Prólogo

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—Conoces la dirección, ¿verdad? — preguntó el hombre, que estaba sentado en el asiento del copiloto, con fastidio

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—Conoces la dirección, ¿verdad? — preguntó el hombre, que estaba sentado en el asiento del copiloto, con fastidio.

—Claro — respondí bufando — ¿Por qué me toma? ¿Una incompetente?

El hombre se quedó en silencio, pero ya sabía lo que debía estar pensando por lo que me limité a encender el vehículo y emprender el viaje.

El sonido del motor y el de los neumáticos rodando sobre el pavimento maltrecho era lo único que se podía escuchar, afortunadamente.

Hasta que uno de los sobrevivientes de atrás empezó a hablar.

—¿Ya estamos a salvo?

—Bueno… no hemos visto a ningún monstruo desde que partimos.

—Ni humanos tampoco.

Sonreí ante la pequeña conversación que formaban.

—Eso será porque ya rescataron a todos, ¿no es así?

—Hacemos lo que podemos — intervine alzando la voz para que me escucharán — es probable que aún haya más gente afuera, por eso salimos con regularidad.

—¿Lo ven? Se los dije — aseguró uno con esperanza.

Después de eso, el silencio fue lo único que nos acompañó hasta que llegamos a nuestro destino. La entrada al puente, que estaba rodeada por unos cuantos militares y asegurada con una reja.

—Se acerca un vehículo con sobrevivientes — alcance a escuchar a uno hablar —. Los revisaremos.

Ante el acercamiento de los hombres armados pude notar como la mayoría del grupo se tensó.

—No se preocupen, solo revisarán que todo esté en orden — aseguré volteando a la pequeña ventana medio abierta detrás de mí.

Parece ser que eso los relajo un poco, pero, aún se veían inseguros, cosa que era de esperarse.

—Todo en orden. Los dejaré pasar.

Abrieron las puertas de la reja y puse el coche a andar para pasar.

El túnel era bastante largo y había mucha gente caminando en línea recta

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El túnel era bastante largo y había mucha gente caminando en línea recta. El ambiente era muy sofocante y no ayudaba que fuera un lugar cerrado.

Suspiré y me saqué el caso, moví mi cabeza sintiendo como algunos huesos tronaban debido a la tensión que acumulaba mi cuello. Este maldito uniforme comenzaba a sacarme de quicio.

—¡¿Pero qué carajos hiciste?! — El repentino grito llamó mi atención.

Un civil se encontraba encarando a un militar a unos metros frente a mí.

—El sangrado nasal es un síntoma — informó a modo de respuesta.

—¡Hijos de puta! — grito de nuevo el hombre mayor y se abalanzó a golpear al otro.

En ese momento, corrí hasta la escena en un intento de detener la pelea. Llegué hasta ponerme al lado de la mujer de vestido blanco.

—¡Paren ya! — exclamé deteniendo a la mujer de que se acercara y terminará herida de alguna forma.

Ella se desplomó sobre el suelo y comenzó a llorar desconsoladamente, pero a pesar de eso el uniformado ni siquiera titubeó.

En su lugar, se quitó el casco y lo usó como arma, golpeando incesantemente al mayor. Él estaba totalmente indefenso ante los golpes.

—¡¿Pero qué diablos haces?! — intervine de nuevo poniéndome por detrás de él y tomando su brazo con fuerza.

—¡Él me atacó primero! — dijo en un vago intento de excusarse.

—¿Y qué eres tú? ¿Un niño pequeño como para comenzar a golpearlo también? — recrimine exaltada — ¡Eres un adulto y un militar! ¡No pienses que puedes abusar de tu poder y hacer lo que se te pegue en gana!

Y así con mi mano libre le arrebate el casco y lo lance lejos para después soltarlo bruscamente.

—¿Y ahora? — susurré con hastío — ¿quién es el monstruo?

Él se quedó consternado por mis palabras y se levantó rápidamente para alejarse de la escena.

—Siento mucho su comportamiento — dije apenada ayudando al hombre a levantarse.

Mire su cara sin poder evitar hacer una muñeca, la sangre estaba por todas partes y, probablemente, tenía la nariz rota.

—Veré si puedo conseguirle atención médica, ¿cree que pueda levantarse?

Me acerqué más intentando ayudarlo a levantarse, pero me apartó con brusquedad.

—¡Mataron a mi yerno y no estaba infectado, malditos! — reprendió claramente enojado.

Ante las duras palabras del hombre, la mujer a un lado lloró con más fuerza.

—Lo siento, no tengo excusa para lo que pasó — hablé abatida, pero de forma sincera —. Lamento que las cosas hayan acabado así.

Me aleje lentamente y mire hacía el cuerpo que yacía en el suelo a un lado del coche militar, luego mire a la mujer que aún estaba en el suelo, llorando.

Y entonces me di cuenta.

Era una pareja recién casada.

El esposo estaba enfermo, pero no por la monstrualización.

Una enfermedad común y corriente de antes del brote. Una enfermedad que se podía tratar.

Y que por culpa de alguien como yo, un militar, se había perdido una vida inocente.

Que desgracia.

Que desgracia

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I Will Protect You | Park Chan-youngDonde viven las historias. Descúbrelo ahora