culpable"

Arduin se aclaró la garganta para atraer la atención de los dos jóvenes, y cuando su hijo se volvió hacia él, inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado. A él también le sorprendió aquella escena: "¿Y bien?"

El rojo volvió a mirar a su pareja y esta vez él le devolvió la sonrisa. Ambos se giraron hacia los dos dragones: "En realidad hay algo que tengo que deciros y que además es muy importante" Aunque estaba seguro de lo que hacía, estaba lejos de estar relajado, tener que darle tal noticia le ponía sumamente nervioso. No sabía que palabras usar, tal vez era mejor decírselo directamente, sin darle vueltas y quitarse el problema de encima. Cuando sintió que Leonardo le tomaba la mano, por fin encontró el valor para hacerlo: "Es que... nosotros somos novios"

Entre amor y destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora